Una Plaza de Mayo que se jactó de ser "no militante" y cantó "sí se puede"
La multitud buscó diferenciarse de las agrupaciones que se acercaron ayer a despedir a Cristina Kirchner; la "verdadera" banda presidencial y los insultos a la ex presidenta
"Yo no puedo creer estar acá... ¡Somos oficialistas! ¿Te diste cuenta?", le dice Mirtha a Norma entre risas y exaltación. Tienen la cara empapada de sudor y toman agua de una botella de litro y medio que terminan compartiendo como un mate. Los rayos de sol caen perpendiculares al asfalto. La Plaza de Mayo está repleta. Y la multitud repite como mantra: "Sí, se puede, sí se puede, sí se puede".
Con banderas de Argentina y otras "amarillo Pro". Con carteles que piden la cárcel para Cristina Kirchner y justicia por Alberto Nisman. Con remeras de Cambiemos y globos de colores. Miles de personas se acercaron a vivar a Mauricio Macri en su asunción presidencial. Muchos recuerdaron que la última vez que salieron a la calle fue con cacerolas. Otros aseguraron que su último festejo político fue cuando ganó Raul Alfonsín, en 1983.
¿Por qué fueron? "Porque celebramos que vuelva la democracia";"porque creemos que al fin la Argentina va a salir adelante"; "porque tenemos esperanza"; "porque amamos a Mauricio"; "porque Cristina ya se fue". Eran varios los motivos que invocaron para explicar su festejo.
Desde temprano una multitud se agolpó sobre las vallas dispuestas por la Policía para saludar al flamante presidente, aunque sea por un instante. A las diez cuadras que separan al Congreso de la Casa Rosada se acercaron familias con chicos, personas mayores y muchas, muchas mujeres. También gente que salió un rato de las oficinas y voluntarios de Pro que llegaron en grupos desde distintos puntos de la provincia de Buenos Aires.
"No somos militantes", se autodefinían por la negativa. "Acá no hay micros, no hay choripanes, no hay tetra... ¡Nadie nos obligó a venir!", remarcaban en diálogo con LA NACION. "Somos ciudadanos que apoyamos a este nuevo Gobierno", decían, a pesar de que sobre la avenida 9 de Julio se vieron algunos ómnibus y combis. El objetivo era siempre diferenciarse de la militancia kirchnerista, que ayer había vivado a la ex presidenta Cristina Kirchner en el mismo lugar.
Caravana
A las 12.30 en la Plaza de los dos Congresos empezaron los gritos y los cánticos. Mauricio Macri había jurado frente a una Asamblea Legislativa atípica, donde los pocos kirchneristas presentes jugaban de visitantes. Quienes mostraron rebeldía ante el Frente Para la Victoria y asistieron al Congreso, como el gobernador de Formosa Gildo Insfrán, el tucumano José Alperovich y el ex gobernador santiagueño Gerardo Zamora, no aplaudieron a Macri en su discurso. Ni siquiera cuando el presidente aseguró que "va combatir la corrupción", el párrafo más celebrado adentro del recinto.
A la salida, el movimiento de los Granaderos a caballo fue la señal que despertó la algarabía en la multitud. "Si este no es el pueblo, el pueblo dónde está"; "se siente, se siente, Mauricio presidente"; y "el pueblo unido jamás será vencido", eran los coros que se repetían a lo largo de cuadras y cuadras del microcentro. Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli saludaban a la gente como rockstars.
El auto que llevaba a Macri y a Juliana Awada avanzó a paso de hombre rodeado de un batallón de agentes de seguridad. Aunque no era un descapotable, el techo se abrió y permitió que el matrimonio presidencial pudiera saludar a las hileras de personas que les gritaban a un lado y el otro de la calle. Una mujer se trepaba a los fierros y mostraba orgullosa la "verdadera" banda presidencial, de confección casera. Otra exhibía sus lentes de plástico color amarillo. En el piso, las boletas de Cambiemos se había convertido en papel picado.
Entre los cánticos y los gritos, se colaban insultos al gobierno kirchnerista y repudio a la figura de Cristina. "¡Tuvo que venir la Justicia a pedirle que se vaya!"; "¡la autoritaria se fue!", "¡A Brancatelli que lo mira por tevé!", fueron algunas de las palabras más suaves que les dedicaron. Incluso, culparon a la ex presidenta de haber interferido la señal, cuando la pantalla gigante se apagó. Un cartel con letras rojas, directamente, reclamaba: "Se acabo la tiranía queremos juicio y cárcel a la corrupta".
El repudio era un coro hasta que un joven pidió: "Por favor, chicos, ¡no la nombremos más a Cristina!". Volvieron los cánticos y el "Sí se puede!", el "hit" del mediodía soleado que acompañó la asunción del nuevo Gobierno.
En la Plaza de Mayo se escuchó un alarido cuando apareció en la pantalla gigante Susana Giménez. También hubo ovación hacia María Eugenia Vidal, una de las funcionarias que se llevó más elogios. Buscando sombra bajo alguna sombrilla, o comprando gaseosas tibias a los vendedores ambulantes, la multitud estalló cuando el flamante presidente apareció en el balcón junto a su familia. No faltó el piropo -desubicado- a Juliana Awada, ni la expresión tierna por el saludo de Antonia. Algún fanático imitó a Macri con su baile torpe al ritmo de "No me arrepiento de este amor", de Gilda.
El "¡Sí se puede!" mutó a un "¡Sí se pudo!" que sonó como un coro en toda la Plaza de Mayo.
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