Una escuela que nivela para abajo
Que la educación argentina anda a los tumbos es algo manifiesto y público. No pasa una semana sin que una impactante noticia nos altere y nos vuelva angustiados sobre ella para interrogarnos acerca de sus males. Paros, violencia, estadísticas que abruman por la pobreza de sus resultados, ausencia de autoridad, uso indebido de los espacios escolares para actos de política partidaria, como si la historia no hubiera demostrado la estupidez de estas conductas que generan rechazo y mal humor en la sociedad. En fin, un cúmulo de contrariedades irresueltas que calientan los ánimos de una sociedad que ve cómo la educación se pierde y desbarranca sin que las autoridades definan con claridad el problema y lo resuelvan.
Página 12 hace unas semanas cedió un espacio al ministro de Educación de la Nación para que éste se explayara en temas que son de su incumbencia: la educación. En un breve texto, el pedagogo manifestó su desacuerdo con todos aquellos pensadores o periodistas que desde distintos ámbitos políticos o ideológicos cuestionan el sistema escolar argentino por su bajísima tasa de egreso.
No es allí donde hay que mirar, afirma Sileoni. Lo que hay que valorar es, fundamentalmente, la tasa de escolarización secundaria y, en este punto, nuestro país encabeza la lista en América latina. Se ha hecho un enorme esfuerzo en esta escolarización, de manera que el ministro remata: "No valoramos la excelencia a costa del elitismo y tampoco un sistema educativo preocupado exclusivamente por el rendimiento académico, con independencia del número de estudiantes que asisten".
Dicho en términos criollos, lo importante es que entren a la escuela, ahora que aprendan y se lleven el título es un aspecto secundario, por no decir menor. Y si la exigencia académica empuja a la deserción, las consecuencias las pagarán los conocimientos.
Para el progresismo, la nivelación es siempre para abajo, dado que premiar la excelencia y el rendimiento es valorar a los mejores. Y el progresismo tiene una vocación maliciosa por los peores, claro? para que sigan siéndolo. Así es como lo leen los docentes afines al modelo progresista y los que no lo son, por cierto una mayoría silenciosa, callan frente a la atmósfera que reina en las escuelas, porque es el mandato que baja de las autoridades nacionales.
Si en los años 60 se hablaba de la pedagogía del oprimido, una mirada piadosa -y si se quiere ingenua- para integrar a los postergados a los saberes y a la sociedad, en estos tiempos se trata de la pedagogía de los peores para consolidar la marginalidad.
Por caso, si Sileoni fuera ministro de Salud, le importarían la tasa de nacimientos y no la mortandad infantil.
Si fuera secretario de Transporte le interesarían los que suben y no los que llegan... Así vamos.
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Claudio Chávez