Dos historias, la de Delvina Borges Ramos y la de Kdu dos Anjos, quienes soñaban con tener una casa nueva, modesta y con bajo presupuesto; el trabajo de arquitectos creativos lo hizo posible y hasta ganaron premios internacionales
Dos historias en dos ciudades diferentes de Brasil: la de Delvina en San Pablo y la de Kdu en Belo Horizonte. Dos historias atravesadas por el mismo deseo: tener una casa nueva, digna y confortable en la favela donde viven. Con presupuestos acotados pero sueños infinitos, las casas fueron desafíos y proyectos de diferentes arquitectos que atendieron y entendieron los pedidos de sus dueños para construir una vivienda nueva que respetara la identidad estética y cultural del entorno, a bajo costo y con mucha creatividad.
Ladrillos grises, madera, hierro y plantas: la casa premiada en San Pablo
Poco tiempo de construcción, un terreno pequeño y un presupuesto acotado: con esos componentes, una casa de una favela en Brasil ganó un premio internacional de arquitectura. No es la más lujosa ni costosa y, sin embargo, la historia de la propiedad de Delvina Borges Ramos, una empleada doméstica, es un ejemplo de que, aún con pocos recursos, es posible crear espacios distintivos.
Hace 30 años, Delvina compró su casa en Vila Matilde, uno de los 96 distritos de la ciudad de San Pablo. En 2013, una tormenta derrumbó una parte del techo de la construcción y el hijo de la mujer, que hace tiempo planeaba una remodelación, decidió invertir sus ahorros para cumplir ese objetivo.
Inicialmente, el plan de la familia era vender la casa y, con los ahorros de toda la vida, comprar un departamento pequeño para Delvina. La opción no terminaba de resultar atractiva: la nueva vivienda estaría ubicada, probablemente, lejos de sus familiares, que en ese entonces vivían en Vila Matilde.
Cuando la tormenta aceleró el proceso de deterioro que la casa ya atravesaba hace tiempo, el hijo de Delvina se contactó con el estudio Terra e Tuma Arquitetos Associados, que finalmente fue el elegido para realizar el trabajo. El desafío fue adaptarse al presupuesto que la familia tenía y cumplir con su pedido de que la casa se edificara en el menor plazo posible para evitar que sus ahorros perdieran valor.
El mayor desafío, según explicaron los arquitectos, apareció en la primera etapa de construcción. Demoler la vivienda tomó cuatro meses y los cimientos, el refuerzo de las medianeras y la edificación demoró seis meses más.
La casa se extiende sobre 95 m² y se construyó en un lote de 4,8 metros de ancho por 25 de profundidad. La planta baja tiene living, cocina, lavadero, baño y una habitación. Un jardín interior conecta todos los espacios de la casa, además de cumplir la función de brindarle ventilación y buena iluminación a los ambientes.
Al fondo de la casa, una escalera conduce al segundo piso, que funciona como una habitación para invitados con una amplia terraza. En el interior de la vivienda, predominan los muebles de madera y hierro y las plantas de interiores.
A comienzos de 2016, Arch Daily, uno de los estudios más famosos de arquitectura del mundo, realizó su premiación anual Building Of The Year 2016, en la que más de 55.000 personas votaron por sus obras favoritas, entre más de 3000 proyectos publicados. Dentro de la categoría “Casas”, el proyecto premiado fue la vivienda de Delvina, a cargo de Terra e Tuma Arquitetos Associados. Los creadores se destacaron por dar “una respuesta innovadora y de alta calidad arquitectónica” a su clienta, en una antigua vivienda deteriorada en una favela de San Pablo, a muy bajo costo.
Ladrillos a la vista y pisos de cemento: la casa premiada de Belo Horizonte
Una pequeña y modesta vivienda de ladrillos, de 66 metros cuadrados, ubicada en plena favela de Belo Horizonte, en Brasil, fue elegida como la mejor construcción del planeta según el reconocido portal de arquitectura ArchDaily. El inmueble, que se levanta en una de las estrechas calles del Aglomerado da Serra y que es propiedad del artista Kdu dos Anjos, de 32 años, integró la lista de los 75 mejores edificios del mundo a principio de este año y resultó ganador en febrero. Kdu llama a su modesta morada “la choza” y la vivienda le robó el lugar a mansiones de diferentes países.
“Estoy muy orgulloso de que mi casa haya ganado este premio, porque las noticias sobre las favelas suelen hablar de violencia, tiroteos, de casas desmoronándose. Esto es lo contrario: una chabola alcanzando la cima del mundo”, celebra el joven que ya se tatuó el croquis de su vivienda en su antebrazo. El terreno lo compró en 2017 y vive en esta casa desde 2020 con dos perros, una gata y “más de 60 plantas”.
Esta sorprendente obra logró fusionar la línea academicista con el estilo de construcción de la favela (basado en los conocimientos intuitivos de sus habitantes). El trabajo arquitectónico que se realizó bajo la atenta mirada profesional de Fernando Maculan y Joana Magalhães -y que se caracteriza por la utilización de materiales sencillos- hoy cosecha elogios de todos los rincones del planeta.
Cuando Anjos contrató a Maculan y Magalhães dio una clara directriz: mantener en su pequeño terreno la identidad estética y cultural del entorno. Los arquitectos no sólo parecieron entender a la perfección el pedido de su cliente, sino que además estuvieron predispuestos a escuchar, una a una, las propuestas de los trabajadores (miembros del Colectivo Levante) que llevaron adelante el proyecto. Según Maculan, tanto el saber escuchar a los habitantes del lugar como el reconocer los valores de esa región son dos de las principales herramientas que no pueden olvidar -jamás- los arquitectos que pretenden hacer edificios funcionales y valiosos.
De esta forma se fue componiendo tanto lo relativo con las características estéticas, como también funcionales del diseño del inmueble. “Con Magalhães sabíamos que esta obra debía contar con ladrillo a la vista, el cual forma parte de la identidad del entorno. Otro elemento que no podía estar ausente era el cemento quemado en el suelo. Este último recurso le aportaría, a la vez, un aire industrial y retro a la vivienda”, comentó Maculan.
Quizá para una mirada distraída, esta vivienda no cuenta con demasiadas diferencias con el resto de las construcciones del barrio, pero sus grandes particularidades están puestas en los detalles, como por ejemplo, su estructura reforzada. Para ahorrar material y para disminuir el tiempo de obra, Maculan y Magalhães, apelaron a la utilización de los ladrillos acostados en forma horizontal e intercalados. Un método inusual en la favela, ya que allí los albañiles suelen ponerlos de pie. La obra demandó ocho meses y mucho trabajo. “Los albañiles se enojaban porque les parecía que colocar los ladrillos de esta forma consumía mucho tiempo. Y tuvimos grandes dificultades para subir todo el material por las escaleras, es la última casa de la calle, tuve que pagar mucho dinero a los cargadores”, relata el propietario. El costo total de la obra fue de US$29.000.
Otra característica que diferencia al proyecto es su gran aislamiento tanto climático como sonoro. Esto se debe al mayor grosor de las paredes. Los ventanales, también, son protagonistas de la construcción, ellos le aportan el ingreso de mucha luz natural y le garantizan una gran ventilación, dos factores muy valorados -actualmente- en cualquier lugar del planeta.
Según Maculan, la simple nominación de la propiedad para integrar la nómina de los mejores edificios de 2023 es un enorme premio, que pone sobre la mesa mundial no sólo las problemáticas de las favelas sino también la impronta de sus culturas.
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