Soñar, una actividad tan decisiva como respirar
No solo se trata de dormir o descansar; los sueños, además, preservan el equilibrio y bienestar psíquicos
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El dormir permite al sujeto soñar y el soñar cumple una función esencial en la dinámica psíquica. Es decir, le concede al sujeto la posibilidad de representar aquello que lo afectó emocionalmente pero que para su conciencia permanece oculto. Lo que llamamos figurabilidad del sueño le muestra en imágenes situaciones de la más diversa índole, desde las más agradables hasta las más dolorosas, episodios que se ofrecen a ser interpretados para su desciframiento.
El confinamiento, el aislamiento y el distanciamiento social acompañados de la incertidumbre, la inseguridad, la crisis económica y el amenazante regreso a la fase 1 de la cuarentena provocan síntomas, inhibiciones, miedos y angustias que llegan a la consulta de los psicoanalistas de manera creciente.
El insomnio, las pesadillas, los sueños de angustia o la necesidad incontrolable de querer seguir durmiendo son padecimientos que vienen a la consultar con frecuencia. Acompañan a la tristeza, el agotamiento: repercusiones de los embates de la pandemia.
El sueño es el guardián del dormir, pero no es así cuando se trata de sueños de angustia. Es decir, los que provienen de neurosis traumáticas, como las que resultan de haber pasado una guerra, derrumbes económicos severos, episodios de violencia o abuso, pérdidas repentinas de seres queridos. Estos sueños generalmente son repetitivos. La compulsión de repetición es un intento del sistema psíquico de elaborar el trauma, y muchas veces, al no lograrlo, se produce un despertar angustioso.
Un paciente que había viajado al campo al principio de la pandemia se entera de que su padre contrajo Covid-19 y está grave. Muere en un muy corto plazo de tiempo y no le da tiempo de regresar y verlo con vida. Al paciente se le repite un sueño: sube a un auto que tiene un espejo roto, quiere arrancar pero hay mucha gente que le obstruye el paso. Grita que se corran y cuando quiere acelerar el auto no se mueve. Sobresaltado, se despierta agitado. Primeramente hay una asociación con el espejo roto, relativa a la familia quebrada tras la muerte del padre. Luego el paciente recuerda cuando volvía a toda velocidad por la autopista, esperando encontrar a su padre vivo.
Los sueños son una realización de deseos inconscientes que cuando se descifran en el análisis descubren el meollo en que el sujeto tenía enredados los pies y no le permitía avanzar en los senderos de su vida. Se manifiestan como un mensaje a descifrar y se dan a leer como un jeroglífico.
Una joven mujer, que inicia su análisis durante la pandemia, repite quejosamente que está encerrada. Hermana menor, vive con sus padres que, ya muy mayores y aterrorizados por el posible contagio, no le permiten salir. Sin empleo, no puede encontrarse con amigos y es espectadora cotidiana de las rencillas entre sus padres. Ante esta situación, empieza a deprimirse.
Comenta que quiere mudarse, que entre sus ahorros y lo que sus padres le podrían ofrecer anhela alquilar un departamento en la capital. Así le sería más fácil conseguir empleo, ver a sus amigos, tener una vida más placentera. Pero aún no se atreve a plantear esto a su familia. Trae varios sueños al análisis y en todos aparecen valijas. En uno se va de viaje y se olvida la valija, en otro baja las escaleras de su casa y hay una valija en la puerta. En la interpretación analítica surge que se podría leer en la palabra valija que se va la hija. Esa fina lectura entre líneas abre el abanico de sus posibilidades como mujer, más allá de quedar retenida sólo como hija.
La frase del reconocido psicoanalista Moustapha Safouan sigue vigente: El sueño tiene un trabajo de producción. Es la producción de un sentido nuevo para el sujeto.
Psicoanalista, vicepresidenta de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.








