
Raúl: el petacón que eligió a la amante
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Lo que siguió fue patético: una charla en la que me decía que quería volver todo atrás, que yo era una copada, que fuéramos amigos. Me pedía por favor que no le deje de hablar, porque no lo iba a soportar. ¡Claro! Yo era la única que no había tomado parte en su quilombo con Noelia. Sin mí, volvía a estar solo.
Otra fiesta a los pocos días. El muy histérico, que quería ser mi amigo, me hizo una escena de celos cuando yo estaba hablando con un pibe en el bar. Nos cagamos a puteadas atrás de una columna. De vuelta, toda la oficina presenció la escena. Hubo un par de besos y empezó la tortura. Me veía hablando con alguien, me mandaba un mensaje por el chat. Si me ponía una calza, una catarata de palabras. Pero después, la nada.
Pasaron un par de meses. Yo estaba obsesionada mal con este energúmeno, necesitaba dejar de sentir que "el gordito gil" me había rechazado en su cama, quería ser yo la que decía que no. Y él, en algún punto, se reía de mí. Me traía mate, me hablaba en frente de todos. Noelia masticaba bronca. Pero los avances no llegaban, hasta que un día, cerca de las Fiestas, no soporté más. Habíamos estado brindando y eran como las 9 de la noche (en esa época trabajaba en el turno tarde y Raúl también). Bajamos juntos y me preguntó en qué me iba. Vivíamos a 10 cuadras, podíamos viajar juntos. Yo dije subte, él bondi. Me indigné tanto.
A las dos horas le mandé un mensaje de texto. La ansiedad me mataba. Nos encontramos en un bar y hablamos.
-Pienso en otra mina, tengo la energía puesta ahí.
-¿En quién?
-En mi ex...
-¡Pero si la cagaste!
-Me equivoqué.
-Aparte "lo nuestro" nunca hubiera funcionado...
-¿Por qué?
-Olivia, vos vivís en el aire, yo necesito otra cosa. Tengo 34 años, en mi pueblo la gente ya está casada, tengo que hacer lo que tengo que hacer.
Pensé en Espantapájaros, el poema de Oliverio Girondo, ese que una vez me recitaron al oído y que hablaba del vuelo.
"No sé me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o cómo pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible - no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar".
Qué iba a entender él si nunca había leído un libro de Cortázar.
Le pedí que desapareciera y que no me hablara más. Lo borré de todas las redes sociales y del celular, pero lo veía todos los días, era ridículo. Al tiempo volvimos a charlar y a histeriquear. No podía salir de ese juego, estaba atrapada en su rechazo. Me sentía tan idiota. Le decía frente a los amigos "me gustás" y él me evitaba.
En febrero las cosas estaban mejor entre nosotros y nos juntamos a comer con un par del laburo. Cociné yo y él me ayudó; después fuimos a una fiesta en donde estaban todos, inclusive Noelia. Estábamos charlando en el balcón y de repente empezamos a hablar de nosotros. "Recién ahora estoy listo, con mi ex no hay vuelta atrás", me decía. En el medio yo trataba de entender y él me proponía "irnos de viaje para ver qué pasa".
En eso estábamos cuando apareció el pelotón justiciero. Las tres amiguitas de Noelia nos interceptaron y lo empezaron a apurar. "¿Vos te acordás quién es Noelia, Raúl?". Él estaba fuera de sí, re caliente pero paralizado. Yo las miraba perpleja, me sentía en medio de un capítulo de Montaña rusa. Traté de decir algo pero una, la más "filosa", me dijo: "Vos cállate, es una cuestión de códigos" (¿? Qué raro eso de tener que tener códigos con una persona que no conocés, pensé). Fueron como 15 minutos de forcejeo verbal... "No da, todos sabemos que entre ustedes pasa algo", acusó la otra. Solo una tuvo la idea de no involucrarme y dijo "ella no tiene nada que ver". Es la única con la que hoy hablo.
Raúl se fue, yo lo seguí pero no lo alcancé. Volvimos a la nada. No había viaje, ni charlas, ni proyectos. Yo saqué pasaje para irme unos días a Mar del Plata y él también para el mismo fin de semana. Me dijo que me iba a escribir y que íbamos a ir a tomar una birra. Nunca pasó.
A la vuelta decidí dejar de hablarle y tuve éxito. Al principio, él se desesperó: inventaba excusas, me regalaba chocolates. Mientras Noelia avanzaba en su plan de reconquista, yo veía todo desde mi escritorio. Ellos se sentaban enfrentados y yo a unos metros. Intenté poner una planta en el medio, me ponía muy nerviosa ver el galanteo... hasta que conocí a Federico y dejé de concentrarme en ellos.
Un día le dije a Raúl que si volvía con Noelia me lo contara, al menos quería estar preparada. Obviamente me lo negó rotundamente.
¿Cómo terminó? Después de que Noelia hablara pestes de Rául, de que Raúl me dijera que estaba loca, que la ex novia no quisiera volver con él por no perdonarle la infidelidad y que yo dejara de hablarle porque me había cansado de las vueltas y la histeria (me volvía loca pero nunca concretaba), ellos dos volvieron. ¡Sí, volvieron!
Hoy, Raúl y Noelia son novios felices y andan a los besos por todos los rincones de la oficina. Obviamente yo nunca más volví a hablar con él. Le banqué su crisis, me rebotó en la cama y volvió con la mina que lo defenestró durante un año por todos lados.
¿Lo mejor? Cómo me enteré de que habían vuelto. Después de que terminara mal con Federico, que el fan del yoga se fuera a España y eligiera a la rusa (sí, tuve un 2012 nefasto), iba caminando por la calle con un seleccionado premium de películas para épocas de desamor en la mano, era sábado y rondaban las 12 de la noche. Estaba caminando con una amiga que había venido a hacerme el aguante, hacía poco me había enterado lo de la rusa, cuando de repente levanté la cabeza y vi a una pareja de la mano a pocos centímetros, miro mejor y los reconozco, eran Noelia y Rául, de lo más enamorados.
Esa noche fue fatal.



