Ideal para aprovechar lo que hay a mano, confiar en la observación y darle tiempo a la naturaleza.
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Hay momentos en que el jardín parece quedarse quieto, como si esperara algo más: una nueva planta, una señal de vida fresca.
Y entonces volvemos al viejo almacén del saber cotidiano: las abuelas sabían que lo más sencillo puede ser lo más potente. Con sólo unas gotas —y algo de paciencia— se puede transformar un esqueje común en una nueva planta, lista para incorporarse al jardín.
El ingrediente protagonista es el peróxido de hidrógeno (agua oxigenada) y, aunque suena industrial, el proceso es sencillo, casero y efectivo.

Según explica el especialista en aromáticas Álvaro Lamas, “se toman brotes de aproximadamente 10 cm, se eliminan las hojas inferiores y se colocan en un frasco con agua y unas gotas de agua oxigenada y en unas tres semanas, esos esquejes están listos para trasplantar”.
¿Por qué funciona?
El secreto está en el oxígeno. El agua oxigenada libera oxígeno activo cuando entra en contacto con el agua y el aire.
Ese aporte extra ayuda a que las raíces respiren mejor y se desarrollen con más rapidez. En el caso de los esquejes o gajos, ese pequeño estímulo marca la diferencia: en lugar de quedarse semanas en espera, comienzan a formar raíces nuevas casi de inmediato.
Además, el peróxido de hidrógeno tiene un efecto desinfectante suave. Elimina hongos o bacterias que podrían atacar al esqueje antes de que se afiance y mantiene el agua limpia por más tiempo.
Es, en definitiva, una manera muy simple de recrear un ambiente oxigenado y saludable, ideal para que una rama recién cortada empiece a transformarse en una nueva planta.

El procedimiento paso a paso
El procedimiento no tiene misterio. Se empieza eligiendo un brote sano, de unos diez centímetros, y se corta justo debajo de un nudo: ahí donde la planta concentra su potencial de crecimiento.
Se retiran las hojas inferiores para que no queden sumergidas y se coloca el esqueje en un frasco con agua a temperatura ambiente.
Luego llega el toque mágico: unas gotas de agua oxigenada —apenas veinte por litro y medio— bastan para mejorar la oxigenación del medio. No hace falta más.
El frasco se ubica en un lugar luminoso, sin sol directo, y en pocos días empiezan a asomar las primeras raíces
A las tres semanas, el esqueje ya suele estar listo para su nueva maceta. Antes de trasplantar, conviene dejarlo reposar unos minutos fuera del agua y preparar un sustrato suelto, con algo de perlita o vermiculita, que favorezca el drenaje.

Lo que hay que evitar
Como todo truco sencillo, su eficacia depende de la medida. Si se agregan demasiadas gotas, el exceso de oxígeno puede dañar los tejidos tiernos o incluso quemar las raíces en formación.
También es importante partir de material sano: los esquejes con hojas marchitas o tallos blandos rara vez prosperan.

Otro error común es dejar el agua estancada por semanas. Aunque el peróxido ayuda a mantenerla limpia, es mejor cambiarla si se enturbia o pierde transparencia.
Y, sobre todo, no hay que apurarse. Trasplantar antes de tiempo, cuando las raíces aún son cortas o frágiles, puede hacer que todo el esfuerzo se pierda. Unas raíces de al menos dos o tres centímetros son la señal de que la planta está lista para pasar a tierra.
El truco de las abuelas tenía su lógica: aprovechar lo que había a mano, confiar en la observación y darle tiempo a la naturaleza. Hoy, con todo el conocimiento científico disponible, sabemos que tenían razón. Un poco de oxígeno extra acelera el proceso, mantiene el agua limpia y despierta el instinto de supervivencia de la planta.













