Reseña: Enviada especial, de Jean Echenoz
La vida de un autor también está hecha de malentendidos. Jean Echenoz (Orange, 1947) era un novelista reconocido cuando hace una década se puso a narrar con sobriedad los últimos años de Maurice Ravel. Prolongó el experimento con otros dos personajes reales: Correr, centrado en el maratonista olímpico Emile Zatopek, y Relámpagos, protagonizada por el inventor Nikolai Tesla. Esos volúmenes, tan contrarios al despliegue de sus tramas previas, de un estilo escueto que por momentos sonaba como un remedo de wikipedia, resultaron un éxito. ¿La paradoja?: a pesar de que revelaban cierto hastío creativo, fogonearon la carrera internacional de Echenoz como no lo había hecho el resto de su obra.
La mejor noticia de Enviada especial es que, haciendo a un lado aquellas vidas nada imaginarias, el escritor francés recupera la ironía lúdica de El meridiano de Greenwich, Cherokee o La aventura malaya, las ficciones de sus comienzos. En aquellas novelas, Echenoz tomaba elementos de diversos géneros –el policial, la novela de espionaje y de aventuras, hasta cierto punto el cómic– y liberaba a sus muchos protagonistas, casi siempre tarambanas, en un mundo contemporáneo que era al mismo tiempo tan ficticio como una maqueta.
También en Enviada especial figura un apretado catálogo de personajes que, al estilo de un folletín cartesiano, van cruzando sus destinos. Primero, Lou Tausk, un compositor de canciones populares que busca reeditar sin mucha convicción el hit (“Excessif”, si se quiere un improbable “Despacito” de los años ochenta) que todavía le rinde dividendos. Está Constance, su mujer, intérprete fortuita de la versión original de aquel tema. Hay un general y uno de sus adláteres, que planean una abstrusa intriga internacional, un viejo conocido de Tausk (de sus tiempos de revolucionario botarate) que purgó una pena en la cárcel, un par de secuestradores, algunas amantes y una multitud de etcéteras que intersectan la historia.
A pesar de la línea argumental y de las variadas subtramas, hay algo adicional, quizá más decisivo. En esta comedia extrema que no le escapa al humor negro, donde a cada vuelta surge una sorpresa o una torpeza, pesan más los giros de las frases que los acontecimientos. Como dos inigualables Raymond (Roussel y Queneau), Echenoz surfea por la superficie de la lengua (la traducción por momentos pierde de vista la famosa simetría del idioma francés), mientras se permite intromisiones omniscientes, zooms, y otros recursos. El método habilita digresiones, donde se cruzan toda clase de referencias, populares y de las otras. Las músicales, siempre presentes en Echenoz, podrían ejemplificarse con la coexistencia bajo la misma tapa de Patrick Hernandez (creador de “Born to be alive”, éxito de la era disco) con el Pierrot Lunaire de Schoenberg.
Los dos primeros tercios de Enviada especial sugieren un complot misterioso. Constance es secuestrada en las páginas iniciales y su marido consulta a su hermano, un abogado sin muchos escrúpulos, sobre cómo llevar la negociación. Pero de a poco (a pesar de recibir por correo el fragmento de un dedo, que supuestamente pertenece a Constance), Tausk va perdiendo interés en el asunto.
No es lo que un lector tradicional esperaría de una novela, pero el talento de Echenoz consiste en virar siempre por la curva más inesperada, confiado que la ficción sabrá construir su propio curso.
La ficción mayor, en este caso, es Corea del Norte, ese enclave comunista que parece atizar la imaginación occidental con la fuerza de su anacronismo. Echenoz, que ya supo enviar a sus personajes a una isla misteriosa en medio de la nada, al Ártico o al mismísimo purgatorio en forma de hotel, le tiene reservado ese exótico destino a Constance, que durante su cautiverio fue entrenada como impecable Mata-Hari. ¿La razón? En el país de Kim Jong-Un es considerada una megaestrella, todo gracias a haber sido la voz de “Excessif”. La sección final, que transcurre en Pyongyang y en la franja que separa el norte de Corea del sur, funciona como una espectacular parodia de James Bond en clave femenina. Que en la novela el mundo de Kim Il-Jung, por terrible que sea, parezca menos amenazante que los de otra narración (las noticias internacionales) importa poco. Enviada especial es literatura al cuadrado, no periodismo.
ENVIADA ESPECIAL
Por Jean Echenoz
Anagrama. Trad.: J. Albiñana
254 págs., $ 345