Una conquista histórica
El 30 de octubre de 1983 se produjo un hecho que significó ponerle una bisagra a la historia argentina. El pueblo de la Nación le daba a Raúl Alfonsín su voto para presidir el país, elegido por la mayoría absoluta de un pueblo deseoso de libertad. Entonces, desde el balcón del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical afirmó: "En este día inauguramos una nueva etapa en la Argentina. Inauguramos un largo período de paz y de respeto por la dignidad del hombre y de los argentinos... Este día debe ser reconocido por los argentinos como el día de todos". Era un momento fundacional. Era la búsqueda para la consolidación de la democracia, como prefería expresarse, y conciliar la difícil armonía entre democracia y república, afianzando las instituciones que debían asegurar la gobernabilidad.
Apenas asumido Alfonsín se manifestó contra la impunidad rompiendo con una tradición de más de ciento setenta años de amnistías, y puso inmediatamente en marcha el prometido proceso a las Juntas Militares que gobernaran criminalmente al país, las que fueron sentenciadas. Ese juicio ejemplar que se cerró con el "nunca más" que pronunció el fiscal Julio César Strassera clausuró para siempre la sucesión de golpes de Estado que ensombrecieron la historia argentina a partir de 1930. Y se juzgaron y condenaron, igualmente, los cabecillas del terrorismo montonero.
El presidente Alfonsín fue el adalid de la defensa y promoción de los derechos humanos, desde la creación y su pertenencia a la Asamblea de Derechos Humanos hasta su obra presidencial cumplida con la adhesión a los tratados internacionales y la promulgación de leyes de protección de los mismos, los que luego, por su iniciativa, tuvieron rango constitucional en la reforma de 1994.
Raúl Alfonsín fue el hombre nacido con un destino que asumió y honró: servir a la patria y buscar la felicidad de su gente. Desde la política, que vivió como una pasión, su vida entera fue puesta al servicio de ese sueño.
"La tarea principal que nos encomendó el país en 1983 fue construir una democracia", escribió Alfonsín en su libro Memoria política, en 2004. Él cumplió plenamente, y es el "padre de la democracia" reconocido por todos, dentro y fuera del país.
A manera de testamento político, ya debilitado por la enfermedad, en el homenaje que se le tributó el 1° de octubre de 2008, en el Salón de los Bustos de la Casa Rosada, sede del Gobierno Nacional, el doctor Raúl Alfonsín dijo en un mensaje dirigido especialmente a los jóvenes: "Siempre creí, y así lo dije en tantas oportunidades, que es la misión de los dirigentes y de los líderes plantear ideas y proyectos evitando la autorreferencialidad y el personalismo; orientar y abrir caminos, generar consensos, convocar al emprendimiento colectivo, sumar inteligencias y voluntades, asumir con responsabilidad la carga de las decisiones. Sigan a ideas, no sigan a hombres".
Para honrarlo hoy, a treinta y cinco años de su elección como presidente de la República Argentina, a la que situó con respeto en el mundo democrático del que estaba alejada, tenemos que tomar la gran enseñanza de su vida, de conducta ejemplar y principios inclaudicables, y seguir su trayectoria trabajando siempre por el perfeccionamiento de la democracia alcanzada pero todavía insuficiente, que no es solo política, sino económica, social, cultural y de innovación y progreso.
Desde el lugar en que se encuentre, seguramente lo espera de nosotros.
Exvicegobernadora de Buenos Aires