Murió el embajador Alvarez de Toledo
El embajador José María Alvarez de Toledo, fallecido anteayer a los 77 años, fue una figura de importancia en el acercamiento entre la Argentina y Chile, luego del distanciamiento producido por el conflicto que estuvo a punto de llevar a la guerra a ambos países.
Mientras se desarrollaba la mediación papal por el conflicto del canal de Beagle, Alvarez de Toledo encabezó entre 1981 y 1984 la misión diplomática argentina ante la Sante Sede. Tras el retorno a la democracia, el entonces presidente Raúl Alfonsín lo designó embajador en Chile e inició las negociaciones que dieron como resultado la firma del Tratado de Paz y Amistad.
Alvarez de Toledo había nacido en Buenos Aires el 22 de noviembre de 1921. Hijo de Federico Alvarez de Toledo y de Delia Gowland, pasó gran parte de su infancia en París. Cursó la primaria en la capital francesa, el secundario en el Colegio Champagnat de Buenos Aires y se recibió con medalla de oro. Se graduó de abogado a los 22 años, en la Universidad de Buenos Aires.
En 1945 ingresó en el servicio exterior argentino como agregado y vicecónsul y recorrió la carrera diplomática hasta llegar a embajador.
Cumplió misiones en Italia, Chile, República Dominicana, Alemania, Checoslovaquia y ante la Santa Sede. Fue embajador en Suiza, Rumania, Sudáfrica, Uruguay, la Unesco, Brasil, Bélgica, Luxemburgo, la Santa Sede y Chile, donde terminó su carrera diplomática. Desde su retiro de la función diplomática estuvo a cargo del Instituto Argentino-Chileno de Cultura.
Fue subsecretario de Relaciones Exteriores en 1962 y entre 1969 y 1970. Dirigió el Instituto del Servicio Exterior de la Nación, entre 1976 y 1979. Miembro fundador del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), participó en importantes encuentros internacionales.
Activo defensor de los derechos humanos, la libertad y la democracia, promovió siempre la hermandad de los pueblos y era sensible a los problemas sociopolíticos.
Sus gestiones diplomáticas fueron arduas en muchas ocasiones. Pero su tesón y su espíritu visionario prevalecieron por encima de toda adversidad. En los distintos destinos en que le tocó actuar estuvo siempre acompañado por su mujer, Enriqueta de Anchorena, con quien tuvo seis hijos.
Sus restos fueron sepultados ayer en el cementerio de la Recoleta.
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