Pese a su abrumadora victoria, Angela Merkel todavía no ganó
La canciller alemana se enfrenta al desafío de armar una coalición de gobierno tras las elecciones, pero los socialdemócratas no tienen incentivos para sumarse
Las elecciones que tuvieron lugar el pasado domingo en Alemania arrojaron unos resultados que, en apariencia, constituyeron una abrumadora victoria de la Unión de Demócratas y de Social Cristianos, guiados por la canciller Angela Merkel, que alcanzó el 41,5% de los votos y arañó la mayoría absoluta, con 311 escaños en el Bundestag. El segundo partido más votado, la socialdemocracia, quedó con el 25,7 % de los votos a una considerable distancia de los demócratas cristianos, a pesar de haberse recuperado de su peor actuación en el 2009.
La mayor sorpresa, sin embargo, la dieron tres partidos diametralmente opuestos: la izquierda, heredero a partes iguales de los comunistas del este y del ala izquierda de los socialdemócratas de Oskar Lafontaine, que con 8,6% de los votos se convirtió en el tercer partido de la Alemania unificada; los liberales, que se desplomaron por debajo del umbral del 5% y quedaron fuera del parlamento; y el nuevo movimiento nacionalista, Alternativa por Alemania, que también quedó fuera del parlamento pero igualó prácticamente en votos a los liberales.
Con estos resultados, se ha dado una extraña configuración de la Cámara baja: los socialdemócratas, con 192 escaños, los izquierdistas, con 64 escaños, y los verdes, con 63 escaños, superan en su conjunto a la Unión, que se ha quedado sin aliado visible tras la debacle de los liberales. En teoría, la situación sería propicia para que los dos grandes partidos formaran una gran coalición, como en 2005, y sin duda esa salida sería la que Merkel tiene en mente como prioritaria.
El jefe del partido socialdemócrata, Sigmar Gabriel, quien recibió un llamado de la canciller ayer mismo, le advirtió, sin embargo, que no podría dar ninguna respuesta hasta después de la reunión de la cúpula del partido el próximo viernes. Nada hace prever que los socialistas estén ansiosos por entrar en un nuevo gobierno como socio menor de Merkel, luego de la catastrófica experiencia de 2009 después de cuatro años de co-gobierno.
Polarizado
No parece que pueda haber un mínimo acuerdo en un programa de gobierno con una líder que se ha distinguido por su maestría en manejar una política mezquina, de cortas miras tanto para Alemania como para Europa. No por nada Alemania aparece dividida profundamente en dos mitades. Por un lado, la centro derecha enriquecida y satisfecha, que ha visto desfilar inmutable a todos sus socios europeos en busca de ayuda y que a su derecha ha estimulado un nuevo nacionalismo, contrario al euro y a la política de unificación con los países del sur de Europa. Por otro lado, una creciente masa que vive con un ingreso ajustado y a la que se le han ido recortando paulatinamente las ayudas y ventajas del antiguo estado de bienestar, la cual se ha volcado hacia el partido más de izquierda, que en la Alemania del este pasó a convertirse en el segundo partido, desplazando al SPD.
En estas circunstancias, ¿qué expectativas podría tener el partido socialdemócrata para sellar una alianza de gobierno con una líder carente de visión europea, a diferencia de su gran maestro, Helmut Kohl, además de tacaña y calculadora en su política interior?
De rehusarse el partido socialdemócrata a integrar el gobierno, Merkel podría intentar una coalición menor con los verdes, como ya se ha dado en algunos gobiernos de los estados, venciendo para ello la enorme resistencia que le opondrían sus socios bávaros, que los detestan O, por último, podría decidirse a llevar adelante un gobierno de minoría a riesgo de quedar derrotada en cualquier momento. Ahora bien, llegados a ese punto, no es de descartar que los socialdemócratas se consideren liberados de su promesa preelectoral de no aliarse con la izquierda, y se atrevan a una inédita coalición roja-roja-verde, que, si ocurriese, cambiaría drásticamente al instante no solo la política alemana sino la de toda Europa, sin duda para bien.