No fue magia, pero tampoco épica
La construcción de una "épica" que fidelizara a sus seguidores fue uno de los instrumentos de comunicación más elogiados del kirchnerismo. Los efectos especiales del relato triunfal inflaron el consumo interno de lo simbólico. El ánimo victorioso era costeado con propulsión a cash: emisión, subsidios, presión tributaria récord, que sin embargo no resultaban suficientes para un voraz gasto público, que derivó en el peor déficit fiscal desde el regreso de la democracia.
Pero ¿quién podría atreverse a desmentir la rueda de la fortuna? ¿Cómo sugerir siquiera que cuando el Estado paga, nunca es gratis? No pagar el precio de la luz, por ejemplo, se había convertido en un derecho, hasta que los apagones demostraron que más que derecho había sido una hipoteca; y hasta que el ajuste de tarifas reveló que el poder adquisitivo promedio se había desplomado tanto que pagar lo que la luz realmente vale puede arruinar un salario del happy hour de la "década ganada".
La épica tuvo héroes mientras hubo dinero. Dinero insostenible, porque al mismo tiempo que se cantaba victoria las políticas oficiales hacían añicos las estructuras productivas con distorsiones que llevaron a una recesión que transita por su quinto año. Tan efectivo fue el relato heroico que la anemia inducida de la producción, el despilfarro de las arcas públicas y el vampirismo moral de la corrupción eran negados con vehemencia y fruición a pesar de las evidencias. Que la realidad no arruine una buena historia, como reza aquel lema del periodismo amarillísimo.
Los hechos no existían, sólo las interpretaciones, hasta que casi 9 millones de dólares cayeron como un piano sobre la lírica negadora que no dejaba de sonar.
Y aquí es donde el concepto de épica se vuelve falaz y pasa a integrar una especie de mitología sofista del kirchnerismo. "El termino épica se aplica a las hazañas centradas en una figura heroica o cuasi divina en cuyas acciones se juega el destino de una tribu, una nación o la raza humana", según especifica M. H. Abrams en su Glosario de términos literarios. Las épicas o epopeyas provienen muchas veces de historias no verídicas sino inventadas por el cantar popular. En otros casos representan el arquetipo ideal o aspiracional y elevan a sus figuras para que inspiren la trascendencia.
El motivo clásico del héroe épico es el anhelo de inmortalidad y renombre. En el caso de Aquiles, el héroe de la Ilíada cumple su rol en la acción individual -que eleva su naturaleza por sobre la del resto de los mortales hasta acercarlo a la dimensión de los dioses- cuando vence al valiente Héctor a las puertas de Troya. En el caso del rey Beowulf, su gloria no está jalonada por brillo personal, sino sobre la base de una ética comunitaria. "A menos que el héroe sea campeón en servicio de los otros, el suyo será un heroísmo irresponsable", afirma Michael Alexander sobre el carácter épico del mítico rey Beowulf, cuya hazaña al derrotar al invencible dragón le cuesta la vida, pero salva a su pueblo.
La Divina comedia, de Dante Alighieri, es considerada una épica cristiana que, inspirada en la Eneida, de Virgilio, aborda el más allá según la cosmovisión religiosa llevando a su héroe por el espanto del infierno, la suspensión del purgatorio y la noción de la felicidad eterna. Los padecimientos del pecado o la recompensa del paraíso son transitados anticipadamente en la hazaña onírica y espiritual del escritor florentino apesadumbrado por el hartazgo moral y en busca de la redención.
La gran falla de la épica populista local parece radicar entonces en su ostensible finitud, en su carácter transitorio e insostenible. Porque si la hazaña épica está destinada a trascender, para eso requiere logros duraderos que le permitan las alabanzas más allá de su tiempo. Las proezas de la guerra de Troya o las doce pruebas de Hércules son para la eternidad: no terminan. La última palabra en el poema épico anglosajón Beowulf -primera obra literaria escrita en inglés entre el 750 y el 950 d.C.- es lof-geornost, que quiere decir "anhelante de renombre".
El coraje sin desmayo de un héroe que vence a todos los adversarios y adquiere fama inmortal depende sin embargo de que su hazaña no se extinga.
Las evidencias de una metástasis de corrupción con dineros del Estado y las penurias económicas incomprensibles luego de una década de histórica abundancia en recursos desmienten la épica kirchnerista. Épica cuyo buen nombre y honor terminaron metafóricamente enterrados en el patio de un convento.