Reseña: ¿Qué clase de criaturas somos?, de Noam Chomsky
Noam Chomsky (Estados Unidos, 1928) es un águila de dos cabezas, aunque la metáfora no será de su agrado. En su vida académica, ha llegado a ocupar una posición dominante en los estudios del lenguaje y de la mente. Es el lingüista vivo más destacado y, sin exagerar, uno de los más importantes de la historia, a la altura de Ferdinand de Saussure o Wilhelm von Humboldt. En su vida pública, es uno de los intelectuales más escuchados entre los críticos del imperialismo norteamericano. Hizo su carrera en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), pero tiene más de cuarenta doctorados honoris causa. “El Elvis de la academia”, lo llamó Bono. Rigurosidad y ética, podría sintetizarse.
Esas dos vías, de inicio simultáneo, se mantuvieron casi paralelas a lo largo de sus 88 años. Pero en su obra más reciente tienen un espacio de confluencia. ¿Qué clase de criaturas somos? es la compilación de las conferencias Dewey, que Chomsky dictó en la Universidad de Columbia en 2013. Sus cuatro capítulos abordan preguntas fundamentales: “¿Qué es el lenguaje?”, “¿Qué podemos entender?”, “¿Qué es el bien común?” y “Los misterios de la naturaleza, ¿a qué profundidad se esconden?”.
Para los conocedores, el volumen representa una síntesis y un esfuerzo de reflexión que ofrece nuevas claves de lectura. Para los no iniciados, la posibilidad de acercarse a una obra monumental en tamaño pocket. Ahora bien, la amabilidad del formato no debe confundir sobre la profundidad del aporte, también en debates que trascienden la lingüística.
La revolución chomskiana se inició hace ya sesenta años, en 1957, con la obra Estructuras sintácticas, que cambió el modo de entender el lenguaje. Chomsky postuló que, bajo las diferencias entre los distintos idiomas, se encuentra un terreno común: una gramática universal, inscripta en nuestro cerebro. Su propuesta permite responder cómo los cachorros humanos, en pocos años, pueden aprender la complejidad de su lengua materna, ante la “pobreza del estímulo”, es decir, lo poco y enrevesado que escuchan de su entorno. Esas capacidades innatas se manifiestan también como una gramática generativa, permitiéndonos producir infinitas oraciones, pese a que las lenguas están formadas por un número finito de palabras y de reglas para combinarlas.
En las seis décadas de formulado, este marco teórico se fue desarrollando y puliendo. Se sostuvo frente a embates críticos –el último, muy divertido, de Tom Wolfe, que arremete contra Chomsky y contra Darwin en su libro The Kingdom of Speech (“El reino del habla”), publicado el año pasado– y abrió caminos en un abanico de disciplinas, de la psicología cognitiva a la filosofía analítica.
¿Qué clase de criaturas somos? rinde cuenta de la riqueza y madurez de su pensamiento. Un punto clave es la diferencia entre “problemas”, que “entran dentro de nuestras capacidades cognitivas”, y “misterios”, que quedan fuera. Coherente con su visión naturalista, Chomsky cree que las mismas capacidades que nos permiten explicar el mundo ponen límites a nuestro entendimiento. Y que la revolución de la ciencia que llegó con la mecánica newtoniana se basa en la aceptación tácita de esos límites.
Otro aspecto importante es la vinculación primaria que Chomsky establece entre pensamiento y lenguaje, en la tradición humboldtiana, mientras considera que la relación del lenguaje con la comunicación es secundaria. Insiste en que no hay un propósito comunicacional inscripto en las lenguas, en tanto “no son herramientas diseñadas por los humanos, sino objetos biológicos, como el sistema visual, inmune o digestivo”.
Es significativo que, entre estas disquisiciones abstractas, Chomsky haya incluido un capítulo dedicado a la política, en que discute principios básicos, pero también recorre la historia del pensamiento anarquista, hace referencias a las dictaduras de los setenta y ochenta en América latina, describe el estado de desigualdad que corroe la sociedad norteamericana y presenta el disparatado modo de funcionamiento de su sistema de salud, cuyo costo per cápita casi duplica el del resto de los países de la OCDE, como ejemplo de un Estado aquejado por la “incapacidad política”. Su corazón está con la que llama “genuina tradición libertaria”, pero al dar sus razones, no teme apoyarse ni en Karl Marx ni en Thomas Jefferson.
Lo dicho: una obra para todos de un intelectual casi único.
¿QUÉ CLASE DE CRIATURAS SOMOS?
Por Noam Chomsky. Ariel. Traducción: Jorge Paredes
191 páginas, $ 219