Camilión, del poder a la nada
Procesado por la venta de armas a Ecuador; el ex ministro ya no habla con el Presidente y vive casi en el ostracismo
lanacionarOscar Camilión era un hombre influyente. Fue funcionario de gobiernos radicales, militares y peronistas. Su carrera terminó con el escándalo de la venta de armas al Ecuador. Ahora ya no forma parte de los circuitos del poder y pasa los días escribiendo sus memorias.
El desvío de las municiones, que se produjo cuando Camilión estaba a cargo del Ministerio de Defensa, le costó, además del puesto, un procesamiento en firme de la Justicia. Para el Gobierno significó un escándalo de dimensiones internacionales.
De la causa se niega a hablar en público. Desde que dejó el Gobierno rechaza casi sistemáticamente los pedidos de entrevista. "No es el momento", se excusa cuando lo requiere un periodista. "Camilión es un caballero", le agradecen en la Casa Rosada.
Tal vez cuente su versión en el juicio oral y público, aunque a veces se ilusiona con no llegar a esa instancia. El juez federal JorgeUrso le dictó el procesamiento porque omitió denunciar los datos que le acercaron sobre un avión que partió de Ezeiza cargado de municiones y con un sospechoso plan de vuelo.
Camilión intentará probar ahora que no faltó a sus deberes de funcionario público (de lo que se informa en esta misma página).
Cuentan sus allegados que, cuando todavía compartían un asiento en el gabinete, el entonces ministro de Justicia, Elías Jassán, le dijo que no se preocupara, porque el delito, si llegasen a condenarlo, es excarcelable.
Pero el objetivo de Camilión es que lo declaren inocente. "No veo la hora de que esto termine", suele decir.
Las memorias
Mientras aguarda el desenlace, con ansiedad, pero sin desesperación, Camilión escribe sus memorias. Mejor dicho, las dicta: mantiene largas conversaciones con el periodista que será el encargado de trasformarlas en un libro. No deja de ser extraño que deposite en otro la tarea de escribir su biografía autorizada. Camilión fue siete años secretario general de redacción del diario Clarín y ahora publica una columna semanal sobre política internacional en el diario Buenos Aires Económico (BAE).
Seguramente, Camilión hará referencia en el libro a su última incursión en el Gobierno, pero también rescatará datos del pasado.
Antes de llegar al Ministerio de Defensa Camilión había tenido dos participaciones en la comisión de garantes de la paz entre Perú y Ecuador, conflicto que tuvo un pico de tensión cuando él era canciller de Roberto Viola, en 1981.
Por esas gestiones recibió dos condecoraciones en la embajada de Perú en la Argentina.
Alberto Fujimori, presidente del Perú, exigió una explicación cuando supo que la Argentina, uno de los cuatro países garantes del protocolo de Río de Janeiro, le había vendido municiones al Ecuador durante el conflicto armado de 1995.
El episodio amenazaba una alianza histórica: Perú fue el país que más apoyó a la Argentina durante la Guerra de las Malvinas, en 1982. El ministro del Interior, Carlos Corach, viajó a Lima y le prometió a Fujimori que la investigación daría resultados. Poco después, el presidente peruano recibió un llamado de Guido Di Tella: el canciller le anunció que Camilión ya no formaba parte del gabinete de Menem.
El decreto que autorizó la exportación de armas a Venezuela lleva, además de su firma, la del presidente Carlos Menem, la de Di Tella y la de Domingo Cavallo, entonces ministro de Economía.Luego se comprobó que la operación tenía un destino fraguado.
Cuando estalló el escándalo, Camilión dijo que no fue cómplice de la maniobra porque firmó el decreto ignorando que el destino de las armas no era el que figuraba en los papeles. La investigación judicial no está orientada en ese sentido, pero, por las dudas, Camilión acaba de pedir a Urso que le pregunte a Di Tella si alguna vez sospechó de los certificados venezolanos.
Con la suerte echada
Renunció al Ministerio de Defensa a fines de julio de 1996, cuando caminaba por la cornisa de un precipicio: avanzaba a paso firme un pedido de juicio político en su contra.
En las comisiones de Defensa del Congreso entendió que su crédito se había agotado: ningún legislador justicialista salió a defenderlo. Como responsable político del área, Camilión tenía la suerte echada.
Le entregó su renuncia al entonces jefe de Gabinete, Eduardo Bauzá. No volvió a tener ningún contacto con Menem.
Entonces dejaron de invitarlo a la fiesta que cada 4 de julio organiza la embajada de los Estados Unidos, para celebrar un aniversario de la independencia junto al "establishment" de la Argentina.
También dejó de recibir llamadas de funcionarios, salvo contadas excepciones.
Su sucesor, Jorge Domínguez, lo invitó a un seminario que organizó en la Argentina el Comando Sur de los Estados Unidos, hace quince días, porque los ex ministros de Defensa suelen participar en esos encuentros. Camilión prefirió ausentarse.
Carlos Corach es el único ministro con el que mantiene contacto, aunque ocasional: de vez en cuando se encuentran en las plateas del Teatro Colón, porque ambos tienen un abono. Una noche, la tertulia se prolongó en el restaurante Tomo I.
Camilión debe contar con la mejor colección de música clásica de la Argentina: en su amplio departamento estilo art-decó tiene un cuarto con las paredes tapizadas de miles y miles de discos compactos y de pasta.
En el mismo cuarto guarda copias del expediente, que sigue con obsesión de abogado. Pero no ejerce su propia defensa. Primero recurrió a los servicios de Mariano Cúneo Libarona, que resolvió apartarse de la causa tras quedar enredado con el escándalo de un video y con Samantha Farjat. Ahora es cliente de BernardoRodríguez Palma.
Camilión había soñado con otro final para su carrera política. Di Tella siempre sospechó que su ambición era regresar al Ministerio de Relaciones Exteriores, donde Camilión comenzó su carrera política durante el gobierno de Arturo Frondizi.
En aquella época, el encargado de prensa de la Cancillería era el padre de Alfredo Aldaco, el directivo del Banco Nación que confesó haber recibido una coima millonaria a cambio de votar en favor del contrato de informatización con IBM.
Cuando no estuvo en el Gobierno, Camilión fue candidato a ministro. Ahora sabe que su carrera terminó: tiene 68 años y está procesado. Pero no está deprimido.
Sigue disfrutando de la música y de los partidos de golf que juega cada fin de semana en su "country".
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