
Te quiero con limón y sal
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Ayer me desperté y miré mi placard para elegir lo que me iba a poner. "Esto no puede ser", pensé. Y empecé a seleccionar la ropa que ya no uso. Cada mudanza (y tuve varias) es una buena excusa para regalar ropa, pero siempre quedan cosas que todavía están bajo la etiqueta virtual que reza "en duda". Dejé la pila arriba de la cama para llevarla a la tarde cuando volviese del trabajo a la Fundación Sí (pueden ver más lugares donde ayudar en Ayuda la Plata.
Estos días estoy viendo a mucha gente en la entrada y en los pasillos del edificio. Esto es raro porque en general no suelo cruzarme con nadie, creo que es porque tengo horarios distintos al resto de las personas que viven acá. Vivo en un piso bajo y rara vez me toca compartir el ascensor. A la tarde llegué y en el palier de entrada vi una caja grande de cartón con un cartel que decía: "Pueden poner acá lo que quieran donar para los que perdieron todo en la inundación". Le pregunté a Pablo y me contó que lo había puesto una señora del quinto piso. Estoy casi segura de que es la dueña de la camioneta grande que está en la cochera. Subí, junté unas toallas, una frazada, la ropa que tenía separada y unas latas de comida, y las bajé a la caja que, por suerte, ya estaba llena.
Al parecer, mi vecino (al que desde nuestro encuentro llamo Lima Limón ) tuvo la misma idea y nos cruzamos en el ascensor. Me preguntó cómo estuvo mi viaje, hablamos un rato sobre Nueva York, sobre lo terrible de la situación que se está viviendo en La Plata y en algunos barrios de la Capital, y después volvimos cada uno a su departamento. Yo había hecho planes para ir a comer a la casa de Mari y me tenía que cambiar.
Cuando estaba por salir sentí un ruido como de vidrio roto en la calle y puse el canal 98 (donde se ve la cámara de la entrada al edificio) para ver qué pasaba abajo. La escena fue clara: no había ningún incidente, el que estaba era Lima Limón abriéndole la puerta de entrada a una chica (linda, tacos altos, pelo lacio y largo) y saludándola con un abrazo. Ay, dolió.
Igual ya lo suponía. Desde aquellas veces (hace meses) que me lo crucé en el ascensor y me dijo "subí que siempre hay fiesta" sabía que se trataba de un galancito. Como ya conté alguna vez, escuché zapatos de chicas caminando por su casa durante varias noches. Todo indicaría que es soltero y que, al parecer, se divierte bastante. No sé si tengo ganas de ser una más del montón, pero me hizo sentir halagada (¡y linda! ¿hace cuánto que no me sentía así de linda?) que se quede hablando conmigo unos minutos antes.
Lo pienso y me parece una idiotez total que me guste el vecino que vive, literalmente, arriba mío. Estoy lo suficientemente ocupada como para no obsesionarme ni nada similar, pero me gusta y no lo puedo ocultar. Fui a la casa de mi amiga y en el colectivo no paré de pensar en qué estará haciendo él con esa chica. No creo que hayan pasado la noche jugando al TEG, jaja.
La que esté libre de pegado que lance la primera piedra: ¿A quién nunca le gustó un vecino? Hay una cuestión de logística bastante a favor: vivimos tan cerca que todo sería comodísimo. Peeeero, eso tiene algunas contras. La primera es haberlo visto con otra chica, por ejemplo. Yo tampoco estoy buscando un marido, creo que para divertirme puede llegar a funcionar.
Que tengan un buen (aunque corto) fin de semana.
Tina
tinavivesola@gmail.com
Sería muy obvio poner el video de la canción de Julieta Venegas, ¿no? Jaja. Este sábado voy a ver a Regina Spektor en GEBA, y les dejo el video de "Don’t Leave Me (Ne Me Quittes Pas)", mi canción preferida de su último disco. Espero que les guste.
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