La nueva CGT se construye con la mira en la elección presidencial
La central obrera renovará autoridades el año que viene y su perfil estará sujeto al desenlace de la pelea entre Macri y Fernández; la reforma laboral, en la agenda para 2020
Sin ser ajena a la pulseada electoral entre Mauricio Macri y Alberto Fernández, la CGT avanza hacia un recambio de autoridades que se concretaría de manera inevitable el año que viene. La configuración y el liderazgo de la nueva central obrera estarán sujetos a quien ocupe el sillón de mando en la Casa Rosada a partir del 10 de diciembre próximo.
Aunque más allá del nombre del ganador, en la cúpula de la CGT hacen cálculos que vislumbran un salto en la cantidad de gremios que conformarían la futura central. El 22 de agosto de 2016, cuando nació el triunvirato, votaron 1582 congresales sobre un total de 2191. En cantidad de sindicatos fue así: se unieron 124 sobre 213 organizaciones confederadas. Es decir, quedaron afuera 89 gremios. El año que viene se proyecta que los excluidos serían muchos menos e incluso hasta se podría abrir un debate para integrar a la CTA, que justamente nació en los noventa para enfrentar al sindicalismo cegetista que estaba alineado con el menemismo.
El operativo recambio se activó hace algunas semanas con encuentros reservados en los que la denominada mesa chica de la CGT amplió su cantidad de comensales. Héctor Daer y Carlos Acuña, los jefes actuales, aceptaron sumar a dirigentes que están distantes de la agenda cotidiana: Omar Viviani, Sergio Sasia, Antonio Caló, Oscar Mangone y Antonio Cassia son algunos de ellos. Pactaron acompañar a la actual gestión cegetista hasta el final del mandato e intentar reunir la mayor cantidad de piezas del rompecabezas para 2020.
Detrás de este armado hay algo que no cambió: conservan intacta su influencia "los Gordos" (grandes gremios de servicios) y los "independientes" (Uocra, Obras Sanitarias y UPCN). La mayoría de sus dirigentes son longevos, pero apuestan ahora a renovar la CGT con alguien de otra generación. Podría darse, sin embargo, la continuidad de Daer, aunque en soledad, sin Acuña.
Pero también gana posiciones Sasia, que tiene 52 años y es el reemplazante de José Pedraza en la Unión Ferroviaria. Sasia camina desde hace meses en silencio por los despachos gremiales explorando consensos. Un dato que no pasó inadvertido en el ajedrez sindical: participó la semana pasada de un almuerzo con María Eugenia Vidal.
En caso de ganar Macri, el perfil de la CGT que se proyecta no sería muy diferente al actual. Primaría la moderación, habría garantías de gobernabilidad y neutralizaría las ansias de recuperar el poder que muestra el moyanismo. Miguel Ángel Pichetto ya tendió puentes para ser él quien guíe el vínculo. No fue casual que el compañero de fórmula de Macri haya deslizado en la campaña electoral la necesidad de revisar el piso del impuesto a las ganancias.
En caso de ganar Alberto Fernández, la configuración de la futura central podría modificarse. El candidato del Frente de Todos privilegió durante la campaña y en el reparto de candidaturas a los gremialistas que no comulgan con el liderazgo actual de la CGT. La relación se tejió principalmente con Hugo Moyano, Sergio Palazzo y Hugo Yasky.
Pablo Moyano y Palazzo manifestaron ya su intención de competir en 2020 por el control de la CGT en caso de no avanzar con los otros sectores en una unidad que parece imposible. Hasta barajaron la posibilidad de volver a las raíces de una central única, absorbiendo a las dos versiones de la CTA, una salida que también parece hoy inviable.
A pesar de haber logrado mayor respaldo gremial que Macri, Fernández prescindió estratégicamente de ellos durante la campaña. Les sugirió a los gremialistas y a los movimientos sociales bajar la intensidad de los reclamos callejeros para que no interfieran en la cosecha electoral de los indecisos y en el malhumor social.
Los gremios ocuparon esta vez un rol casi de reparto. Los aportes de dinero fueron más aislados y solo cedieron fiscales cuando fueron requeridos. Se acabó la tropa sindical ad honorem, como en otras épocas. La excepción es Moyano, que está dispuesto a poner toda la carne en el asador. También Víctor Santa María, quizás el sindicalista al que hoy más escucha Fernández.
Gane quien gane, los gremialistas asumen en reserva que deberán ponerse al frente de un debate que asoma ineludible: la reforma laboral. La actualización de los convenios colectivos o la posibilidad de modificar la legislación forman parte tanto de la agenda urgente de Macri como de la de Fernández. Un asesor del candidato kirchnerista reconoció en un encuentro con empresarios de la UIA y gremialistas de la energía que el tema no se puede obviar. De esa cumbre surgió algo curioso: así como hay una interna sindical, también escalan las diferencias entre los empresarios, con los industriales por un lado y los "unicornios" por el otro.
En la intimidad, el ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, se muestra confiado en la reelección de Macri. Habla incluso como si él ya hubiera sido ratificado para continuar en el cargo. Cuentan cerca de él que más de un gremialista le pidió poner en marcha ahora las reformas sectoriales que se detuvieron por la agenda electoral. Uno de los visitantes fue Armando Cavalieri. El jefe del Sindicato de Comercio evalúa implementar una suerte de fondo de cese laboral, a pesar de que desde su entorno lo niegan. El fondo debería ser constituido mediante convenio colectivo, con el aval de las cámaras empresariales. El monto del aporte mensual correría únicamente por cuenta del empleador sobre un porcentaje del salario y sustituiría la indemnización. El caso a imitar sería el de la Uocra.
La marcada polarización entre el macrismo y el kirchnerismo se reflejará también en la configuración del Congreso. Por eso, Sica imagina más viable las reformas por sectores o por empresas que modificar la legislación laboral. El ministro se jacta de ser el autor en las sombras del acuerdo flexible que sellaron Mercado Libre y la Unión de Carga y Descarga para aplicarlo a los 80 operarios que trabajan en una planta de distribución cerca del Mercado Central. Entre los cambios se destacan las reformas en lo relativo a la jornada laboral, la creación de un banco de horas, la polifuncionalidad de tareas, la limitación para ejercer el derecho a huelga y la garantía de guardias mínimas para asegurar el funcionamiento de la planta. Este acuerdo podría ser mostrado como un caso testigo por el macrismo.
Fernández, por su parte, activó un equipo de colaboradores que encabeza el exministro kirchnerista Carlos Tomada para proyectar posibles cambios en el modelo laboral. Se avanzó ya en una "agenda urgente" con propuestas que van desde establecer un sistema de control de precios y salarios hasta poner en marcha un nuevo esquema de contribuciones patronales y derogar la reforma previsional. Se prevé también "institucionalizar" la economía popular y que los trabajadores participen de las ganancias de las empresas. Los modelos contrapuestos tienen una coincidencia: regularizar cuanto antes las actividades de plataforma, como Rappi y Glovo, una salida laboral cada vez más frecuente en tiempo de crisis.