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El dueño de casa, un amante de la jardinería, quería un jardín siempre verde, que fuera en lo posible atractivo el año entero, con mucho colorido en flores, follajes y frutos, y que sostuviera una gran diversidad de insectos y de aves. En un terreno ubicado dentro de un condominio en la zona norte del valle de Santiago de Chile, a los pies de la Cordillera de los Andes y sobre un suelo de arcilla expansiva, el paisajista Cristóbal Elgueta Marinovic comenzó a trabajar.
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Para el proyecto, tuvo en cuenta otro encargo fundamental de su cliente: incorporar la vista a los cerros aledaños, la vista al valle, el arbolado de los demás terrenos y del condominio, y a la vez generar independencia de los vecinos. Crear un jardín de bajo consumo hídrico y que no requiriera el uso de ningún tipo de pesticida fueron también premisas explícitas. Finalmente, los propietarios pidieron que se armaran recorridos que invitaran a descubrir la totalidad del espacio y una huerta, en este espacio de 2500 metros cuadrados de superficie.
Para esto, el jardín se configuró en varios pequeños jardines, cada uno de ellos con una paleta vegetal y de color distinta, articulados a través de una estructura vegetal siempre verde compuesta por árboles nativos y exóticos perennes para darle continuidad, entre los que destacan Quillaja saponaria, Peumus boldus, Laurus nobilis y distintos tipos de viburnum. Una circulación perimetral invita al recorrido, sin descuidar la intimidad de cada uno de los espacios, en la que de tanto en tanto se repiten Celtis australis, Diospyros kaki, Punica granatum y Rhus typhina para darle ritmo y sombra al recorrido, además de generar interesantes coloridos en los meses de otoño.
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Para la zona de dormitorios, una paleta plácida de azules, lilas y blancos. Entre las elegidas, se destacan distintos tipos de salvias, lavandas, alstroemerias y bulbos en una estructura de subarbustos siempreverdes para sostener el jardín en el invierno. Además, se realizó una cuidada selección de varias especies diferentes de jazmines y algunos arbustos –como Osmanthus fragrans y Michelia figo– para perfumar el espacio durante varios meses.
En el acceso, una matriz de gramíneas de ciclo cálido –como miscanthus, erianthus, deschampsia e Imperata cylindrica– junto con Alstroemeria ‘Summer Red’ y Prunella grandiflora dan un efecto vibrante y dinámico. Para la zona de la pileta se pensó en una sucesión en ciclos de tres a seis semanas de flores amarillas y naranjas, de plantas como alstroemerias, kniphofias, hemerocalis, helenium y rudbeckias, insertas en una matriz de gramíneas de ciclo cálido y de varios subarbustos y herbáceas de floraciones en lilas y morados.
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El resultado fue sorprendente, con un jardín que –además de consumir sustancialmente menos agua que el promedio del condominio– incorpora su entorno y parece terminar a lo lejos, en la Cordillera. Con sus ciclos de floración de tres a seis semanas, está en permanente cambio, lo que no solo resulta muy atractivo para los propietarios, sino que además permite sostener niveles de biodiversidad animal y de invertebrados sorprendentes, además de cobijar poblaciones importantes de insectos que mantienen el jardín y la producción de hortalizas de la huerta completamente libre de plagas.
LA NACION