Una advertencia que llega desde el pasado
Patrick Boucheron, medievalista francés, pasó diez años obsesionado con el portentoso mural pintado por Ambrogio Lorenzetti (ca. 1290-1348) en el Palazzo Pubblico de Siena, conocido como Alegoría del buen y el mal gobierno, que desde hace más de un siglo se usa para ilustrar "todo lo que nuestra Modernidad tiene de halagüeño" (la Justicia, la Igualdad, la Concordia), en contraste con la fealdad de la tiranía, la discordia y la violencia. El resultado de esa obsesión es un ensayo extraordinario: Conjurar el miedo (Fondo de Cultura Económica), en el que Boucheron analiza desde perspectivas historiográficas, políticas y estéticas esa fuente inagotable de símbolos que es la obra de Lorenzetti.
El autor se adentra en la difícil tarea de recurrir a la palabra para desentrañar un complejo universo que se ha manifestado (y se basta a sí mismo) por medio de la imagen. Primero describe la pintura -que ocupa tres paredes de la Sala della Pace-, señalando la ubicación que el artista dio a personajes y situaciones, lo que permite conjeturar su jerarquía y su valoración ética.
Luego entra en tema con una advertencia crucial: lo que vemos no es el mural en sí, sino el conjunto que el mural integra con las sucesivas capas de interpretaciones que los "profesionales del sentido" (desde religiosos hasta historiadores del Derecho y del arte) han producido sobre él a lo largo de los siglos. Y si en un comienzo cabía entender la obra como una reflexión edificante sobre los beneficios de la paz y los perjuicios de la guerra, nuestro tiempo nos permite descorrer velos hacia algo más profundo. Por ejemplo, el miedo que motivó el encargo. Lo que estaba en riesgo entonces era un sistema de gobierno colegiado y rotativo, que significaba un avance frente a modalidades más primitivas y autoritarias de ejercer el poder.
Boucheron lo explica en palabras que, actualizando el mensaje de Lorenzetti, traen al lector contemporáneo resonancias inquietantes: "Los ciudadanos sieneses están orgullosos de su república, pero esta se encuentra en peligro. Merodea el espectro de la señoría, que el pintor representa como un monstruo cornudo salido de las entrañas del infierno o, mejor, vuelto de un pasado que se creía liquidado. Quién no ve, hoy, que la democracia está subvertida y que de nada sirve describir esa amenaza como el retorno de las ideologías asesinas. Ahora bien, a esa sorda subversión del espíritu público, que corroe nuestras certezas, ¿cómo llamarla? Cuando faltan las palabras de la réplica uno está desarmado: el peligro se torna inminente. Lorenzetti también pinta eso: la parálisis ante el enemigo innombrable, el adversario cuyo rostro se conoce, sin que pueda decirse su nombre".
Conjurar el miedo, Patrick Boucheron (Fondo de Cultura Económica)