Referente del mundo del espectáculo argentino y hacedor de éxitos, el productor está celebrando cinco décadas de carrera y veinticinco años de amor con su mujer, Lorena Cánepa. “Siempre creí que separarse era lo normal hasta que ella llegó a mi vida”, confiesa
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Es momento de doble celebración para Héctor Cavallero (78). Está cumpliendo cincuenta años como productor, en los que no se ha privado de nada: descubrió talentos, formateó la carrera de muchos actores y actrices argentinos, trajo a Michael Jackson en el 93 cuando estaba en lo más alto de su carrera, produjo películas y obras de teatro de mucho éxito. Pavarotti, Liza Minnelli y Luis Miguel, entre otros grandes, también forman parte de la lista de los artistas con los que trabajó. Y, además, hoy es director de la carrera de Artes Escénicas de la UADE. En su vida personal –hay que decirlo– tampoco se privó de nada: fue pareja de Susana Giménez (estuvieron ocho años juntos), se casó con Pata Villanueva y vivió una apasionada historia de amor con Valeria Lynch. Hoy está festejando veinticinco años con Lorena Cánepa, la mujer que, según las propias palabras de Héctor, lo cambió de una vez y para siempre. Tiene cinco hijos: Agostina (45) –con Pata–, Federico (43) y Santiago (36) –de su relación con Valeria– y Nicolás (20) y Martín (18) –de su último matrimonio– y es abuelo de Joaquina (12), Benicio (2) y Julia (2).
–¿Sos un abuelo presente?
–Tengo la suerte de tener una relación lindísima con todos mis hijos, llena de amor, y eso se traslada a mis nietos. La más grande vive en Córdoba y los otros dos, en Zona Norte, quizás por eso no tengo tanta cotidianeidad como me gustaría, pero me encanta que me llamen abuelo.
–Vos no tuviste tanta suerte en el vínculo con tus padres...
–Ellos se separaron cuando era muy chico, los recuerdo con amor, pero en esas épocas tener padres separados era vergonzante. Yo lo sufrí. Estuve pupilo en un colegio de Lomas de Zamora durante cinco años de la primaria porque ninguno de los dos quería que yo viviera con el otro. Una estupidez que me hizo mucho daño. Con los años, pude perdonarlos.
–¿La historia de tus padres marcó tu vida afectiva?
–Sin dudas. Me convertí en un hombre que estaba malformado afectivamente. Si bien tuve muy lindos amores, fracasé mucho. Casi todo lo que pasó fue culpa mía, ¿eh? Me hago responsable. Yo siempre creí que separarse era lo normal. Pero lo normal es lo que vivo desde que Lorena llegó a mi vida, hace veinticinco años. Ella es adorable y tenemos una familia bien consolidada. Me cambió la vida.
–¿En qué momento llegó Lorena a tu vida?
–Cuando creí que nunca más iba a formar una familia. Yo tenía 54 años y tres hijos y ella tenía 28. Siempre le dije que estaba loca, que podría haber estado con un joven apuesto de su edad, pero eligió un jovato. [Se ríe]. Y encima productor de profesión. Pero funcionó. Y si ella no me echa, de acá no me saca nadie. Además de marido y mujer, nos convertimos en amigos, compañeros, socios, luchamos el uno por el otro, nos cuidamos mutuamente…
–¿Sos coqueto?
–Excesivamente. Puede sonar frívolo, pero la pilcha es fundamental. Zapatos lustrados y mucho perfume siempre. Sacame todo lo que quieras, pero la ropa no me la toques.
EL PRÓCER DEL ESPECTÁCULO
–¿Cómo funciona la cabeza de un productor?
–Es una profesión rara que te obliga a estar pensando cosas nuevas, espectáculos nuevos y artistas y talentos por descubrir todo el tiempo. Yo tengo muchos goles a favor, pero también perdí mucho. En el balance general de todos los partidos que jugué, mi saldo es positivo, aunque pasé momentos muy angustiantes en los que me caí a pedazos y tuve que empezar de nuevo. Venía de años espectaculares con los shows de Michael Jackson en River como la frutilla de la torta y empezó a irme mal. Yo tenía armada una estructura muy grande de empleados y no la pude mantener. Después emboqué obras de teatro y artistas de mucho éxito y fui creciendo otra vez, ¡y mejor que antes!
–Algunos te apodan “el prócer del espectáculo”.
–Y me hacen homenajes… ¿Estarán viendo que en cualquier momento me muero? [Se ríe].
–Estuviste al lado de grandes del mundo del espectáculo. ¿Con alguno de ellos te “choluleaste”?
–Los admiro a todos muchísimo, pero jamás se me hubiera ocurrido pedirles una foto, por ejemplo. Yo hice una gira con Luis Miguel por toda Argentina y no lo vi nunca, imaginate. No me interesaba.
–¿La anécdota más desopilante?
–¡Las peripecias con Michael Jackson! Él vino siendo un número 1 y ocho días antes de lo que estaba pautado. Por momentos me divertía y por otros, lo quería matar. Como cuando se escapó del hotel –que en ese momento era el Hyatt–, se fue hasta Patio Bullrich con sus guardaespaldas y se metió en el local de Kenzo. Cuando pasé por la puerta del shopping, vi la combi en la que se movía Michael y había un amontonamiento de gente impresionante. Me bajé del auto y no podía creer el despelote que era adentro, toda la gente contra las vidrieras del local y a los gritos. No sé cómo logré entrar y cuando les pregunté a las vendedoras dónde estaba, me señalaron uno de los probadores. Estaba sentadito, muriéndose de risa. ¿Conclusión? Logramos llegar al estacionamiento y le tuve que pedir a un hombre que justo estaba saliendo en su Renault 12 colorado que nos sacara de ahí. El tipo no lo podía creer.
–Entre otras tantas cosas, hiciste que Araceli González protagonizara por primera vez una novela.
–Ella vino con Adrián [Suar] a verme para hacer un espectáculo para chicos, pero en ese momento no surgían heroínas nuevas de telenovelas y le dije que era su momento. Hablé con Gustavo [Bermúdez], a quien yo había ayudado con su contrato para hacer Nano, y le propuse a Araceli. Hablé con Quique Torres para modificar los libros –de ahí surgió que la protagonista fuera sordomuda–, hablamos con Lito Cruz para que le diera clases, Araceli aprendió el lenguaje de señas por su cuenta y fue un boom. Ella se la jugó y salió airosa, teníamos una relación hermosa hasta que se rompió y terminamos en juicio. Ella consideró que mi trabajo no había sido suficiente, que se había sentido desprotegida y no quiso pagarme mi comisión. Finalmente, el juez me dijo que me convenía arreglar por el 50 por ciento de lo que me correspondía en realidad. Muy triste terminar así porque no tengo dudas de que mi trabajo fue fundamental. La cuerda de la guitarra del Martín Fierro que se ganó por Nano debe ser mía. [Se ríe].
“HOY TODO ES UNA MEZCOLANZA”
–Fuiste protagonista de la emblemática noche porteña de los 60, la disco Sunset, la boîte Mau Mau…
–Era muy divertido, todas las noches de joda, pero dejé de ir a los boliches a los 25 años, harto, ya no me atraían. Nunca tomé alcohol, ni me drogué jamás… A mi alrededor veía y había de todo, pero nunca me interesó.
–¿Qué recuerdos tenés de las mujeres de tu vida?
–Tengo muy buenos recuerdos, aunque yo era muy desprolijo. Con Susana prácticamente no tengo vínculo, con Pata me llevo bien y estuve muy atento a lo que le pasó hace poco –el grave accidente doméstico que tuvo en Punta del Este– acompañando de cerca a nuestra hija y los hijos de ella, que quiero mucho. Y con Valeria tengo dos hijos y dos nietos y todos los festejos se hacen en casa de ella. Tenemos una relación cordial.
–¿Es verdad que te encontraste con Susana cuando había un proyecto de hacer su biopic?
–Sí. Yo tenía mucho miedo de que se devaluara mi persona en la historia que iban a contar, que se produjeran hechos alejados de la realidad. Muchos escribieron cosas que distan mucho de lo que pasó o hicieron comentarios injustos sobre nuestra relación. Por eso fui a hablar con ella. “Si vos vas a hacer la historia de tu vida, te pido que me cuides o si no que me obvies”, le dije. “¿Y por qué yo hablaría mal de vos, de ninguna manera lo haría?”, me respondió. Al final nunca se hizo porque es un proyecto que no le suma. Ella tiene que seguir guardando cierto misterio sobre algunos aspectos de su vida.
–¿Qué es lo que más te molesta de lo que se haya dicho de tu historia con Susana?
–Que minimicen una separación con terceros en el medio y que señalen al que sale de la historia como un bobo. Me molesta cuando quieren hacerme parecer un idiota. Y alguno se ha extendido sobre este tema de manera desagradable. Todos deberían saber bien cómo fue la historia, pero como yo no la conté ni la pienso contar nunca… Hoy estoy a contramano porque todo el mundo ventila todo, todo se cuenta.
–¿En qué sentís que cambió el mundo del espectáculo?
–Antes las estrellas eran estrellas, las figuras eran figuras y los extras eran extras. Hoy todo es una mezcolanza.
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