La situación de incertidumbre que se vive en el mundo ha vuelto a los inversores más conservadores: en medio de esta situación tan volátil, la gente prefiere tener su dinero en inversiones tangibles.
Este tipo de bienes ofrece la posibilidad de tocarlos y de ahí su tangibilidad, que importa menores riesgos. La inversión en este tipo de bienes no es nueva, ya que se ha recurrido a ella a lo largo de la historia, generalmente en situaciones de inestabilidad y crisis. Los bienes intangibles, principalmente las inversiones financieras y sus derivados, han ofrecido beneficios elevados, con los consecuentes riesgos también elevados que éstos implican. Así, el inversor ha de aceptar esta máxima o elegir alternativas que entrañen menores peligros de pérdida de capital, pero que a la vez tendrán un rendimiento menor.
En estos contextos hace falta una buena dosis de sentido común. Nunca llegaremos a conocer lo desconocido ya que, por definición, es desconocido. Sin embargo, siempre podemos imaginar cómo podría afectarnos.
En medio de esta coyuntura, un dato no menor es que la vocación de los agentes económicos respecto de invertir en inmuebles sigue intacta (no debemos olvidar fácilmente los prolongados períodos de nuestra historia inmobiliaria con ausencia absoluta de inversores). Aunque haya ideas, proyectos, capacidad de trabajo, si no hay quien quiera poner su dinero en el sector, no se pueden materializar los emprendimientos y el stock de departamentos usados se mueve con dificultad.
Las decisiones vinculadas con el mercado inmobiliario se asocian a una visión de más largo plazo y de mayor aversión al riesgo. Muchos de los que compran inmuebles lo hacen con una visión de largo plazo como medio de generar fuentes de ingresos alternativas a las de su actividad principal. En ese sentido, el sector inmobiliario constituye un segmento de actividad de atractiva rentabilidad y riesgo relativamente controlado, generando a su vez un efecto dinamizador en la industria de la construcción que derrama positivamente sobre la economía en su conjunto. Los inversores a lo largo de la historia argentina han recurrido frecuentemente a la inversión inmobiliaria y no salieron defraudados.
El autor es director de la Especialización en Desarrollo de Emprendimientos de la Cámara Inmobiliaria Argentina
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