Robo naturalizado
Imaginen que al pasar por una frutería toman una manzana sin pagarla ni pedir permiso ni siquiera dar las gracias. Esto es lo que sucede a toda hora en cualquier canal de televisión argentino : construyen brutos informes sobre los temas más dispares complementando materiales propios con otros tomados de la competencia. No solo no agradecen tomar esas capturas ajenas, sino que, además, borronean todo vestigio de la procedencia: tapan el logo del canal original y le sobreimprimen muy orgullosamente la identificación propia. En países desarrollados, a nadie se le ocurre robarse el trabajo intelectual de otro. Por eso no son usuales los programas de archivo. Y si alguien quiere sumar a su informe imágenes producidas por terceros, obviamente paga un valor por ello, además de publicarlo como se debe con el crédito correspondiente. Aquí, en nuestro país, donde se multiplican depredaciones tanto más graves, la rapiña entre emisoras, ya naturalizada desde hace años, es un reflejo pequeño, pero revelador, de cómo nos dejamos meter la mano en el bolsillo y cómo a su vez devolvemos la gentileza. Y con un bonus track sufriente para el espectador: en las exclusivas le zampamos nuestro logo bien grandote en medio de la pantalla.