
Misiles en Nicaragua
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Ha trascendido que las autoridades de los Estados Unidos están sumamente preocupadas por la existencia, en Nicaragua, de un millar de proyectiles tierra-aire, de los que se disparan desde el hombro de cualquier portador. Esas armas quedaron como lamentable saldo de la guerra civil que finalizó en 1990. Se trata, en su mayoría, de los conocidos SA-7, de fabricación soviética.
La preocupación norteamericana, que es ciertamente fundada, debería ser compartida por nuestro país. Debe tenerse en cuenta que si esos proyectiles no son destruidos rápidamente se corre el riesgo de que caigan en manos de algún movimiento terrorista, como -por ejemplo- las FARC colombianas, que actúan en toda la región, según quedó comprobado con el reciente asesinato de la hija de un ex presidente del Paraguay. Si ocurriese eso, habría seguramente centenares de víctimas civiles inocentes. Una situación parecida a esa fue la que generó el trágico caso de los dos misiles SA-7 que fueron disparados contra un avión comercial israelí en el momento en que despegaba de Mombasa, en Kenya, en el año 2002.
La utilización eventual de estos misiles podría ocurrir tanto en nuestra región como fuera de ella. Prueba de la peligrosidad real de ese temible inventario es que la policía nicaragüense acaba de arrestar a dos intermediarios que habían vendido uno de esos misiles, en 45.000 dólares, a un funcionario de inteligencia norteamericano disfrazado.
En el pasado, hace algo más de una década, una explosión producida en uno de los depósitos en los cuales se almacenan los misiles nicaragüenses reveló la existencia de contactos locales con algunas organizaciones terroristas palestinas, con el ETA y con bandas de narcotraficantes mexicanos. Se supone que algunos de los misiles pueden haber ido ya a parar a manos de los paramilitares colombianos. Todo esto debería evitarse.
La reciente designación de un conocido militar ex sandinista, el general Omar Hallesleven, como comandante en jefe del ejército nicaragüense, no hace sino aumentar la desconfianza y el temor que generan los misiles a los cuales nos estamos refiriendo.
El gobierno nicaragüense habla de destruir ese inventario, aunque reteniendo unos 400 para propósitos defensivos. No obstante, más allá de las propuestas, los misiles deberían ser destruidos totalmente. Mientras esto no ocurra, la amenaza que representan estará latente.



