Nueva síntesis nacional
El pueblo argentino vivirá los próximos doce meses en la conciencia de que, en octubre de 1999, cambiará el gobierno. El acontecimiento tendrá como marco una democracia fortalecida y una realidad socioeconómica compleja y contradictoria. Observando críticamente la actualidad, en la perspectiva de la historia reciente y en sus proyecciones, podemos llegar a la conclusión de que hay mucho por hacer, y es fácil ver que la sociedad lo exige con un fuerte reclamo de cambio. El reclamo de una nueva síntesis nacional.
La historia de nuestro país es rica en la experiencia de síntesis, como lo fue Mayo, como lo fue la Confederación, como lo fue el yrigoyenismo o también, por supuesto, el peronismo. Cada uno de estos momentos marca un hito en nuestro pasado, y nos habla de realidades. A cada uno de estos momentos corresponde, además, un proyecto de nación, y hombres que trabajaron sobre ello.
Nuestra Argentina de hoy, claro está, no es sólo el resultado de una superposición de proyectos, tantas veces contradictorios: es una síntesis histórica, en la que actúan innumerables factores. Las realidades cambian, y con ellas cambian los modos de actuar sobre ellas. Corresponde recordar, sin embargo, aquellos momentos, proyectos y hombres, y considerar el destino de grandeza que se diseñó históricamente para nuestra patria.
Alianza de clases y sectores
En una rápida mirada a los últimos años, podemos marcar muchos logros y no pocos problemas. Podemos hacer un sucinto balance. Estabilidad, desregulación, productividad, credibilidad internacional y crecimiento se anotan a un lado. Déficit, endeudamiento, crisis productiva, desempleo, pobreza, exclusión y marginalidad, descrédito de la política y de la Justicia aparecen por el otro.
¿Qué esperan los argentinos del cambio de gobierno? Esperan soluciones para estos problemas. Soluciones que reclaman nuevos proyectos, nuevas síntesis. Que demandan, hoy mismo, la elaboración de propuestas que tiendan a superar realidades contradictorias y complejas. Y la historia y la actualidad dan pautas que marcan el camino.
Me resulta imposible evitar remitirme a lo que hicimos desde el gobierno con el presidente Arturo Frondizi, entre 1958 y 1962. A nuestros esfuerzos para quebrar la antinomia peronismo-antiperonismo, y al empeño puesto en crear una conciencia de la necesidad de la alianza de clases y sectores para construir la Nación. Aunque la alianza política se haya frustrado prematuramente -pocos meses después del triunfo de febrero de 1958-, la obra del gobierno sigue siendo, aún hoy, una muestra de lo mucho que se puede hacer por la integración y el desarrollo nacionales.
Desarrollo sin dualismo
¿Qué podemos esperar del 99? Una propuesta de cambio, basada en la afirmación de la nacionalidad en el marco de la globalización. En la concepción nacional de los problemas argentinos.
Aparece como fundamental, en estos tiempos, plantear la necesidad de lograr el desarrollo económico sin dualismo. A la creciente fragmentación entre pocos sectores de grandes perspectivas y muchas actividades en crisis debe oponerse una política tendiente a la integración nacional de la economía, necesaria más allá de la integración internacional que signa nuestra época. Al dualismo territorial, consecuencia de la crisis de las economías regionales, debe oponerse el fortalecimiento de las regiones, la promoción de actividades en todo el territorio del país. Al dualismo social, consecuencia del desempleo y la falta de oportunidades, debe oponerse una nueva cultura de la producción y el trabajo nacional, que integre en su desenvolvimiento a todos los argentinos, sin exclusiones.
Sigo pensando, como hace cuarenta años, que desarrollo e integración son los pilares de la afirmación de la Nación. Que la lucha por el desarrollo es una lucha de todos, en tanto los intereses de todas las clases y sectores coinciden en el interés por construir una economía integrada, en expansión. Los años han demostrado hasta qué punto la contradicción ideológica Este-Oeste era secundaria respecto de la que nosotros postulábamos: la que existía, y existe, entre el tercio desarrollado del mundo y los dos tercios subdesarrollados. En este contexto, la gran tarea nacional sigue pendiente. Y se renueva la esperanza de trabajar para realizarla.