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A continuación, la desgrabación de sus principales conceptos:
- A ningún presidente le gusta que le manejen la agenda. A Alberto Fernández, menos. El sabe, mejor que nadie, que, en la Argentina, el que maneja la agenda pública maneja el poder. O al revés: quien pierde el control de la agenda, pierde el dominio político. Y que incluso puede perder, por ejemplo, las próximas elecciones legislativas en 2021.
- A Alberto Fernández el coronavirus le devolvió centralidad. Relevancia. Incluso le aportó autoridad presidencial. También le prestó índices de valoración positiva jamás soñados. Por eso concedió decenas de reportajes a periodistas que, salvo excepciones, no le hicieron preguntas incómodas. Quería, y quiere, fijar su "buena estrella". Por eso se enoja tanto con las interferencias a su "relato". Por eso se "calienta" cuando le dicen, por ejemplo, que a veces parece haberse enamorado de la agenda de la cuarentena. Alberto está cómodo con este presente. No quiere que nadie ni nada se lo arruinen. Ni los sobreprecios en las compras del Estado. Ni escenas parecidas a la del viernes negro donde miles de argentinos se apilaron frente a los bancos. Tampoco le gusta que le critiquen su exagerada adulación a Hugo Moyano. Quizá por eso, porque estaba enojado, haya cometido "el error involuntario" de retuitear aquel insulto tan discriminatorio ("gordito lechoso") contra el periodista Jonatan Viale.
- Es muy probable que al Presidente tampoco le caigan bien dos informes muy potentes que vamos a presentar hoy. Uno indigna: son pacientes electrodependientes de la obra social de Hugo Moyano, a quienes intimaron, a través de una carta documento, a abandonar sus domicilios y hacerse atender en centros médicos. Nos estamos preguntando si el traslado será consecuencia directa de la decisión de abrir el sanatorio Antártida y enviar a los médicos de la obra social allí.
- El otro puede llegar a transformarse en un escándalo. Involucra a miles de beneficiarios aptos para cobrar el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Personas que están siendo rebotadas por el Anses con argumentos erróneos y desopilantes.
- Pero otra cosa que Alberto sabe, y que nunca admitirá, es que la vicepresidenta Cristina Fernández es la mayor enemiga política que tiene dentro del Gobierno, porque ella se piensa como alternativa. ¿Cuándo? Cuando el poder del candidato ungido, eventualmente, se empiece a diluir. Y, esta semana, Cristina también intentó recuperar el manejo de su centralidad perdida. El control de la agenda pública. El lugar donde pararse en el medio de la pandemia. Se entiende por qué empezó a moverse: su imagen, fuera del núcleo duro, estaba, y continúa, en caída libre. En picada. Y no es para menos.
- Viajó a Cuba a buscar a su hija cuando el Presidente ya estaba pidiendo que se queden en sus casas. Mantuvo un sospechoso silencio como vicepresidenta. No dio el más mínimo apoyo público a las decisiones de Alberto. Y dejó saber que estaba en desacuerdo con muchas de esas decisiones. Por eso, porque quería un lugar en la agenda, Cristina decidió enviar ese pedido tramposo a la Corte Suprema para que dejen sesionar al Senado en forma virtual. Por eso dejó que se dijera que apoyaba con entusiasmo ese proyecto "vende humo", pseudoprogresista e inútil, de cobrar un impuestazo a los más ricos. ¿Para qué lo hizo? Para mostrar a su militancia de base dónde tenía que pararse. Para marcarle la cancha al Presidente. Un presidente al que considera conservador y de derecha.
- Y hablando del impuesto a los muy ricos, este dato. Según sus propias declaraciones juradas, tanto Florencia Kirchner como Máximo heredaron casi 3 millones y medio de dólares. Por lo tanto, se encontrarían entre los 12 mil argentinos muy ricos que "la tienen que poner". Espero que a nadie se le ocurra meter un artilugio para dejarlos afuera.
- Ahora volvamos a Cristina y sus muchachos. Está claro: quisieron correr al Presidente del centro de la cancha. Entonces Alberto, ni lerdo ni perezoso, los neutralizó una vez más. ¿Cómo? Primero recibió a Máximo Kirchner y Carlos Heller para analizar el estrambótico proyecto mientras preparaba la foto del día después. Después logró lo impensado: la "otra foto". La más importante. El acto en el que anunció, junto a todos los gobernadores de la oposición, el inicio de la negociación con los acreedores para el pago de la deuda externa. ¿No te sorprendió ver allí a Cristina y a Máximo? A mí también. Resultó fuerte. Porque quedaron diluidos en medio de semejante puesta anti-grieta.
- Y ahora que ya está claro que manejar la agenda es controlar el poder. ¿Qué se podría decir del manejo de la agenda pública de Horacio Rodríguez Larreta esta semana? Las últimas horas fueron, para mí, las peores desde que se declaró la pandemia. Sus voceros tuvieron que salir a explicar que el programa Mayores Cuidados no implicaba castigar a los adultos de más de 65 años que salieran de sus casas. Hay una tensión entre el cuidado que tienen que tener los adultos mayores, pero también es cierto que hay que establecer una política para que no se contagie nadie.
- El gobierno de la Ciudad tuvo que salir a decir que no había ninguna intención de discriminar a nadie. Quizá esta experiencia le sirva al jefe de Gobierno para comprender que no siempre el voluntarismo de gestión es la mejor manera de solucionar problemas tan complejos. Al segundo hecho que lo complicó- y que pudo haber terminado en un escándalo de marca mayor- Larreta le aplicó el cortafuego perfecto: echó a dos altos funcionarios antes de que el incendio se lo llevara puesto a él. Uno es Nicolás Montovío, el subsecretario de Salud que compró los barbijos 3M, a 3 mil pesos cada uno, a la empresa "Green Salud". El otro se llama Gonzalo Robredo, presidente del Ente de Turismo, quien alquiló habitaciones por más de 5 millones de pesos a Midas Hotel Management SA. Hizo bien. Hizo lo que no hace el peronismo. ¿Alguna duda? Afuera, a investigarlo, y después vemos qué pasa.
- Ahora volvamos al escándalo que viene. Al tsunami de reclamos, probablemente de decenas de miles, de personas que deberían cobrar el IFE (Impuesto Familiar de Emergencia), de 10.000 pesos, a partir de mañana. El IFE es un derecho que corresponde a trabajadores informales, a monotributistas sociales, monotributistas de las categorías A y B.
- Los requisitos para recibir el IFE son: ser argentino o naturalizado; tener entre 18 y 65 años; que el titular del grupo familiar no tenga ingresos del sector privado o del Estado; que no cobre por autónomos; y que no perciba prestación por desempleo, jubilaciones ni pensiones. Todos los que reciban esos ingresos, no tienen el derecho a cobrarlo. Todos los demás, sí.
- El primer error que cometió el titular de la Anses puesto por Cristina Fernández, Alejandro Vanoli, fue decir que lo cobrarían 3 millones de argentinos. Ahora se sabe que serán por lo menos 7 millones. ¿No sería mucha improvisación?
- El segundo gran error es el que te vamos a presentar acá. Son las justificaciones de la Anses para el no pago. Las dividimos en categorías para que, en el momento de presentarlas, lo entiendas mejor.
- Les pusimos "los inmortales" a los beneficiarios que son rechazados porque la Anses afirma que tienen más de 80, 90, 100 y hasta 110 años.
- Denominamos "no desocupados" a los casos de quienes, a pesar de las evidencias, la Anses afirma que tienen trabajo.
- Llamamos "extranjeros" a quienes, a pesar de ser argentinos, la Anses les responde que no lo son.
- Denominamos "fantasmas" a quienes, a pesar de no recibir ningún plan social, la Anses sostiene que sí lo cobran.
- Hay muchas sospechas con la base de datos de la Anses y las que se cruzaron para armar esto. Son "insólitos" los de beneficiarios que no aparecen en la base de datos oficial, a pesar de que existen. Todos estamos en la base de datos de la Anses; solo no están aquellas personas que no existen. Pero algunos son "fantasmas". Estos rechazos son raros.
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