El deseo oficial de construir una CGT macrista
Mauricio Macri mostró intenciones de acabar con el estigma sindical de los presidentes no peronistas. No se refiere únicamente a las estadísticas de paros generales (la CGT le hizo a Raúl Alfonsín 13 huelgas y a Fernando de la Rúa, nueve) sino que el desafío presidencial es mucho más audaz: en su equipo se entusiasman con una CGT macrista, afín, como sucedió con Menem, Duhalde y los Kirchner.
El lunes 18 de diciembre, mientras se debatía por segunda vez la reforma previsional en la Cámara de Diputados, el ministro de Trabajo, Jorge Triaca , orquestó en las sombras un encuentro sindical que jamás prosperó. Anhelaba contrarrestar el débil paro que activó el triunvirato de mando de la CGT con una foto de trabajo con gremios afines. La gestión no habría avanzado por un inesperado atisbo de rebeldía de Oscar Mangone, el jefe del gremio del gas y quien cuenta con poder propio en la cartera laboral: el jefe de gabinete del organismo, Ernesto Leguizamón, es el abogado de su gremio. Mangone, además, se jacta de tener llegada directa al papa Francisco, con quien lo une una amistad desde hace años, incluso antes de que Jorge Bergoglio asuma como arzobispo de la ciudad de Buenos Aires.
Con la reforma previsional en debate, Triaca intentó un montaje similar al que se hizo el 22 de agosto del año pasado, cuando la cúpula de la central obrera se manifestaba en la Plaza de Mayo mientras el ministro compartía un asado con los dirigentes de las 62 Organizaciones Peronistas, el histórico brazo político de la CGT que está hoy desarticulado y es indolente. Las 62 Organizaciones Peronistas están hoy lideradas por Mangone y Ramón Ayala, el sucesor de Gerónimo Venegas en la Uatre.
Venegas fue la cara más visible del novedoso sindicalismo macrista, un espacio que ganó notoriedad al oponerse al primer paro general contra el Gobierno, el 6 de abril del año pasado y al rechazar la legalidad del triunvirato que conduce la CGT. Los herederos de Venegas aspiran a otro guiño de Triaca para forzar en marzo la disolución del triunvirato y celebrar un nueva elección de autoridades en la central obrera.
La estrategia de desgaste tiene dos aristas. La primera es erosionar el ya alicaído poder del triunvirato reuniendo bajo un mismo techo a los gremios descontentos con el mando. La renuncia de la UOM al consejo directivo y la amenaza de Luis Barrionuevo de sacar a Carlos Acuña y a otros ocho hombres propios metaforiza el alcance de la interna.
Triaca tomó nota de los cortocircuitos. Por eso, un primer ensayo se dio el 26 de diciembre pasado, cuando Mangone y el petrolero Antonio Cassia tuvieron un acercamiento con Héctor Daer y Armando Cavalieri, referentes de “los Gordos”, a la misma hora que Hugo Moyano y Barrionuevo apadrinaban a dos de los tres jefes cegetistas en una cumbre en la sede de la Uocra. La atomización de la CGT sería ideal para el Gobierno.
La segunda vía para asestar el golpe a la CGT es judicial y política. Triaca suele jactarse de tener en su escritorio el acta para resolver la impugnación que había presentado Venegas en 2016. Podría argumentar que la elección que ungió al triunvirato fue irregular y ordenar un nuevo comicio. Esa carta podría ser una herramienta de presión para bajar las aspiraciones paritarias de 2018, pero también para aproximarse al deseo de contar con una central obrera aliada.
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