En plena pandemia, Rocío Zavalía soñó con un lugar que ayudara a armar redes femeninas y lo hizo en la casa de sus abuelos
A 10 cuadras del tradicional Jockey Club, institución centenaria que históricamente solo admitía socios varones (y que el año pasado estuvo en las noticias porque la Justicia la intimó a permitir el ingreso de mujeres), se levanta Casa Red: un centro “sociocultural” femenino que ya cuenta con 200 socias. La cercanía con el Jockey y el hecho de que el establecimiento convoque nada más que a mujeres vuelve inevitable pensar en una especie de “revancha” de género. Sin embargo, su fundadora, Rocío Zavalía, rechaza la idea de plano: “Nada que ver. Hay un montón de gente que malinterpreta, creyendo que esta es la venganza de las mujeres. La idea de Casa Red apunta a una necesidad que yo advertí a nivel social. Vi que muchas mujeres tenían, siguen teniendo, la necesidad de encontrar un lugar donde ir, donde tender puentes, que esté pensado especialmente para ellas”.
Entre las actividades se ofrecen charlas culturales, yoga, catas de vino, shows musicales, degustaciones de habanos, masajes y funciones de teatro o stand up. “Los viernes tenemos un día mixto en el que las mujeres pueden invitar y los hombres pueden venir por sí mismos a pasar todo el día a la casa”, detalla Zavalía.
Durante más de 20 años, Rocío realizó producciones televisivas nacionales e internacionales: trabajó con Nicolás Repetto y en Ideas del Sur, con Marcelo Tinelli. Está casada, vivió toda su vida en San Isidro, donde su familia reside desde hace cinco generaciones, y tiene cuatro hijas. Fue a sus 44 años, en medio de la pandemia y extrañando los encuentros con sus amigas, cuando recuperó una vieja idea que solía ocupar sus conversaciones.
“Siempre les decía a mis amigas que deberíamos tener un club donde reunirnos. Un club de mujeres. Lo decíamos un poco en chiste, un poco en serio. Un lugar donde puedas desplegarte, donde encuentres herramientas para tu equilibrio, para que te ayuden a transitar esta vida multifunción que tenemos, donde siempre te falta tiempo”, recuerda. Fue así como, en una conversación familiar acerca del destino de la casa de sus abuelos, que había quedado desocupada, pensó que tal vez había llegado el momento de hacer realidad la idea.
Sucede que Rocío es, también, la nieta mayor de Inés Ovejero Güemes –tataranieta del general Martín Miguel de Güemes– y se animó a llevarle a su abuela la propuesta de transformar la propiedad donde crió a sus 14 hijos en un proyecto innovador que trascendiera a la familia y fuera la sede de una comunidad consciente de mujeres.
“Me pareció que era el lugar ideal, tiene 8 baños, muchísimos cuartos y nadie lo iba a usar. En la pandemia me había caído la ficha de cuánta necesidad humana hay de hacer redes para sostenerse y para impulsarse. Creo que la cosa individual, el estar solas, el retraerse, no hace bien”, reflexiona Rocío.
El espacio, de decoración ecléctica y repleto de objetos rojos de distintos tamaños, tiene áreas de encuentro social, como la planta baja, en la que funciona una pequeña cafetería, dos livings para reuniones y una sala de microcine. Un amplio jardín lleno de plantas y una pileta con mesas para estar al aire libre suman otro rincón para conversaciones informales o actividades organizadas.
Las charlas culturales son abiertas a las socias y al público, que debe pagar un bono contribución cuya recaudación suele destinarse a fines benéficos. Casa Red colabora con las mujeres del barrio La Cava apoyando iniciativas como emprendimientos y comedores comunitarios.
Las socias
En la planta del primer piso funciona un espacio de coworking. Allí está Catalina Lavayen, de 25 años. que se dedica al desarrollo de un negocio de “network marketing” de productos de skincare y wellness. La emprendedora es socia de Casa Red desde el primer día y tiene una membresía que le permite permanecer en el lugar durante todo el tiempo que está abierto, accediendo a sus servicios. “Me acerco siempre que quiero trabajar en un lugar que no sea mi casa, para no estar sola y encerrada. Es muy lindo porque vas y tenés gente a tu alrededor, hacés contactos; también si querés llevar tus invitadas, podés hacerlo: yo soy mucho de llevar a mis amigas para que hagan home office y, mientras tanto, compartimos ese tiempo juntas”, cuenta Catalina.
El arte está presente en todos los rincones. Laura Morettó hizo la curaduría de las artistas que pasaron por Casa Red en distintas muestras itinerantes: expusieron sus obras Paula Bladimirsquy, Laura Dalton, Ximena Ibañez y Vicky Graglia. Por estos días, pueden verse cuadros de María Valier.
Una biblioteca nutrida de libros en distintos idiomas junto a una mesa cubierta por ediciones de tapas duras (que más que libros son objetos de deseo) crean un ambiente ideal para relajarse y dejar fluir el pensamiento.
Ana Tagliafe, abogada de 40 años, pasa por lo menos un día de su semana laboral dentro de la Casa. Como vive en Palermo, concentra todas sus actividades en una sola jornada incluyendo el almuerzo –es fanática de las tartas integrales de verduras, los zucchinis rellenos y las ensaladas– que toma en alguna de las pequeñas mesas redondas con sillas de hierro pintadas de rojo, junto al jardín. A eso suma la clase de yoga y unas horas de trabajo. “Es un remanso, un lugar rodeado de árboles enormes y súper silencioso, alejado del bullicio de la ciudad”, comenta Ana.
Productividad y confort no contrastan en este tipo de ambientes, donde no hay prisa ni ocio. Un equilibrio bastante difícil de lograr. El de hacer circular los talentos, la creatividad, el arte, la cultura y el desarrollo humano, en un solo lugar, teniendo como norte el crecimiento personal y comunitario.
La de Rocío Zavalía fue una idea ambiciosa, sin dudas, teniendo en cuenta que la convocatoria es amplia y no está guiada por una línea filosófica, empresarial, religiosa o política. Entonces: ¿qué es lo que aglutina a estas mujeres, en un club solo para ellas? ¿Estar entre pares? ¿Solo eso? “Creo que la comunidad y la sociedad tienen que ser activas y con capacidad transformadora. Las mujeres tenemos ciertas cualidades diferentes a los hombres, esto de brindarse al otro, la amorosidad, ese ir en grupo. Las mujeres vamos al baño de a cuatro. Al hombre ni se le ocurre ir al baño con amigos. En cambio, nosotras estamos acostumbradas a caminar en red, a brindarnos datos, a ayudarnos, a pasarnos info, a escucharnos, a dialogar de cosas muy profundas”, describe Zavalía.
Y si bien hay muchos espacios de encuentro femeninos, ella asegura que la potencia de su idea va más allá. “Me inspiré en algo que no existía acá, averigüé mucho para darle forma”, revela. “Mi hermana, que vive en Nueva York, me apoyó cuando le conté esta idea que era medio loca, muy de productora de televisión, esto de desarrollar y creer que se puede llevar a la realidad algo que no tiene referencias anteriores. Ahí ella me dijo que allá sí existía algo así y me compartió referencias”, recuerda, y agrega que hoy, la expectativa es ampliarse a una nueva sede con capacidad para 1000 socias, desde Pilar hasta Benavídez.