
Se profundiza la división entre israelíes árabes y judios
Más de 15 meses de violencia isrealí-palestina deterioran la relación interna
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HAIFA, Israel
El edificio de departamentos, monótono y hecho de concreto, ubicado en la calle Allenby, une a dos mundos.
Los departamentos sin nombre, localizados en el corazón de la ciudad portuaria más grande de Israel, albergan a ambos grupos en un experimento de coexistencia, raro y accidental.
Y no está saliendo tan bien.
En algunos casos, los judíos y los árabes viven lado a lado, compartiendo una estrecha entrada al frente. Sin embargo, el ámbito de su interacción pocas veces va más allá de un saludo cortés cuando se encuentran en la escalera.
Los judíos dijeron que sospechaban de los árabes y los árabes que sospechaban de los judíos. Con algunas excepciones, nunca habían cruzado la línea divisoria religiosa y cultural, profundamente enraízada, para trabar amistad con sus vecinos, mucho menos invitarlos a sus hogares. Muchos ni siquiera lo han considerado.
"Podemos sentir el odio. ... Hay odio interno", dijo Ramzi Hanani, de 55 años, árabe que vive en el tercer piso con su esposa y dos hijas.
"Siento que muy dentro de ellos nos odian, aun cuando no lo demuestran", dijo Hertzl Davidovich, de 52 años, judío que vive en el piso de abajo. Se quejó de que las familias árabes se están mudando cuando los inquilinos judíos se van o se mueren.
Lo que es poco común de los departamentos de la calle Allenby es que ambos grupos apenas si tienen contacto.
Cerca de dos terceras partes de israelíes árabes y judíos dicen que prefieren vivir en vecindarios de su misma raza, según una encuesta nacional dada a conocer a principios de este mes por la Universidad de Haifa. Más de la mitad de ambos grupos dijo que nunca había visitado la casa del otro.
Con el estudio se muestran las divisiones en la sociedad israelí entre judíos y la minoría árabe; un resultado nada sorprendente. Sin embargo, también revela una separación cada vez mayor entre ambos grupos, incluso en Haifa, una ciudad secular en su mayor parte, que desde hace mucho tiempo ha presumido de una coexistencia pacífica.
Los más de quince meses de conflicto israelí-palestino, dijeron investigadores de la universidad, son, en gran parte, los responsables del deterioro en las relaciones entre judíos y árabes que viven dentro de Israel; un tipo diferente de víctimas de las mil vidas perdidas en los combates.
"Es una sociedad muy segregada. Los árabes no viven con los judíos, no socializan con ellos", dijo Ami Pedahzur, que es judío y uno de los tres autores de la investigación. "Al mismo tiempo, no hay la voluntad de acercarse más".
Entre los judíos, dijo, "hay un cambio muy fuerte hacia actitudes racistas, xenófobas y exclusionistas".
Antes del inicio del levantamiento palestino hace quince meses, judíos y árabes -cuya vasta mayoría es musulmana- vivían vidas separadas, pero cuando iban de compras, a cenar o al trabajo se cruzaban en el camino sin problemas. Desde septiembre de 2000, no obstante, la sociabilidad cesó casi por completo.
Los árabes israelíes, que representan el 19 por ciento de la población o un millón doscientas mil personas, dicen que se identifican con la causa palestina y algunos se consideran a sí mismos tan palestinos como israelíes. Sin embargo, la mayoría ha tomado distancia respecto a los combates y dice que no aprueba los ataques suicidas.
No obstante, en un caso muy conocido que sucedió en septiembre, un terrorista suicida árabe de un pueblo al norte de Haifa mató a tres judíos israelíes en una estación de tren. Y un conductor de taxi árabeisraelí fue arrestado en conexión con un terrorista suicida palestino a principios de este mes que mató a quince israelíes en un autobús urbano en Haifa.
Hace poco, con caracteres grandes, los titulares de primera plana de un periódico local decían: "Hamas está aquí", refiriéndose al grupo combatiente palestino que ha patrocinado varios de los ataques recientes contra israelíes.
"Los judíos perdieron la confianza en los árabes. Es una cierta sensación de traición", dijo Pedahzur. "El sentimiento de que éste es el vecino en quien confié durante años y ahora está ayudando a los terroristas para que me ataquen y pongan explosivos en el autobús".
En Haifa, los árabes conformaban la mitad de la población cuando fue fundado Israel en 1948. Actualmente, sólo son cuarenta mil de los 270.000 habitantes. Con todo, hay destacados físicos, abogados y funcionarios municipales árabes.
Sin embargo, en los últimos meses, las relaciones se han deteriorado, comentaron los habitantes. Por lo general, el contacto está limitado a unos cuantos vecindarios mixtos, donde los árabes y los judíos viven juntos, no por gusto sino, frecuentemente, porque no pueden cubrir los gastos para mudarse o porque son demasiado viejos y débiles para irse.
"No pienso que sea un modelo de coexistencia", señaló Pedahzur refiriéndose a Haifa. "Sí nos gusta la comida árabe. Sí nos gusta ir a los mercados árabes. Pero no tiene nada que ver con relaciones sociales y ése es el problema".
En las entradas lúgubres de los departamentos de la calle de Allenby, algunos residentes, judíos y árabes, se negaron a comentar sobre el tema tabú. En las calles del vecindario mixto muchos tenderos árabes que dependen de los clientes judíos insistieron en que no había ninguna tensión.
Sin embargo, detrás de las puertas cerradas, los residentes revelaron una desconfianza y resentimiento mutuos. Algunos incluso extrañan las relaciones más agradables de los años pasados.
"Nuestros hijos solían jugar juntos, pero cada año se pone peor", dijo Nawal Hanani, de 46 años, una mujer árabe que vive en un departamento del tercer piso.
Su hija de 18 años, Violeta, se había hecho amiga de una chica judía por medio de un proyecto de coexistencia, patrocinado por sus escuelas (Los árabes y los judíos asisten a distintas escuelas en Israel). Sin embargo, la amistad, y el programa terminaron repentinamente hace dos años después de que las dos maestras encargadas del mismo discutieron en voz alta sobre si los palestinos fueron obligados a salir de Israel en 1948 o si se fueron voluntariamente; un debate que es crucial para situación de la línea divisoria entre judíos y árabes.
El padre de Violeta, Ramzi, trabaja con judíos como empleado por contrato en la refinería de petróleo local. Comentó que, durante años, ha tratado infructuosamente de obtener un empleo permanente en la refinería, un reclamo que es eco del de muchos árabes en Haifa.
Ramzi dice que tiene amigos judíos. Sin embargo, en catorce años de vivir en el departamento, nunca los ha invitado a entrar.
"El problema es el otro lado, ellos tienen su opinión y no la van a cambiar", explicó. "Pueden pensar que tenemos los mismos derechos, pero no es así".
Según la investigación de la Universidad de Haifa, para la que fueron encuestados 1008 ciudadanos israelíes –706 judíos y 302 árabes– mayores de 18 años, casi tres cuartas partes de judíos dijeron que pensaban que los reclamos árabes por discriminación eran injustificados. La mitad de los judíos encuestados dijo que el gobierno israelí trata demasiado bien a los árabes.
"Lo que me molesta principalmente" –manifestó Davidovich, el judío que vive en el segundo piso de los departamentos– es que no sirven en el ejército, pero sí tienen los mismos derechos y realmente no les importa lo que está sucediendo en este país." Davidovich, un guardia de seguridad escolar que dijo haber servido durante muchos años en el ejército, nunca ha invitado a un árabe a su departamento en los quince años que él y su esposa Carmela han vivido allí.
"Nos esforzamos mucho por ser amables los unos con los otros", dijo, pero admitió: "Nosotros básicamente no tenemos ninguna relación con ellos. Generalmente, sólo es shalom, shalom o buenos días, pero eso es todo. ... No, no hay ninguna coexistencia. Si compro falafel allá, ¿significa que eso es coexistencia? No lo creo".
No obstante, algunas personas en el conjunto de departamentos dijeron que ambos lados pueden, y algunas veces lo hacen, compartir sus vidas.
Lorenza Sahawani de 70 años, una mujer árabe que vive sola en el departamento que ha habitado durante 40 años, dijo que extrañaba a su vecina y amiga, una judía que está de vacaciones en París.
"Arabes y judíos, son lo mismo para mí", dijo. "Vamos a sus bodas, vienen a las nuestras. En Haifa, nos llevamos bien".
También, Ahmed Ganam, de 38 años y dueño de un restaurante, parece moverse a la perfección entre ambos mundos. Vende comida árabe en la calle de Allenby y tiene su casa en un barrio residencial en los altos del Monte Carmelo, donde es el único árabe. Habla hebreo sin ningún acento apreciable y podría pasar por judío en la calle, si no fuera por su nombre y por el hecho de que se considera "primero palestino y después israelí".
Comenta que tiene muchos amigos judíos. Sin embargo, después de un suicidio terrorista –en Haifa ha habido dos en diciembre–: "Siento que tengo que ofrecer disculpas y decir que yo no lo hice".
Culpó a los políticos de ambos lados por tratar de "obtener ganancias a costa de los ciudadanos".
"Yo soy musulmán, mi esposa es cristiana y asistí a una escuela judía y ésa es la forma en que pienso que debería ser para todos", dijo.
El problema es que poquísimos en Haifa o en cualquier otra parte de Israel estarían de acuerdo.



