Sin traición en el Día de la Lealtad, Cristina adelanta el año electoral
La decisión del Gobierno apunta a mantener al kirchnerismo en escena, pero debilitado, y evitar que asome algún rival novedoso; el riesgo es que se cumpla la máxima nietzchiana y que los ataques lo fortalezcan
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Una vez más, se puso a la vanguardia, alteró el escenario y adelantó el calendario. Con su lanzamiento autodefensivo como candidata a presidir el PJ nacional, Cristina Kirchner recuperó un protagonismo que tendía a aplanarse, modificó los planes de renovación del peronismo y anticipó el año electoral de casi todas las fuerzas. Aunque la ciudadanía esté en otra cosa y la dominen otras preocupaciones. Más concretas y urgentes.
Tal vez, el más descolocado con la inesperada reinstalación de la expresidenta haya sido el aventajado aspirante a delfín político, Axel Kicillof, a quien desafía Máximo, el hijo biológico de “la jefa”.
El acto de este miércoles en Berisso confirmó esa incomodidad. El gobernador bonaerense dejó para más adelante cualquier intento de diferenciación explícita y de emancipación, si es que alguna vez lo ensaya.
Prefirió ratificar que el 17 de octubre es el Día de la Lealtad peronista. Para la traición hay otros 364 cada año (como ya se sabe) y Kicillof no ve necesidad de adelantar tiempos. No parece estar en su naturaleza el emprendedorismo, como corresponde a su formación ideológica, aunque tampoco reniega de la muy capitalista ley de la herencia.
El gobernador defendió a la expresidenta, a quien volvió a considerar una perseguida política. O una proscripta, como ella misma se autodefinió. Allí, sin embargo, podría vislumbrarse alguna estrategia en su beneficio. Cristina Kirchner dijo tras ser condenada en primera instancia que eso la alejaba de cualquier postulación a cargos electivos (no partidarios) porque implicaba una proscripción de hecho. Si Kicillof no se propuso refrescarle ese compromiso, la mención se pareció mucho a un recordatorio interesado.
La Cámpora puede seguir siendo un rival, pero “la jefa” no se mancha ni se desafía. El tiempo dirá si llegado el caso se animará a hacerlo o seguirá los pasos de Horacio Rodríguez Larreta en Pro.
Por lo pronto, para la reinstalación de Cristina Kirchner fue un alivio que el desafío interno quede encapsulado en el gobernador riojano en default, Ricardo Quintela. Más aún tras las versiones de que la reunión con Kicillof no los había acercado. Y eso tiene impacto en varias dimensiones. No solo en lo electoral. El Gobierno está obligado a mirar con mucho cuidado y manipular el artefacto con extrema prudencia. Empieza a darse cuenta de eso.
La celebración en la Casa Rosada, como primera reacción, a la reaparición de la expresidenta y su intención de volver a erigirse como figura central del peronismo, donde en imagen no encuentra competencia seria, dio paso muy rápido a algunas expresiones de alarma. Sobre todo, desde el costado económico.
La construcción de enemigos tiene sus riesgos. Y no porque ese rival tenga hoy probabilidades de asestarle una derrota electoral. Esa es solo una de las dimensiones en las que las decisiones políticas importan.
“Si Cristina vuelve a instalarse como la principal opositora y ella o quien ella ponga estuvieran en condiciones de ganar o hacer una buena elección bonaerense, van a espantar a inversores aunque nos vaya bien en el resto”, admite un alto funcionario mileísta que sigue el armado electoral oficialista tan de cerca como el trío Karina Milei-Santiago Caputo-Lule Menem le permiten.
Vuelve a hacerse presente el recuerdo de la reaparición de la expresidenta en las elecciones de 2017, en las que a pesar de ser derrotada por una dupla cambiemita de candidatos a senadores de escaso peso propio (Esteban Bullrich-Gladys González) la escasa diferencia tuvo un alto impacto en el devenir del gobierno de Mauricio Macri.
El deterioro que la figura de Cristina Kirchner y todo lo que representa han sufrido es obvia, pero la capacidad de daño puede ser es más importante que la potencia constructiva.
El renovado embate del oficialismo sobre el kirchnerismo, expresado en las últimas horas con tanto énfasis por el propio Presidente y por el ministro Luis Caputo en el Coloquio de IDEA, no solo silenció y desplazó definitivamente los cuestionamientos que hasta no hace nada recibía el macrismo. También muestra la preocupación por este resurgimiento.
La decisión apunta a mantener al kirchnerismo en escena, pero debilitado, y evitar que asome algún rival novedoso. El riesgo es que se cumpla la máxima nietzchiana y que los ataques lo fortalezcan. Otra vez, a “matar o morir”, como suele decirle Milei a sus interlocutores.
En esa batalla también apuestan a restarle soportes a sus adversarios. En el Día de la Lealtad, el Gobierno apuesta la traición, la división y el hartazgo de los que después de dos décadas quieren liberarse del yugo cristinista o, simplemente, empezar a desarrollar su propia empresa. O de los que necesitan ponerse en valor para mejorar su poder de negociación. Ayer quedó claro que el oficialismo deberá esperar,
Esta reposición de los kirchneristas como los enemigos a batir o “los delincuentes” (diría Caputo) que quieren volver a destruir, tiene como contrapartida la reformulación del vínculo con Mauricio Macri y su escorado submarino amarillo.
La UTE libertaria-macrista
La designación hecha ayer de la exfuncionaria macrista María Tettamanti como nueva secretaria de Energía implica mucho más que un recambio puntual tras el desplazamiento de Eduardo Rodríguez Chirillo, cuyas acciones estaban en baja desde el nombramiento Daniel González (exjerarca de YPF durante el macrismo) como virtual ministro de Energía y Minería.
“La llegada de Tettamanti surge de lo que Mauricio [Macri] habló con Milei y de lo que Cristian [Ritondo] discutió con Santiago [Caputo]. También, porque Daniel González quería sumar gente de [la fundación macrista] Pensar. Ahora van a entrar varios más que estuvieron en nuestra gestión para mejorar los niveles de respuesta que el sector privado invierta aún más rápido”, admitió y anticipó la persona que mejor conoce al jefe de Pro. Una UTE (unión transitoria de empresas) en proceso.
Las puertas de la administración mileísta parecen empezar a abrirse para el macrismo, como venía reclamando su dueño en las reuniones que mantuvo con Milei y en la última con el supergurú Caputo. En este escenario jugaron un papel crucial las muchas pruebas de amor (no correspondido) que el macrismo le ha dado al Gobierno. Tanto como las necesidades que hoy enfrenta el mileísmo y las necesidades electorales de ambos espacios.
Por una parte, se trata es el pago al apoyo parlamentario dado por Pro para sostener los vetos presidenciales a las leyes previsional y de financiamiento universitario. Dos grandes demostraciones de la entrega macrista, por la impopularidad que tenían. Sus principales dirigentes amenazaban con que serían las últimas si no había contrapartida.
Sin embargo, menos efectivo que esa advertencia parece haber sido el nuevo gran reto que enfrenta Milei y que hizo saltar todas las alarmas. Refiere al tratamiento en el Congreso de la reforma de la ley vigente para limitar los decretos de necesidad y urgencia (DNU), impulsada por Pro y el radicalismo, que en el mileísmo creen que puede poner en riesgo la gobernabilidad.
La actual legislación, cuya autora fue Cristina Kirchner, cuando era legisladora y su esposo presidente, estableció una anomalía singular en el sistema republicano, al hacer que le sea más fácil legislar al Presidente, por la vía de los DNU, que al Parlamento. Con que sólo una Cámara no rechace un decreto, este queda firme, mientras que para sancionar una ley se requiere de la aprobación del Senado y de Diputados. Como se ha visto recientemente es más fácil bloquear que sancionar leyes. Hiperpresidencialismo agravado.
En este juego en el que las conveniencias se imponen a los principios, los kirchneristas avalan el afán reformista de la ley que lleva su sello y el macrismo enfrenta un dilema. Pro siempre cuestionó aquel anómalo refuerzo del poder presidencial, impuesto por el kirchnerismo gobernante en su beneficio. Además, sus legisladores presentaron proyectos, que ahora se reflotan, para restablecer la limitación constitucional a la legislación por decreto.
A pesar de esos antecedentes, en esta nueva etapa de su relación con el Gobierno y en vistas al año electoral, el macrismo estaría dispuesto a asumir el costo de la incongruencia en nombre de la real politik.
“Todo tiene que ver con todo”, responden desde el macrismo cuando se les pregunta si la flamante generosidad oficial para incorporar a sus cuadros al Gobierno está vinculada con la restricción a los DNU, además de otras consideraciones.
Por ahora, el macrismo no contaría con el número para impedir que la reforma salga. “Va a ser difícil, porque igual los que impulsan la reforma tienen el número, más allá de lo que hagamos nosotros. El negocio es mandarla al año que viene, por lo menos”, admite uno de los diputados más influyentes de Pro.
Dilatar el tratamiento es más que la admisión de una realidad aritmética adversa. Es, también, una decisión estratégica del macrismo. Operaría como una garantía para sus aspiraciones en el armado electoral, a los efectos de no ceder más poder antes de tiempo y quedarse sin cartas de negociación cuando se definan candidaturas.
El pago a Macri con cargos en la administración así como tener que sostener el blindaje a los DNU no es visto por todo el macrismo de igual manera. Por un lado, defender una ley del kirchnerismo que da más poder al Poder Ejecutivo indigesta a los republicanos. Por el otro, el ingreso de cuadros amarillos en la gestión, sin un acuerdo marco más amplio que incluya cuestiones que hacen a la identidad macrista y dé garantías para la conformación electoral inquieta a algunos estrategas que aconsejan al dueño del partido.
“Yo le digo a Mauricio que no se apure y que espere con las manos abiertas para recoger lo que le va a caer de arriba, por lo que están rompiendo las ‘fuerzas del cielo’”, señala un consejero político que el expresidente suele escuchar y que mira con prevención el desempeño político (y económico) del oficialismo.
La capacidad del mileísmo de fabricar enemigos, al margen de la decisiva performance en el plano económico, empieza a configurar nuevos escenarios desafiantes y a alentar ilusiones, no solo de rivales acérrimos, como el kirchnerismo. Ayer se lo advirtieron en IDEA dos gobernadores muy cercanos.
También, hay varios dirigentes que llegaron a cargos políticos de la mano de Milei, como el senador Francisco Paoltroni, que quedó afuera del bloque oficialista tras oponerse a la candidatura para integrar la Corte del cuestionado Ariel Lijo.
El formoseño está recorriendo las provincias con una ambulancia intentando recoger afectados por el fuego del “triángulo de hierro” y por los acuerdos con figuras prominentes de la casta a la que Milei dijo que venía a combatir. La amplitud del arco de contactos que está desarrollando es tal que hasta le ha valido el reproche de algunos referentes de fuerzas nacionales que parecen muy lejanas a su pertenencia. Es el caso de sectores del radicalismo del norte grande. Aunque no le será fácil.
Milei sigue dominando la agenda pública y las encuestas, pero cada vez aparecen más dirigentes que, aún sin estar en condiciones de disputarle esa hegemonía, se mueven para debilitársela. El año electoral ya están en marcha. El lanzamiento de Cristina Kirchner solo lo certificó.
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