
Picante
Antes era un dilema que solo se enfrentaba a la hora de comer empanadas de carne: ¿suaves o picantes?
Ahora el picor en el paladar se ha puesto tan de moda que hasta se lo encuentra en propuestas impensadas, por ejemplo, en un archiconocido alfajor marplatense.
“Rompé con todo lo que probaste”, ordena desde las gigantografías que decoran las vidrieras de sus sucursales. Ofrece dos opciones: peperoncino (“intensidad 2”, advierte) o jalapeño (“intensidad 3”). Para colmo, son los más caros ($2800, la unidad).
Como si no fuera suficiente, incluye en esa cartelería la “escala Scoville”, con los dibujitos de 15 tipos de pimientos distintos ordenados según el “ardor” que producen en boca.
A su vez, las salchichas de marca hipercélebre empapelan las marquesinas callejeras con una gran foto de su paquete del que parecen salir llamaradas de fuego, acompañadas de dos textos: “picante posta” y “¡animate a probarlas!”.
En el supermercado elegí sin mirar unas galletitas que al probarlas incendiaron mi boca. ¿Estamos emulando a nuestros hermanos mexicanos de estómagos de acero?
Hay otro tipo de picante en pleno auge, pero en la radio y en la tele: la pregunta o el comentario “picante”. Pueden ocasionar úlceras.
