
Por Cristina L. de Bugatti Para LA NACION
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Hace ya muchos años un alto funcionario del gobierno de Estados Unidos visitaba nuestra ciudad, acompañado por sus pares locales y un guía. Frente a la admiración del visitante por la talla y el aspecto de un gran árbol, el guía informó: "Es un ombú". Pero era un gomero, el Ficus elastica que crece en Plaza San Martín, cerca de la Cancillería.
La familia de los ficus tiene representantes en diferentes regiones, algunos tan familiares como la higuera - Ficus carica - todos con látex (savia blanca y gomosa).
Nativo es el Ficus luchnathiana , higuerón o ybapoy, que crece por el Litoral hasta la isla Martín García, y emite raíces aéreas, estranguladoras. Había nacido un solo ejemplar, en el follaje de una palmera de Plaza de Mayo. Si sus raíces llegaban al suelo podrían estrangular a su huésped. Los gomeros de la Recoleta, de origen asiático, permiten rastrear su llegada a estas tierras. La historia registra la instalación, en el lugar, de la Orden de los Padres Recoletos alrededor del 1700, quienes tenían allí un jardín botánico donde, posiblemente, introdujeron estos árboles. Quiere decir que son ejemplares de más de 200 años.
Es natural que la edad y la convivencia con la ciudad los desgastara, y ante su deterioro evidente la Sociedad Argentina de Horticultura, organizó en 1994 un difícil operativo de rescate, que incluyó a la Facultad de Agronomía de la UBA, el Royal Botanic Garden de Kew, la Municipalidad de Buenos Aires y la embajada inglesa. Tal vez ese publicitado proceso contribuyó a su gran difusión, que hoy alarma. También a no confundirlo con el ombú. Otros grandes gomeros datan de fines del siglo XIX y hoy son emblemáticos.
La fácil reproducción por estaca lo convirtió en una rústica planta de interior y cuando la maceta resultó estrecha, pasó a la vereda; el Ficus benjamina , de menor porte, corrió la misma suerte.
Se destaca la prohibición gubernamental de incluirlos en el arbolado de las calles. El denso follaje del Ficus benjamina aumenta la inseguridad, las raíces de las otras especies destruyen veredas, y su talla es desproporcionada. La ciudadanía toma partido: hay quienes piden su destrucción y quienes lo elevan a símbolos. La Legislatura elabora una mediación, dejar los ficus emblemáticos en plazas y parques, pero liberar calles y veredas de tropezones y sombras peligrosas.





