Por qué se desata la violencia social
Todos hemos sido testigos, con tristeza, de lo sucedido en el partido que se iba a disputar entre Boca y River. ¿Cómo podemos pensar la violencia desde el punto de vista psicológico?
1. La violencia individual
Desde la psicología individual podemos decir que la violencia es "la expresión de la frustración". Cuando una persona acumula frustración, eso le genera angustia que, tarde o temprano, será expresada en forma de violencia. El enojo es una emoción normal, todos nos enojamos. La violencia es una conducta, siempre es patológica y no sirve en absoluto. Cuando una persona no posee los recursos comunicacionales para hablar, para expresarse, para identificar sus frustraciones, se expresará a través de la violencia. Pensemos, por ejemplo, en un hombre maltratador. Entre las muchas causas que existen, está la cantidad de frustraciones que ha acumulado, sin darse cuenta, y no es capaz de identificar. Entonces exhibirá dicha frustración-angustia por medio de la violencia.
Por eso, las válvulas saludables de escape nos permiten expresar nuestras angustias a medida que van apareciendo. ¿Cómo? Hablando, pasando tiempo con el otro, practicando algún deporte o pasatiempo, desarrollando algún proyecto. De ese modo, vamos buscando creativamente formas de resolver las frustraciones. Cuando nos paramos en las fortalezas, en las capacidades que todos tenemos, no recurriremos a la violencia. La violencia es la manera de querer "resolver" un conflicto que tiene quien siente que no cuenta con otros recursos para hacerlo.
2. La violencia grupal
Cuando hay una masa o un grupo, allí se construye un "yo" colectivo, dado que se borra la individualidad. El anonimato nos brinda la posibilidad de fusionarnos con los demás y actuar instintivamente. Como decían los grandes estudiosos de la Psicología Social: "La masa puede hacer las cosas más nobles, o los daños más grandes. Todo dependerá de quién la lidera".
La masa actúa por contagio afectivo y ese yo grupal lleva al individuo a no pensar, a actuar por instinto. De allí, que nadie se anime a hacer solo lo que sí lleva a cabo colectivamente. Esto también se conoce como "efecto manada". Por ejemplo, alguien va por la banquina, otro lo sigue… y luego otro y otro. Hasta que uno se pregunta: "¿Por qué no voy a hacer lo mismo, si todos lo están haciendo?". De esta manera, es arrastrado por su pérdida de individualidad y de convicción a contagiarse y fusionarse con la masa. Sobre este punto, la reflexión que realizamos es la siguiente: cuando pierdo mis proyectos personales, buscaré un proyecto de masa que le dé sentido a mi propia vida.
3. Ver este episodio de violencia en un macrocontexto
Actualmente observamos cómo la violencia ha crecido en nuestra sociedad, a través de acciones como el bullying en el colegio, el mobbing en el ámbito laboral, o alguien enojado en la calle que nos insulta, o nos tira el auto encima, o se baja de este con la intención de lastimarnos. Cuando se desdibujan tanto los límites personales como los sociales, se fomenta el individualismo. El otro es culpable, aunque me demuestre lo contrario. La persona individualista juega a matar o morir, a ganar o perder, y considera al otro un enemigo a destruir.
Necesitamos recuperar los límites personales, tal como en el ejemplo que suelo compartir con los adolescentes: cuando un pintor pinta en la tela, lo hace "dentro de" la tela y se vuelve ilimitado gracias al límite que se impuso (pintar en la tela). Los límites no limitan sino que liberan. No todo puede ser luz roja ni luz verde en la vida. Hay cosas que sí podemos hacer y otras que no podemos, ni deberíamos, hacer. Recuperar el límite es recuperar la autoridad.
¿Cuál es la diferencia entre autoridad y autoritarismo? El diálogo. La autoridad busca dialogar y construir. El autoritarismo anula la pregunta y busca cosificar al otro.
Cuando los límites sociales no funcionan, son corridos o pasan a "depender de". Y al no existir la sanción, la masa actúa instintivamente.
Una última reflexión que surge aquí es la importancia de permitirnos ciertos niveles de frustración. Si deseamos algo, nos esforzaremos por conseguirlo. Dicho esfuerzo ya constituye un logro con nosotros mismos. La frustración no es mala porque permite la creatividad y el esfuerzo. Cuando alguien tiene todo servido en la mano, pretenderá que la vida también lo trate así y le dé todo sin ningún esfuerzo. Y en el otro extremo, se halla la hiperfrustración. Cuando todo es "no", todo es difícil de lograr, la persona se siente hundida en el enojo y el dolor, transformándose así muchas veces en alguien cargado de broncas.
Termino con la siguiente ilustración. Imaginemos que un bebé quiere subir al sofá. Sus padres pueden tomar tres caminos:
a. Gritarle: "¡No te subas, te vas a lastimar, tené cuidado!". Esa voz interna puede seguir creciendo a lo largo de su vida a través del temor.
b. Decirle: "Upa", alzarlo y dejarlo en el sofá. Esa criatura puede crecer y, aunque tenga 30 años o más, pedir que los demás sigan haciendo cosas por él o ella.
c. Actuar inteligentemente felicitándolo: "¡Muy bien, te felicito por querer subir al sofá!". Y luego tomarlo de las manos y permitirle hacer fuerza con sus pies. Así le enseñan a ese pequeño niño tres cosas:
- Que está bien soñar
- Que alguien siempre nos va a dar una mano
- Que no debemos olvidar que al esfuerzo siempre tenemos que hacerlo nosotros mismos
Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a Bernardoresponde@gmail.com