
Un poema para el perro
Silvia Hopenhayn Para LA NACION
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Los libros no muerden, pero algunos ladran. Un ejemplo textual es el volumen Perras , de Ediciones en Danza, una jauría de poemas dedicados a los perros. Es decir, un canto al can.
Distintos escritores, casi todos a partir de una experiencia personal, le brindaron a Javier Cófreces (el poeta compilador) un texto inspirado por sus queridos animales. Cófreces, por su parte, se propuso realizar este libro para mitigar la tristeza que le provocó la muerte de su boxer, Mireya. Pero lo que surgió primero como un homenaje terminó convirtiéndose en un paseo de perros literarios.
Vale recordar algunos canes célebres de la literatura. Uno de los primeros, cuya mirada moribunda llega a nuestros días, aparece en la Odisea y es Argos, el de Ulises; también habría que mencionar a los del no tan conocido "Coloquio de los perros", narración que forma parte de las Novelas ejemplares de Cervantes. Flush , la novela basada en la vida de un perro, de Virginia Woolf, es referencia obligada; Kafka escribió un relato tremendo, "Investigaciones de un perro", que podría cruzarse con Cujo , de Stephen King. Y la lista continúa. Son varios los escritores latinoamericanos amantes de los perros, de José Donoso y Adolfo Bioy Casares a Fernando Vallejo.
Según dice Eduardo Mileo en el poema "Perra y mar", incluido en la antología, "cualquier animal puede escribir la historia", pero no de cualquier manera.
Los poetas incluidos en esta compilación son de pura raza. No hay aquí fácil sensiblería ni la mascota en cuestión adquiere un estatuto desproporcionado. Los autores rinden tributo a su perro en poemas ricos y diversos.
Diana Bellessi, en estas páginas, sale a pasear con Talita Kumi, su afamada fox terrier (que, ya entrada en años pero no en mañas, es capaz de permanecer callada durante un almuerzo de escritores a cambio de tan sólo un bol con agua). El poema "La iniciación" muestra el momento en que Talita Kumi decide correr a todo bicho que camina, así "como en mí la frase/ suelta que gatea/va a parar al verso", escribe Bellessi.
Por su parte, Susana Villalba, en su poema " Unplugged ", da rienda suelta a la bestia: "Los perros nos lanzamos/ contra las fauces del cielo/ a dentellada limpia./ y mutua./ el hombre/ es una enfermedad moral/ del animal". Santiago Sylvester, en "Perro de laboratorio", indaga la muerte del perro, la de aquel que no sabe que va a morir. Reynaldo Sietecase, también partícipe de esta loa canina, prefiere la "venganza de perro" que la lamida de la mano del amo, mientras que Andi Nachon rescata, en "Ivi", la extraña dignidad del perro. Alicia Genovese invoca la sombra de su perra: "En el felpudo de sus noches/ quedó su fantasma de apaleada/ y reaparece sobre mi ocio./ Cómo haré para no ser yo la inexistente, mi doble/ sobre el yute polvoso de la puerta".
Cófreces incluye poemas de Juan L. Ortiz, César Fernández Moreno, Julio Llinás, Raúl González Tuñón, Viel Temperley y Joaquín Giannuzzi. Todos fueron poetas con perros. Y cada perro tiene su poema.
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