"Sonreír es hacer algo por los demás"
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"Sonreír es hacer algo por los demás".
El sábado a la noche escuché esa frase. Me gustó que alguien encontrara una función solidaria en el acto de sonreír.
En el momento que escuché esa frase no estaba muy sonriente, me sentía agobiada. Sentía ya lo que se dice un mono colgado a mis espaldas. Cansancio liso y llano. Sentía desgaste físico y sentía el peso de la mente.
No viene al caso por qué ni qué venía de hacer... ¿o acaso la mente –la Mente Monstruo, como alguna vez la llamé- no encuentra siempre excusas pueriles, todas igualmente risibles, para que el rostro se tense y se opaque?
Quise sonreír. Hubiera querido responder a esa frase, a esa mujer verbalizándola, sonriente, más que sonriente, radiante (ella, la joven que traía el mensaje estaba radiante)... Hubiera querido responder con una sonrisa genuina, con un gesto de complicidad que ejemplificara lo que ella estaba diciendo, no porque pensara en el efecto solidario del gesto, sino de puro egoísta.
Hubiera querido pero no pude.
Hubiera querido sonreír por mí. Sonreír por mí. Me gusta sentirme bien. Me llevo bien con el bienestar que se instala y es indisimulable. Suena a perogrullada.
El caso es que al escuchar aquella frase no me sentía wow (me sentía más bien en las antípodas del wow)... pero me propuse sentirme mejor y sonreír más.
Sonreí más.
Si la semana pasada me decía "jugá más", ésta me digo: "sonreí más".
Ya tengo una cola de peros levantando la mano. A ver, elijamos un pero de varios. Usted, el que está sentado primero:
-¡PERO nada sería más absurdo que el imperativo de sonreír!
Si estás contenta, adelante. Si no lo estás, no pierdas ni una caloría en gimnasia facial que no hay nada más triste que una sonrisa puesta.
La sonrisa falsa. La sonrisa que posa. La sonrisa maquillada. La sonrisa para la cámara. Para la platea. La sonrisa payasesca.
Sí, acepto. De hecho, me reí mucho con el video que copio abajo de Cualca.
Dos jóvenes como tantas, como muchas, con una cara de traste soberana, que frente al ojo del celular (de la red social), improvisan la mueca. Ya sé, no están sonriendo en el video. Hacen puchero. Pucherear. Ah, sí, ese gesto de fruncir labios que creíamos propio de los niños frente a la frustración de un capricho se convirtió en todo un gesto... para la cámara. Ya no se sonríe infantilmente, ahora se seduce cual pre-adolescente... No será sonrisa pero funciona del mismo modo, un gesto-máscara que esconde al verdadero.
Al verdadero rostro.
Sí a sonreír, pues, pero siempre y cuando sea genuino.
Acepto ese pero, desde luego.
Y sin embargo, me repito: sonreí más... Sonreí desde adentro.
Tomá distancia de esa fila de juicios críticos que andan señalando gestos y comportamientos ajenos, sintiéndote amenazada por ellos, tomá distancia de ese pelotón de preocupaciones y obsesiones diarias y dejá rendijas abiertas por donde se cuele aire, luz, pulsión de vida... una corriente de energía que te sabe VIVA, milagrosamente viva, pese a todo.
Que esa consciencia de milagro y finitud (¡un día te morís, recordalo!) sea más fuerte que cualquier cantinela de turno de la mente.
Sonríe de verdad. Reíte de verdad.
Por vos y por otros.
¿Ustedes qué piensan? ¿Se ven sonriendo últimamente?
Me siento estúpida haciendo una autofoto (odio el término selfie, perdonen), pero ma sí, ¿acaso no quería jugar más? Mi sonrisa y otras tantas que fui juntando. Voilà.








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