La arquitecta Lala Loviscek lideró la renovación y ampliación de una casa que colmó de luz.
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“Cuando mis clientes heredaron la casa, todo el mundo les decía que tenían que demolerla y empezar de cero. Pero cuando lo consultaron conmigo, coincidimos en que tenía mucho valor afectivo y un enorme potencial de reforma, dadas las dimensiones del terreno en un histórico barrio cerrado de Del Viso”, explica la arquitecta Lala Loviscek.
"Hice un proyecto de renovación para esta casa cuando todavía cursaba la carrera de Arquitectura. Fue muy emocionante que, 20 años después, me llamaran para concretarlo y, además, ir un paso más allá"
Arq. Lala Loviscek, a cargo de la reforma
A partir de ese acuerdo inicial y tras solo seis meses de obra, la casa abandonó su estilo años 60 -con ladrillo visto, techos de madera, ambientes compartimentados y aberturas pequeñas– para abrazar una versión actual que mantuvo la estructura y la expandió para hacerla hace brillar. Completamente pintada de blanco y abierta hacia los espacios verdes, la vivienda pasó de 130 a 310m2, principalmente en planta baja, adaptada a una familia de cinco que hoy la disfruta sabiendo los recuerdos que guarda.
Al centro
“El chalet original se convirtió en el sector público y articulador de lo nuevo, lo que llamamos la nave”. A su alrededor, la nueva casa se organiza en forma de U, con el sector de servicios y social a un lado, y el privado hacia el otro”, cuenta la arquitecta.
“Un pedido importante fue jerarquizar la entrada. Hicimos de la cocina existente el hall principal y con un pórtico a dos aguas consolidamos un acceso con transparencias y mucha luz natural”, explica. Para ese sector, eligieron un interiorismo simple pero con personalidad: consola (Familia Echaide), lámpara ‘Hanoi’ (Federico Churba) y obra de Connie Tassara. Sobre el lateral, el estudio diseñó un mudroom de kiri y frentes laqueados en blanco.
Máxima apertura
En el living, demolieron el muro que dividía los ambientes, pero conservaron el módulo de la chimenea. Ahora abierta hacia ambos ambientes, revocaron y pintaron de blanco el exterior, y la revistieron con ladrillos refractarios.
Enlace
“Todas las maderas y techos de la casa fueron pintados de blanco, lo que en el Estudio llamamos ‘blanco sanador’. Ese nuevo lienzo dio una amplitud, claridad y luminosidad que luego permite decisiones puntuales para cada ambiente”, cuenta Lala.
“La cocina se organizó donde originalmente había un garage y un entrepiso. Demolimos el cielo raso de machimbre y unificamos la altura de 4 metros con el resto de la casa, dejando el techo principal a la vista”.
Entorno privilegiado
“Al lindar con el golf y el club hípico, la casa tiene pocos vecinos, lo que nos permitió abrir frente y contrafrente y tener una conexión con este fantástico entorno arbolado”, cuenta Loviscek. El quincho y la parrilla están ubicados en uno de los extremos de la U, comunicado con la cocina y el sector de servicio.
“La galería es la parte más importante de la casa: en su recorrido hilvana todo el proyecto. Además, genera un juego de luces y sombras que cambia durante el día y cierra la idea de una farmhouse playera”.
Al otro lado
Las habitaciones se ubican en el extremo opuesto de la U: allí, construyeron un dormitorio para cada uno de los tres hijos de la pareja. En el que vemos aquí, decidieron abrir dos ventanas aprovechando dos laterales libres.
La suite principal está en el único sector en planta alta. El ventanal, que da a una añosa arboleda, funciona también como corredor para unir el cuarto con el baño en suite y el vestidor.
Cambio de época
El blanco funcionó para hacer “borrón y cuenta nueva”, y la ampliación logró potenciar el vínculo de la casa con el exterior. El techo, de techas francesas, estaba en muy buen estado: “Era una superficie valiosa”, cuenta la arquitecta. Para actualizarlo e impermeabilizarlo, pintaron las tejas de gris claro con membrana líquida (Polacrin).