
Juan: el uruguayo desvirgador
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Después de cumplir 24 años todo parecía una película de terror. Había vivido un año en Europa, sola, lejos de mi casa. No era una mina hiperreligiosa, había besado pero seguía siendo virgen. Sí, eso no había cambiado. Volví con toda la intención de que Ramiro, el del beso de miel, fuera mi primer hombre pero la vida se volvía a reír de mí y él ya no estaba interesado.
Para ponerle más dramatismo a la cosa, a la vuelta me encontré con mi abuela muy enferma. Volví por una razón simple: se casaba mi mejor amiga y yo era la testigo, pero nadie se había animado a adelantarme cómo estaba Yola.
Los días previos al casamiento de Meri y Diego fueron tremendos, me los pasaba entre la clínica y alguna juntada previa a que se unieran en sagrado matrimonio. No sabía bien de dónde sacar las fuerzas pero tenía que estar pilas por ella. Mi abuela se murió un lunes y ella se casó el viernes de esa semana.
Así estaba de ánimos yo en su casamiento. Pero intenté de una manera muy básica poner mi tristeza de lado y meterme en la fiesta. Obviamente tomé alcohol, cosa que abunda en esos eventos. El marido de Meri es uruguayo y había un montón de gente del otro lado del río esa noche. Había un pibe, un tal Juan, que yo tenía de nombre. Meri siempre me lo había querido presentar... era uno de los mejores amigos de Diego. "Juan es para vos", me repetía cada vez que podía. Y bueno, yo convencida por su predicción -Meri tira las cartas- me entregué a su hipótesis.
Esa noche nos presumimos toda la fiesta. Me miraba de reojo, me hablaba, me invitaba un trago pero no pasaba mucho más. Obviamente el traje ayudaba, Juan no es un pibe lindo, es extra narigón, muy flaco y con cara de "presidiario". Además, tiene el bonus de ser un poco drogón y fanático de la música pesada. Pero... a Meri le parecía perfecto para mí y yo confié.
El casamiento derivó en un after. Nos fuimos todos a la casa de uno de los amigos de Diego y ahí Juan se animó a encararme. Nos dimos muchos besos y nos fuimos juntos, eran como las 10 de la mañana, él se fue a la casa en la que estaba parando, al otro día se volvía a Uruguay. Yo me fui a mi casa a dormir.
Había sido divertido, pero pensé que iba a quedar ahí. Él vivía en Montevideo, era inviable. Pero, como se imaginarán, no terminó ahí...
El jueves les cuento cómo fue el gran momento.



