
"Bussi era el que disparaba primero"
Omar Torres: el testimonio de un ex guardaespaldas del general sobre presuntos fusilamientos está por ingresar en la causa de Garzón.
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MADRID.- "Tuve oportunidad de observar, en dos oportunidades, fusilamientos en los cuales el que efectuaba el primer disparo era el general Antonio Domingo Bussi. También lo hacía un coronel del Ejército de apellido Zimmerman".
Con esa precisión incriminatoria se expresa Omar Eduardo Torres, ex miembro de la Gendarmería Nacional y ex guardaespaldas de Bussi.
Su testimonio, de 1500 palabras, fue presentado ante el consulado español en Buenos Aires, pero todavía no llegó al juez Baltasar Garzón. La Nación lo recibió en exclusiva.
Torres, según sus declaraciones, fue enviado a Tucumán en varias ocasiones, en 1976 y 1977, por períodos de 45 a 50 días, con grupos de la Gendarmería. Sus funciones consistían, expresa, en custodiar a los detenidos, cocinar, cortar leña y hacer guardia en el campo de concentración del Arsenal Miguel de Azcuénaga, "del cual jamás se fugó un detenido".
Luego habría sido trasladado a la Quinta Brigada de Infantería "para custodiar a los hijos del general", lo que suponía una atención continua, "trasladarlos al colegio y a todo lugar que se me indicaba".
El campo de concentración, dice, estaba rodeado por alambrados de dos metros de altura. Dentro había un galpón de 25 por 24 metros en el que se amontonaban decenas de prisioneros.
"Las personas tenían poca alimentación, se encontraban flacos, barbudos y, en su mayoría, sucios -afirma. En ese lugar se torturaba, se aplicaba el submarino, que consistía en sumergir a los detenidos en un tanque de 200 litros de agua. Otro sistema de tortura consistía en la aplicación de corriente eléctrica, aplicada a los detenidos por intermedio de un teléfono portátil de campaña. También les arrancaban las uñas con una tenaza y los golpeaban con cadenas".
Recuerda que "a uno de los detenidos lo enterraron hasta la cabeza en un pozo", y que otro "tenía heridas en la cabeza y muñecas; se agusanó y murió sin asistencia médica".
Tras un período de torturas que podía durar semanas, los detenidos eran ejecutados con un disparo en la nuca. Los fusilamientos se producían entre las once y once y media de la noche. Bussi solía estar y daba el ejemplo al disparar sobre el primero, afirma Torres. Y lo describe así: "Se efectuaba un cordón de seguridad a 20 metros y otro a los cien. A los detenidos se los ejecutaba con pistolas de calibre 9 u 11,25 milímetros. Durante las ejecuciones, Bussi hacía participar a todos los oficiales de mayor jerarquía".
Los oficiales que Torres cita son el teniente coronel Mario Albino Zimmerman, el alférez Jarolesky, el primer alférez Rivero (Gendarmería) y otros que sólo se identificaban con nombres de guerra.
Torres reconoció a Ana Cristina Corral, estudiante, de 16 años, secuestrada de su casa, en Tucumán, en junio de 1976. "Estuve cuando la fusilaron. Le esposaron las manos y le vendaron los ojos", recordó.
Tras las ejecuciones, los cadáveres eran arrojados en un pozo cavado en la tierra, de cuatro por seis metros y dos de profundidad. "Dentro del pozo se echaba leña, aceite y gomas de autos -cuenta Torres-. Cada quince días mataban unas 20 personas."




