Reutemann, que hombre que hizo que un superclásico se jugara a la mañana
Con nostalgia y casi preocupación, Carlos Reutemann lanzó una frase que desarticuló y provocó incredulidad. “Los chicos no saben quién soy”, confesó, taciturno y un poco avergonzado, en una fría tarde de julio de 2014, en el autódromo Oscar y Juan Gálvez, de Buenos Aires. Lole, a los 72 años, se presentaba para girar en un auto de la monomarca Fiat Competizione, una categoría que acompañaba el calendario del Súper TC2000. Dimensionar la talla del último piloto argentino que ganó un Gran Premio de Fórmula 1 -el pasado 17 de mayo se cumplieron 40 años del triunfo en Zolder- es un ejercicio que demandaría escaso tiempo para las personas que guardan interés en descubrir el ajetreo de un deportista talentoso y la personalidad de un hombre que no traicionó sus convicciones. Un actor destacado del trepidante Gran Circo.
Los buscadores de internet dispararán alrededor de 2.100.000 resultados con apenas poner su nombre y apellido. Asomarán noticias, pero también las fotografías y los videos se multiplicarán y desnudarán imágenes de situaciones y hechos históricos: modelos de autos con los que dejó una huella en 146 carreras, las 12 victorias, los accidentes espectaculares y que en ocasiones arrastraron muertes, el podio con integrantes de la monarquía monegasca, los retratos con alguna figura de Hollywood que asomaba en los boxes atraída por la velocidad y el glamour que destila la F.1… Toda la información explota en menos de un segundo en las pantallas de las computadoras y Lole deja de ser un ilustre desconocido para las nuevas generaciones.
También existen otros métodos, que esquivan la ayuda de la tecnología, para intentar descubrir quién fue Reutemann para los que no fuimos contemporáneos de sus aventuras en la F.1 o, todavía más lejos, de sus inicios en el deporte motor, a mediados de la década del 60. Indagar a quienes tuvieron el privilegio de acompañarlo por el mundo o internarse en las páginas de los diarios y de las revistas de la época -de 1972 a 1982- resulta una tarea fascinante y recomendable. Dejarse cautivar por la exquisita pluma de Alfredo Parga, en LA NACION; de Germán Sopeña -Corsa-, o de Peter Windsor, una segunda sombra que El Grafico le sumó a Lole en los autódromos y en los hoteles que visitaba el Gran Circo, implica tomarse un tiempo, aunque la experiencia no resultará una pérdida de horas, sino un disfrute inigualable. Profundizar la averiguación representa develar simples secretos que se intuían ocultos para las personas que por aquellos años no teníamos acceso a los pasos de Lole. Más acá en el tiempo, los libros “Los días de Reutemann”, escrito por Parga y con prólogo del propio Lole; “Reutemann, rey sin corona en la Fórmula 1”, de Bruno Passarelli y Alejandro Di Giácomo, y “Ser o no ser, biografía de Carlos Reutemann”, de Gabriel Pandolfo… literatura para asimilar el último período trascendente de un piloto argentino en la elite del automovilismo mundial.
Los conceptos desgranados, los fragmentos a media palabra que entregaba Reutemann -Parga recordaba en sus magníficos textos que Lole renovaba su paciencia para explicar cosas viejas que el periodista ya conocía-, derivaban en los análisis agudos y en las interpretaciones que aclaraban el pensamiento de quienes los domingos a la mañana, con emoción y expectativa, se sentaban frente a un televisor -en su mayoría de pantalla en blanco y negro- para sintonizar la transmisión de ATC y escuchar los relatos del cordobés Héctor Acosta.
En un país con 27.800.000 habitantes, la audiencia de la F.1 en la Argentina tenía en 1980 un promedio 10 millones de espectadores. Para juzgar la trascendencia de la figura de Lole, el Gran Premio de Canadá 1981 -del 27 de septiembre- provocó que se modificara el horario del superclásico porque coincidía con el de la cita de Montreal, que se desarrolló por la tarde; ATC tenía la transmisión de los dos eventos deportivos y el automovilismo doblegó al fútbol, una situación impensada cuarenta años más tarde, donde la F.1 sólo puede verse a través de una señal de cable y, en ocasiones, también hay que abonar un paquete Premium. Y no se trató de un Boca-River sin relieve ni figuras el que se disputó aquella mañana en la Bombonera, porque algunos de los protagonistas de ese juego (3-2 para River) fueron Diego Maradona, Mario Kempes, Daniel Passarella, Ubaldo Fillol, Oscar Ruggeri, Norberto Alonso, Hugo Gatti, Américo Gallego, Ramón Díaz…
En el Festival de la Velocidad de Goodwood, en Inglaterra, el proyectista sudafricano Gordon Murray -diseñador de Brabham- puso en pista el modelo BT44B que corrió el santafecino; también Lotus homenajeó anteayer a Lole en el mismo espacio. El reconocimiento y el afecto de las escuderías Ferrari, Williams y McLaren, de Bernie Ecclestone, Jean Todt, Mario Andretti, Nelson Piquet, Alain Prost, Damon Hill, Riccardo Patrese… Señales del legado que dejó Reutemann, el hombre que se marchó quizá sin saber que los chicos también lo conocen. ¡Y cómo!