Se instalaron en los alrededores del lago Lolog, Neuquén, para disfrutar de otro ritmo en un maravilloso entorno.
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De una forma u otra, descubrieron este rincón de la Patagonia y lo hicieron propio. Matías, Soledad y Marcelo encontraron su base en los alrededores del lago Lolog, en Neuquén. Allí, eligieron la fórmula tiny house: en pocos metros, lograron condensar todo lo que necesitan para una estancia confortable. Afuera, la expansión complementa con el río, el lago, la montaña, el bosque. Un balance entre resguardo interior y entorno único.

Matías
Nacido en San Martín de los Andes, el arquitecto y constructor Matías Opazo se mudó a Buenos Aires para estudiar en la universidad, y luego trabajar. Unos ocho años después, en 2013, decidió tomar la ruta de nuevo hacia el Sur, donde creó Alun Tiny House, su propio proyecto de construcción de viviendas pequeñas listas para ser implantadas en el terreno.
Desde hace tres años, Matías vive en el barrio Loma Redonda, en una de esas casas, con alrededor de 25m2 y una vista impactante hacia los cerros Mocho y Chapelco.

Este es un lugar que se condice con un momento personal de ir más para adentro. Elegí habitar la Patagonia desde un enfoque distinto: más esencial, móvil, más conectado con el paisaje y conmigo mismo”
— Arq. Matías Opazo, al frente de Alun Tiny House y dueño de casa

“La casa conjuga diseño, eficiencia y libertad, y está equipada con aislaciones y revestimientos adecuados para el clima patagónico porque es un producto local, algo que me interesaba mucho hacer”, nos explica. Las unidades de Alun Tiny House salen del taller listas al 90%; al llegar al lugar elegido, solo hay que apoyarlas en las plateas y conectarlas a los servicios.

Lo que aseguró antes de mudarse: la conexión a internet y un buen sistema de TV y audio. “Tengo todo lo que necesito, no noto diferencias con vivir en una casa grande. Sí tengo que ser más ordenado y mantener esa organización”, dice sobre el día a día.

“Fue muy lindo hacer mi propia casa: siempre había vivido en lugares ya construidos y equipados. Esta es la primera vez que tomé cada decisión según lo que quería para mí”

“Nunca había vivido en un espacio tan acotado y descubrí que es una dinámica que, hoy, se adapta muy bien a mi rutina. Durante la semana, salgo a trabajar de la mañana a la noche; recién los fines de semana puedo llegar a estar acá todo el día”

Las aberturas son de aluminio con DVH para mayor eficiencia energética y confort térmico; cuando conversamos con Matías, afuera el termómetro marcaba -3°C y, adentro, 20°C.

Después del primer año de vivir su casa, Matías decidió agregar las pérgolas, principalmente para que sus perros tuvieran resguardo.

Soledad
“Muchos años atrás empecé una búsqueda, con convicción y certeza. Vivía en un piso 17 en Recoleta y trabajaba diseñando las vidrieras para una marca multinacional de indumentaria, pero sentía la necesidad de una vida más simple”, recuerda Soledad Quinterno sobre el camino que la condujo a crear Encuentro Silvestre, su complejo de casas de alquiler temporario y para turistas.

Primero se mudó de Recoleta al Delta y, en 2013, a San Martín de los Andes, donde redecoró y administró una posada, algo que le hizo descubrir su amor por la hospitalidad. A fines de 2021, tras vender un galpón en Palermo, pudo comprar el terreno donde hoy funciona su proyecto.

En la zona hay muchos lotes de estepa, pero yo quería sí o sí que tuviera bosque y agua. Cuando lo encontré, lo señé enseguida, porque sabía que era único. Era el lugar de mis sueños, en medio del bosque, entre el río y el lago, rodeado de montañas”
— Soledad Quinterno, al frente del complejo Encuentro Silvestre y dueña de casa

Soledad contrató a un arquitecto para proyectar el complejo, pero al final decidió liderarlo ella misma, mientras que Juan Bautista Segura –padre de su hijo y paisajista– estuvo a cargo de los espacios exteriores.

Durante los tres meses que llevó la construcción de la primera casa del complejo, Soledad se dedicó a diseñar y hacer todos los muebles. Y es en ese hogar fundacional donde hoy disfruta sus fines de semana. “Pasé de vivir en una casa de 150m2 a dividirme entre un dos ambientes en el centro de San Martín de los Andes y esta casa. Un dato importantísimo es que aquí montó su taller.

“Cuando llegué, decidí volver a la carpintería, algo que ya había experimentado en Buenos Aires, donde fui aprendiz durante tres años. Con la excusa de equipar las casas, terminé llevando ese deseo a la realidad”

“Para diseñar esta y todas las casas, busqué un estilo simple y acogedor. El objetivo principal (y lógico) es que se destaque el entorno”

“En mis comienzos, estudié Diseño de Indumentaria. ¡Empecé cosiendo vestidos de fiesta y ahora hago carpintería!”, dice con humor. “Me acuerdo que, cuando estaba en sexto grado, aproveché un recreo para escaparme de mi clase y meterme en otra en la que había un taller y allí hice una cruz encastrada. Creo que la carpintería me acompaña desde ese día”, cuenta.

“Hoy no vivo en Encuentro Silvestre de forma permanente, pero creo que, en un par de años, cuando mi hijo termine el colegio, lo voy a hacer. Acá estoy feliz, tengo todo”


La pequeña ventana cuadrada marca un entrepiso que, por el momento, está usando como depósito. El próximo paso: “Me gustaría armar un estar en el piso superior; con ventanas en todas las caras; está lleno de sol y tiene una vista hermosa”, dice.


Marcelo
Bisnieto, nieto e hijo de laneros e industriales en Bahía Blanca, Marcelo Broccardo vivió su infancia arriba de la fábrica familiar, que incluía lavadero y peinaduría.
Los viajes a lo largo y ancho de la Patagonia junto con su padre para comprar las fibras directamente en las estancias forman parte central de sus recuerdos. También eligió el oficio, trabajando todo el proceso: compra, tejido, concepto y comercialización con su propio proyecto, Lana & Armonía.

Instalado en San Martín de los Andes desde 2005, de pronto sintió un quiebre: “Las circunstancias de la vida me pusieron en una situación de necesidad extrema, y ahí apareció una oportunidad de cambio: mi visión comercial se transformó hacia una nueva conexión con el entorno”.

Ya viviendo en la zona del lago Lolog, supo del complejo Encuentro Silvestre por su hijo, quien trabajó en la construcción. “Vine a ver la casa para alquilarla, y cuando llegué me generó una sensación muy fuerte. No dudé, este lugar me completó de entrada”, recuerda.

Siento que el lugar me estaba buscando a mí. Los radales, los maitenes, las montañas que veo por las ventanas. Salir y tener el río a 50 metros, meterme al agua fría, nadar. La naturaleza me marca el ritmo”
— Marcelo Broccardo, al frente de Lana & Armonía

Marcelo se mudó en abril de este año con muy poquitas cosas: “Antes de mudarme, dejé algunas, regalé otras. Me desapegué. Vine con una mochila. No tengo mucho, y tampoco necesito más”, dice.

“Experimenté un cambio radical: venía de una vida más nómade y entrar en un lugar como este, con su armonía, empezó también a ordenarme a mí y a mis días”


“Si buscaba estar más en paz, más calmo, y en un lugar que me inspirara, esto lo cumplió de una manera que yo ni imaginaba”

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