
Rodrigo: el cantante del subte que me enamoró
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CHICAS!
Hoy escribe Violeta, una de las tantas lectoras del bog que compartió su historia de amor. Me pidió que no revelara su identidad. Gracias a todas por mandarme sus escritos y prometo, cada tanto, subir alguna de sus experiencias. Esta se sitúa en un subte, pero no queda sólo en la mirada o en el histeriqueo, ¡léanla!. Me di cuenta viendo lo que me mandaron, que todas escribimos largo cuando queremos contar nuestra historia de amor...
Rodrigo: el cantante del subte que me enamoró
Se acercaba mi cumpleaños y me sentía sola. Acababa de verme cara a cara con el desamor y aunque sabía que el comienzo de un nuevo año en mi vida podría ayudarme a cerrar completamente esa etapa, en el fondo necesitaba de ese contenedor abrazo que alejara la soledad de mi cuerpo.
Hasta ese momento era un día como cualquier otro, un jueves de pleno invierno en el que fui caminando del trabajo al subte cubriéndome todo el cuerpo de abrigo. Al subirme, como ya era más tarde de lo habitual, pude sentarme. Quise sumergirme en mis auriculares, pero la voz de alguien hablando en el vagón me detuvo. Era un músico que estaba contando la historia de la canción que iba a cantar y tocar en su llamativa guitarra. Cuando comencé a escucharlo me di cuenta que no era igual a los cientos de artistas que veía pasar por el subte cada día. Hasta que logré darme cuenta de que era realmente distinto y qué él me atraía mucho. No solo por la dulzura de su voz y sus letras con las cuales me sentía plenamente identificada, sino también por su gran atractivo físico. Rodrigo, como en un momento dijo llamarse, era llamativamente alto, con prominente barba oscura y una mirada que dejaba ciego a cualquiera, incluyéndome, y penetraba en su público al compás de sus canciones. Llevaba puesta una camisa abierta sobre una remera, un jean roto que dejaba ver su rodilla, zapatillas, un pañuelo que llegaba hasta la mitad de su torso y su guitarra colgada.
Estaba anonadada, oyéndolo y mirándolo con la boca abierta, sintiendo la mirada de Rodrigo cruzándose con la mía, y aplaudiendo cada vez que terminaba una canción. En ese momento me di cuenta de lo que era el amor a primera vista. Al cabo de 3 hermosas melodías dio por finalizado su show y comenzó a recorrer el vagón pasando la gorra, recolectando lo que cada espectador deseaba darle como recompensa por el espectáculo que habíamos tenido la fortuna de presenciar. En ese momento, me decidí a buscar algo de plata para darle, ya que era mi oportunidad de hablarle, pero al abrir la billetera, me di cuenta de que no tenía ni un solo peso. Por lo cual, con mucha vergüenza pero con total valentía me paré para decirle que realmente me había encantado el espectáculo que había brindado, pero que lamentablemente me había quedado sin un centavo. Igualmente y por suerte, me animé a pedirle uno de los folletos que estaba repartiendo. Rodrigo no solo me lo entregó y me regaló una de sus brillantes sonrisas, sino que también me agradeció muy amablemente. Y casi sin darme cuenta ya estaba en mi parada. Al bajarme del subte y dirigirme al tren, agarré mi celular, abrí mi Facebook y busqué a Rodrigo, ya que en el folleto que él me entregó figuraba el nombre de como se encontraba en la red social.
Estuve todo el viaje pensando en él y en volver a encontrármelo en alguna otra oportunidad. Pero esto no fue necesario, porque al día siguiente Rodrigo me había aceptado y después de quedarme pasmada unos minutos ante la pantalla de la computadora de mi oficina, comenzó a hablarme. Me invitó a un concierto que daba ese fin de semana, pero lamentablemente yo ya tenía planes y le pedí disculpas, prometiéndole que al próximo concurriría sin falta. Cuando pensé que la charla ya había terminado, él prosiguió a preguntarme con mucho interés acerca de mi vida, y al despedirnos Rodrigo me escribió: "no te pierdas".
Estuve todo el día en las nubes, no podía creer que esto estaba pasando. Igualmente ese no fue el fin, las charlas vía Chat se hicieron cotidianas y cada vez más amorosas, y las ganas de vernos aumentaban.
Finalmente un día decidimos encontrarnos. Yo había concurrido a un espectáculo con 2 amigas y quedamos en juntarnos con Rodrigo y un amigo de él en un bar cercano. Nosotras llegamos antes, y yo ya no podía más de la ansiedad por volver a verlo. Al cabo de unos minutos él entró, con su amigo, y toda su simpatía. Nos saludamos y nos sentamos a comer y a charlar. No paramos de reírnos ni un minuto, y así fue como sentí que no estaba equivocada, y que realmente había sido amor a primera vista.
Cuando terminamos de comer, decidimos salir y dirigirnos en taxi a un boliche en Palermo. Al llegar, Rodrigo y su amigo compraron algo para tomar y los 5 fuimos a sentarnos en unos livings ubicados en un balcón sobre la pista de baile.
Por fin llegó el momento en que nos quedamos a solas, mientras los chicos bajaron a bailar. Hablamos de todo, riéndonos y haciéndonos mimos. Hasta que llegó el tema del día en que nos encontramos, y comprobé que no fui la única que sintió esa atracción desde el primer momento. Rodrigo confesó que ese día fue como si hubiéramos estado los 2 solos en el vagón, supo sentir mi mirada y lo interesada que yo estaba en su espectáculo, pero especialmente en él. También me dijo que estuvo deseando con todas sus fuerzas que lo buscara en Facebook.
Luego de hablar de ese inesperado, pero increíble momento, nos fundimos en un abrazo, uno de esos que nunca se olvidan, uno de esos que ambos andábamos necesitando, uno de esos que nunca hubiéramos imaginado que encontraríamos después de un viaje en subte. Y así fue como después de ese acto de amor y contención, comenzamos a besarnos como si nuestras bocas ya se conociesen de otra vida.
A pesar de muchas idas y vueltas, de historias del pasado que reaparecieron, de desencuentros y reconciliaciones, después de esa noche, nunca pudimos separarnos, porque ese abrazo nos había unido para siempre.
El jueves les cuento cómo fue mi cita con Pedro, que no estuvo nada mal... Aunque, obviamente, no tuvo nada de normal.



