
Semana 47 de 2002
Por Esteban Peicovich
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El hombre se llama John Poindexter y dentro de poco deberemos hacerle un lugar en nuestra cama. Ex asesor de Reagan, actual de Bush, diseña el maxisistema para que espíe a cualquier hora a todas las computadoras del planeta. Por paradoja, la promoción revulsiva de este festival Orwell-Bush tiene por sponsor al fantasmático Ben Laden. El saudita asusta, Estados Unidos se autoflagela y Occidente se hace cruces. La semana última una ley USA le desbrozó el camino: 170 mil expertos vigilarán a 270 millones de norteamericanos a través del ojo polifemo del FBI. El novísimo strip tease social costará 37 mil millones de dólares. Es como 1984 . O como Stalin. Aunque no tan a lo bestia, sino licuado en democracia light. Pero perturba igual. Lo cierto es que éramos mejores en la etapa batracia del pantano. La historia se atrancó y está pidiendo fontanero. Trocamos cambio interior por cambio exterior. Aparatos para ansiedad y ambición en lugar de santos, fábulas y abuelas. Conocer el identikit de los Reyes Magos (los del camello y los de casa) no nos sirvió para nada. El hada tecnológica nos robó la imaginación y la transformó en fantasía. Loca. Ahora somos un Peter Pan perdido entre átomos, genes y chips. Poindexter apronta su gran ojo electrónico para clavarlo en nuestra nuca. Sería penoso que ya fuese tarde. Destino gilún descender del mono para ofender así a tan humano antecesor primate. Acabar en pelele con control remoto. En chapuza. En mono tecnológico. Con navaja.
Al sofisticado chismógrafo Poindexter lo suplen entre nos la cámara oculta, el rating y los discursos de Menem. Por ellos se conoce ipso facto el sapo que traga y el vidrio que masca buena parte del ser nacional. Sus finos sensores obtienen la semiplena prueba por la que debemos ser detenidos sin gracia de excarcelación. Pero no pasa nada. Las encuestas mantienen el tedio en su meseta. Rating, cámara oculta y Menem pueblan el aire de avispas, desperezan y reaniman la vida social. La hambruna tiene más prensa que la corrupción que la alienta. Riera, Domato, Bussi, Ortega, Miranda (misma estirpe feudal), permanecen ocultos en sus retratos de gobernador. No necesitamos que la Constitución se destaque por bella. Es sólo papel mojado si no contiene el artículo que de modo instantáneo permita actuar sobre responsables de tal sucesiva tragedia provincial. Pero el entero país es un Tucumán galopante. Prueba 1: en 1983, un 8 por ciento de pobres; en 2002, el 50 por ciento. Prueba 2: en 11 meses, el 45 por ciento de inflación y el 265 por ciento de devaluación. Prueba 3: de cada 10 jóvenes menores de 18 años, malviven 4, sobreviven 3 y sólo viven civilizadamente 3. Ya no se habla de la Argentina, sino de nosotros. De los habitantes de ese país, el primer país productor de alimentos (per cápita) del mundo, que desnutre hasta dejar morir de hambre a 35 mil niños por año. ¿No deberíamos (como país) ser llevados ante la Corte de La Haya?
Además de doler, la semana acercó estos fenómenos: 1) cronograma última edición: a presidente y vice (abril 27), segunda vuelta (mayo 18), traspaso (mayo 25); 2) utopía de Duhalde: Lole al gobierno. Chiche al poder; 3) pesadilla radical: tres afiliados, tres candidatos; 4) destape del principal rival de Menem (él mismo): pedir que "saturen" las calles con fuerzas de seguridad que la liberen de piqueteros "encapuchados armados con garrotes" y prometer (como alguna vez el cohete Salta-Tokio) sanear el Riachuelo y unir Buenos Aires y Rosario con tren bala (sic); 5) culebrón judicial: cura procesado por gravísimo delito sale con grilletes, fugitivo pero a la vista, y sonriente.
No proyecta el Gobierno. No proyecta la oposición. Sí, Filoctetes. 25 muñecos de látex de tamaño adulto instalaron metafóricamente a 36 millones de argentinos de carne y hueso en las calles de su actualidad nacional. Ni golpe de efecto ni óptica ilusión. Nosotros (todos). De cuerpo presente. Hay imagen tomada por cámara oculta. Esta Semana la tiene.
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