El fondo del mar en una sopa de pescado
Las artes tienen cenicientas episódicas; la literatura tiene una sola: el ensayo.La distorsión (Random House), de Rafael Toriz, es un vindicación de esa causa perdida. Sentarse a escribir un ensayo es ya haber decidido perder, y por eso mismo se escriben ensayos: para saber qué es un ensayo y para cumplir con una prosa que no admite taxonomía, definición ni taxidermia. Toriz encuentra una aproximación directa: "Me resisto a creer que alguien pueda obtener placer en corregir sus propios textos. El auténtico placer radica en no escribirlos nunca". El ensayista parte de esa hipótesis (de conflicto).
Toriz es mexicano, y México es una patria del ensayo: Alfonso Reyes, Octavio Paz bastarían. Pero el modelo mayor es Sergio Pitol, que diluyó como un Alka-Seltzer la autobiografía y la novela en el agua insidiosa del ensayo. Toriz hace lo suyo, a veces con pasos de comedia. Está además Juan José Arreola: la literatura es contemplar, en la sopa de pescado, los misterios del fondo del mar. La distorsión es un virtuosismo de la inteligencia destinado a escritores inteligentes; lástima que sean tan pocos.