Un pequeño gran paso a ser imitado
El hecho de que la Legislatura bonaerense haya dictado recientemente -con un consenso de fuerzas políticas interesante- la ley que circunscribe los cargos electivos a una sola e inmediata reelección (intendentes, legisladores provinciales, concejales y consejeros escolares) es más que auspicioso y esperamos que, como toda buena iniciativa, se propague por todo el país.
Se trata de un pequeño gran primer paso en la búsqueda de una sociedad más republicana y con instituciones más sólidas. "El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente", dijo lord Acton. Así que, limitar las reelecciones limitará el poder y obligará a los actores políticos a ser más democráticos y republicanos, y por supuesto, a dejar atrás resabios feudales.
No es posible sostener seriamente que una persona ocupe un cargo electivo por más de dos décadas consecutivas, como viene ocurriendo en algunos municipios no sólo del Gran Buenos Aires, sino de toda la Argentina.
Por eso, mantienen vigencia sobre ese aspecto del poder las palabras de Karl Loewenstein con relación a cualquiera de los cuatro órdenes de gobierno constitucionalmente admitidos (nacional, provincial, municipal y de la ciudad de Buenos Aires). En su obra Teoría de la Constitución, el autor alemán brindó las pautas que diferencian un Estado constitucional de un Estado autocrático, y sostuvo que el primero es aquel que se basa en el principio de la distribución del poder. "La distribución del poder existe cuando varios e independientes detentadores del poder u órganos estatales participan de la voluntad estatal", señaló, mientras que el Estado autocrático "es el sistema opuesto, donde existe un solo detentador del poder, que puede ser una persona (dictador), una asamblea, un comité, una junta o un partido. Dado que no existe ningún detentador del poder independiente de él, el ejercicio del poder no esté distribuido, sino concentrado en sus manos."
Haciendo una suerte de analogía (sobre todo en alusión a los intendentes del conurbano, los denominados "barones"), Roberto Gargarella, con lógica implacable, apuntaba: "Una enorme mayoría de politólogos ha coincidido -curiosamente- en la conclusión según la cual el sistema presidencialista es muy defectuoso, por lo que los sistemas hiperpresidencialistas latinoamericanos son, simplemente, hiperdefectuosos".
Esta norma de la provincia de Buenos Aires permitirá disminuir progresivamente la voluntad discrecional de los que mandan, sujetándonos a reglas impersonales y por ende objetivas de derecho, para demostrar así, como característica propia de una república, que nadie es imprescindible (por más votos que tenga) y que el sistema democrático republicano es más importante y trasciende a las personas.
De manera indirecta, la ley sancionada vuelve a los ciudadanos "más iguales ante la ley" y garantiza una igualdad de hecho (siempre el político que está en el ejercicio del poder "corre con ventaja" frente al candidato retador que quiere desbancarlo a través de las urnas, estableciendo una suerte de competencia desleal).
Tampoco estimamos que esta norma afecte la autonomía de los municipios. En una república democrática nadie tiene derecho (aunque lo voten) a estar en los cargos ejecutivos más tiempo que algunos monarcas.
Finalmente, sería por demás saludable que la iniciativa adoptada por la Legislatura bonaerense sea replicada no sólo en otras provincias del país, sino también dentro de los propios sindicatos.
Nada hay más fuerte ni más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo, decía el poeta Victor Hugo. Hacemos votos para que esta hora del cambio sea la de nuestros días.
Abogados especialistas en Derecho Constitucional y docentes universitarios