Se necesita una estrategia
La agenda de gobierno de Cambiemos ha debido confrontarse a los desafíos que dominaban la escena 11 meses atrás y que siguen vigentes: la situación social, una economía aquejada por traumas múltiples e instituciones afectadas por años de desmanejo. La Argentina también debe buscar caminos para reinsertarse en su vecindario y en el plano global. En materia externa el temario es vasto, pero hay una cuestión que tiene prioridad: China.
En primer lugar se destacan los aspectos económicos y comerciales. En los últimos años, el gigante asiático ha radicado inversiones en nuestro país por más de 10.000 millones de dólares. Los proyectos recorren un amplio arco: energía, minería, agro y finanzas. En materia comercial, en una década la balanza de intercambio de bienes revirtió su signo en más de 8000 millones de dólares, pasando de superávit a déficit. En 2015 el saldo resultó negativo en casi 6300 millones de dólares. Es probable que en 2016 las cifras sean más adversas. Pero no se trata sólo de una mirada mercantilista. Casi 80% de nuestra canasta de exportaciones se concentra en cinco productos primarios, mientras que las importaciones se distribuyen en cantidad de ítems. Esta "primarización" de nuestro intercambio conlleva dos dificultades. De una parte hay obstáculos para ampliar el acceso de nuestros productos al mercado del país asiático. Al mismo tiempo, el enorme potencial exportador de la industria de China hace mella en la producción y el empleo local.
En el pasado, los controles a las importaciones ayudaron. Pero las medidas resultaron insuficientes y fue necesario aplicar medidas de defensa comercial (antidumping), hasta el punto de que la Argentina batió récords en esa materia en relación con Brasil y México.
A este entramado se sumó en 2014 la decisión del gobierno de impulsar un Acuerdo de Asociación Estratégica Integral. Presionado por la necesidad de divisas, el gobierno anterior suscribió compromisos en una diversidad de materias (energía, infraestructura, pesca, finanzas, agricultura) y otorgó beneficios que van más allá de los concedidos por otros países de la región en acuerdos similares. La materialización del Acuerdo mencionado marcará las grandes líneas del diálogo con China en los próximos años.
La importancia de la relación con nuestro segundo socio comercial se inscribe en un escenario global que dista de ser diáfano. El crecimiento de las economías desarrolladas es débil, particularmente en Europa y Japón, y el pronóstico para Asia señala la desaceleración en razón de que China asiste a una transición en el modelo de desarrollo. A todo se suman las voces disconformes con los resultados de la globalización, basta observar el Brexit o la campaña presidencial en los Estados Unidos y la aparición de crecientes trabas al comercio.
La búsqueda de una relación más equilibrada con China obedece a nuestros intereses más inmediatos, pero no es una tarea a emprender en solitario. Brasil y el Mercosur tienen intereses similares a los nuestros en relación con Pekín. El diseño de una acción coherente requiere un debate transparente y abierto. Hasta el momento el Gobierno no ha explicitado cuál es su estrategia. Es hora de comenzar a trazar esta hoja de ruta de relación comercial con el mundo con las herramientas propias de la democracia. Al respecto, el Congreso tiene un papel que cumplir y el debate debe comenzar por China.
Presidente del bloque de diputados nacionales UCR e interbloque Cambiemos