La tierra muda
KABUGA, RUANDA.- Podrían estar buscando agua o contemplando el destrozo provocado por una catástrofe natural. A eso, quizás, podría interrogar la mirada de estos hombres: a la naturaleza callada que, en la furia de un vendaval o en la aridez impiadosa de la tierra, los dejó devastados.
Pero no. No es ni el agua renuente lo que esperan encontrar ni los efectos de la tierra embravecida lo que necesitan resarcir. No están parados sobre los restos de una casa en ruinas, sino, más bien, sobre una tumba. Un pozo convertido en fosa común en 1994, durante el horror del genocidio en Ruanda, y luego escondido bajo el manso vivir de una casa como cualquier otra. A eso interrogan los dos hombres, los guantes enrojecidos de una arcilla que alguna vez fue sangre: a los restos que yacen bajo sus pies, parte de una carnicería que se cobró 800.000 personas y demasiado silencio.