
Los sobrevivientes de la ESMA acusan al prefecto Febres
Recordaron las torturas que sufrieron
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La voz se le quebró y los ojos se humedecieron. Su relato en el que denunció a los máximos jerarcas de la ESMA, incluido el juzgado prefecto Héctor Febres, como responsables de las torturas y asesinatos cometidos allí no tenía fisuras. Hasta que Carlos Lordkipanidse evocó cuando le ordenaron copiar microfilms con los prontuarios de los detenidos que habían pasado por el centro clandestino de detención. "Eran miles. Ahí tome conciencia de que se trataba de un genocidio", declaró.
El testigo, que se reconoció como el último sobreviviente del "grupo especial de combate de la organización Montoneros", declaró ayer junto a otros tres sobrevivientes de la ESMA en el juicio que se le sigue a Febres. Todos revivieron sus secuestros y los tormentos a que los sometieron, incluida una señora, Josefa Prada, que recordó cómo la violaron allí.
"Fui sometido a una tortura sádica ante mi hijo de 20 días en el cuarto de interrogatorios. Trajeron al bebé de los pies y me amenazaron con reventarle la cabeza contra la pared si no les daba información", recordó.
En su relato, en el que calificó a Febres como el jefe que estaba a cargo del sótano de la ESMA donde se torturaba, Lordkipanidse dijo que ya conocía lo que ocurría en ese lugar por los documentos de Montoneros realizados con el relato de Jaime Dri, que había podido escapar.
Lordkipanidse estuvo dos años y medio preso en la ESMA, en un área denominada "capucha", situada en el entrepiso del ala derecha del edificio. Con la ayuda de una maqueta que estaba en la sala de audiencias, los testigos describieron cubículos de un metro por 60 centímetros, donde debían estar encapuchados, esposados y con grilletes durante meses. Encima estaba la zona llamada "capuchita", donde también se torturaba. Reconocieron la distribución del sótano de la ESMA, donde se ubicaban tres celdas de tortura, y "la huevera", un cuarto insonorizado, revestido de cartones de huevos.
Carlos García, de 52 años, declaró a 30 años de su secuestro. Recordó cómo le hicieron el "submarino", al sumergirle la cabeza en agua y lo picanearon. "Febres era el que más torturaba", dijo. Recordó cómo inyectaban a los detenidos que luego eran "trasladados", eufemismo para denominar la manera en que, los miércoles, los subían a un avión y los arrojaban al mar. "Cuando torturaban se ponían relocos", evocó. Nombró a las monjas francesas Leónie Duquet y Alice Domon. Una de ellas le pidió agua, pero no pudo saciar su sed, porque acababan de pasar corriente eléctrica por el cuerpo de la religiosa.
Alfredo Margari, de 51 años, explicó cómo lo golpearon en la ESMA y lo tuvieron encerrado, hasta que le permitieron salir, pero para hacer "trabajo esclavo" en la imprenta del diario Convicción , uno de los motores del proyecto político de Emilio Massera para convertirse en presidente.
El relato mas difícil fue el de Josefa Prada, que decidió tratar de olvidar. Estuvo una semana en la ESMA, embarazada de cuatro meses. Recordó que la violaron en el centro clandestino de detención.





