Viento, salitre y arena lejos de ser un problema se convierten en aliados del diseño. Estos tres jardines marítimos muestran cómo pensar el paisaje como una extensión de la arquitectura, elegir especies que dialogan con el entorno y crear refugios verdes que celebran la vida junto al mar
El borde costero propone un desafío único para el diseño de jardines: la salinidad, los vientos dominantes y la arena transforman cualquier intento tradicional en una aventura paisajística. Lejos del césped convencional o las soluciones predecibles, los jardines marítimos más inspiradores se piensan como extensiones del paisaje mismo, dialogan con la casa y el entorno, y reinterpretan materiales, formas y paletas de plantas para crear espacios vivos, relajados y llenos de carácter. Aquí, tres propuestas que reinterpretan el jardín frente al mar con mirada de diseño, arquitectura y naturaleza.
Bahía de los Moros: círculo y vista en armonía
En un lote a apenas 300 metros de la playa, el jardín diseñado los paisajistas Paula Wehmeyer e Ignacio Van Heden en Bahía de los Moros se sostiene sobre una geometría sutil y poderosa: el círculo. Partiendo de la forma de un gran ventanal redondo en la casa, el diseño se despliega en cuatro sectores donde los círculos —de césped, de pileta y de espacio social— crean un ritmo visual elegante que dialoga con la arquitectura.
El ingreso se define con durmientes de ferrocarril que enmarcan la vista al mar y plantean una transición desde lo construido hacia lo natural. A partir de pastos llorones, cactus y suculentas que evocan jardines visitados en California, el jardín combina especies adaptadas al viento con flores de lavanda y agapanthus que llenan de color y fragancia el verano.
El espejo de agua circular se convierte en protagonista: su borde actúa también como bebedero para aves y refleja el entorno, integrando vegetación y cielo en un solo gesto. Caminos de madera atraviesan áreas más salvajes para conectar con sectores de césped, canteros floridos y terrazas. El resultado es un jardín que no sólo mira al mar, sino que lo celebra en cada elemento.
Costa Esmeralda: recintos, texturas y refugio del viento
Este jardín costero se construye como una secuencia de espacios protegidos donde la circulación, las texturas y la vegetación responden al viento marítimo en lugar de combatirlo frontalmente. Aquí, la estrategia paisajística se basa en recintos bien definidos y canteros sin césped que organizan las distintas vivencias del espacio exterior.
Al ingresar, una pérgola da paso a un jardín central resguardado entre dos volúmenes arquitectónicos que actúan como barrera natural. En ese corazón, senderos de polvo de piedra conectan macizos de herbáceas y gramíneas (Miscanthus, Salvia, Pennisetum) que se mecen con la brisa del mar y aportan una paleta suave de azules, lilas y rosados que perdura incluso en invierno gracias a sus follajes marcados.
Hacia la línea de mar, tres terrazas plantadas con gramíneas resistentes, como Eragrostis curvula y Pennisetum, funcionan como muros verdes que frenan el viento y la salinidad. Un camino de quebrachos cepillados guía hacia un jacuzzi donde el diseño descontracturado y la plantación compacta transforman lo agreste en un espacio acogedor. La propuesta renuncia al césped tradicional a favor de vegetación que se adapta y florece con naturalidad.
Necochea: un jardín que crece con el tiempo
A orillas del mar en Necochea, otro jardín marítimo nace de la colaboración y la paciencia. Creado por una dueña apasionada junto con el Grupo Jardín Necochea Quequén y asesorado por profesionales, este espacio demuestra que un jardín frente al mar se construye “a lo largo de los años”.
Empezando con cercas de madera y plantaciones pioneras de tamariscos, coprosmas y azareros para protegerse del viento, con el tiempo se fue consolidando una paleta floral que incluye gazanias, leonotis, especies nativas y exóticas adaptadas al clima costero. El césped se dejó evolucionar, permitiendo que la vegetación espontánea y las flores se integren de manera orgánica.
El jardín se organiza con microclimas: un patio hundido para contemplar y refugiarse, terrazas de césped y canteros floridos que responden a cada estación, y espacios pensados para el encuentro social. Caminos y senderos invitan a recorrer, mientras sectores como el “jardín de los recuerdos” —pensado para mirarse desde el living— muestran cómo un proyecto colectivo puede transformar un desafío climático en un paisaje emotivo y lleno de vida.
¿Qué los une?
Más allá de su contexto costero, estos jardines comparten claves de diseño valiosas para vivir el exterior con estilo: diálogo con la arquitectura, uso inteligente de materiales (maderas, piedras, durmientes), elección de especies resistentes al clima marítimo y una lectura sensible del paisaje natural que los rodea. Cada uno, a su modo, demuestra que el jardín frente al mar puede ser elegante, funcional y profundamente evocativo.
Agradecemos a JARDÍN su colaboración en esta nota.

























