
La siamofuorización

Por más que uno intente e intente, a veces resulta difícil encontrar a los responsables de determinadas estéticas. Mientras que la lógica de la industria de la moda indica que las tendencias provienen de grandes capitales como París, Nueva York o Tokio; la realidad nos hace doler los ojos con estilos que son, por lo menos, cuestionables, y mucho más cercanos. Pero el problema no radica en que existan feos estilos (que de hecho, siempre existieron), sino en que el mal gusto hizo metástasis en buena parte de la industria. Si antes las prendas sobrecargadas de colores y detalles estaban reservadas sólo para los futbolistas, ahora hay que estar muy atento para no clavarse una camisa con tres ojales de decoración y dos cuellos. Pero vayamos por partes.
Basta con hacer un poco de arqueología textil para darse cuenta que todo empezó con las remeras con frases italianas, que fueron un furor en 2006. A+ Refans era la marca en cuestión, y Nicolás Cabré el culpable de popularizarlas, al punto de que era difícil salir a la calle y no cruzarse con alguna. "Siamo Fuori" y "Calcio" eran los diseños más cotizados. Y pasó lo que siempre pasa: como eran bastante caras, las imitaciones no tardaron en aparecer, y con ellas la saturación visual. Pero todavía faltaba lo peor.

La moda siempre había encontrado inspiración en el diseño, las vanguardias artísticas y hasta en los movimientos sociales, pero nunca en el fútbol. Y fueron los futbolistas -no sólo las estrellas de fútbol, sino los futbolistas del montón, los medio pelo que ganan cientos de miles de euros en Europa, los enamorados del músculo propio y que esperan a que termine la concentración para darse un baño de vida nocturna- los que generaron el nicho para que otras marcas les dieran el atuendo que necesitaban. Vete al diablo, Cara Cruz y -sobre todo- Siamo Fuori le pusieron uniforme a un estilo supercargado que quedó expuesto sobre todo en el último mundial: deportistas híper lookeados, tatuados, de cuerpos y peinados cuidados, tan o más pendientes de las cámaras como del juego.
Y llegó la siamofuorización. El virus se propagó hacia otras marcas, que suman costuras donde no hay nada que coser, ojales donde no hay botones, más cuellos a camisas que ya tenían uno y tramas y colores y telas diferentes. Siamofuorizarla es agregar siempre algo, sin importar si cumple o no alguna función. El tunning es a los autos lo que la siamofuorización a la ropa. Incluso marcas impensadas, como Zara, también cayeron en la misma, quizás por tener versiones accesibles de esas marcas de lujo con las que se viste el pibe común que, gracias a sus habilidades, llegó a Europa. Y si el pibe común puede, ¿por qué el otro no?

Si uno googlea "Siamo Fuori" encontrará que es una figura retórica que alcanza para describir a ciertas personas. "¿Quién es el Siamo Fuori que está con Baby Etchecopar?", se lee en Twitter. La marca hizo su parte: su lema es "indumentaria oficial del jugador de la noche", y recurrió a personajes como Matías Alé, Alejandro Fantino, El Ogro Fabbiani, Marquitos Di Palma, Guillermo Cóppola, Melina Pitra, Zaira Nara y Cinthia Fernández para sus gráficas y publicidades. Quizás por eso también sea fácil unir a siamofuori como concepto, con lugares como Esperanto y Club One, a oficios y ocupaciones como el de botinera, a cejas masculinas depiladas, a pelito con gel y a programas de auspiciantes de segunda línea, como Gran Hermano.
Las modas y tendencias son volátiles, pero la siamofuorización resiste. En cuanto el marketing del buen gusto se avive de que vestir bien a los futbolistas puede generar un gran mercado, estaremos salvados. Y un pedido: si no lo hacen por convicción, que al menos lo hagan para vender.
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