
De Punta del Este a José Ignacio: cómo es la ruta gourmet de esta temporada
La cocina local y de autor ocupa un rol central en propuestas que abarcan grandes desarrollos internacionales, lugares de culto y versiones románticas que se transmiten boca en boca
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El verano 2026 encuentra a Punta del Este en un momento de madurez y expansión. La movida empieza en diciembre, se extiende más allá de enero y confirma que el balneario dejó de pensarse como un destino de consumo rápido. Aviones, cruceros y rutas colmadas anticipan una temporada exitosa, con hoteles y restaurantes que transmiten optimismo. En los espacios gastronómicos se respira entusiasmo.
Siguen los clásicos, claro, pero ya hace tiempo el horizonte tiene que ver con la innovación y con las experiencias en la naturaleza.
La cocina local y de autor ocupa un rol central, con una fuerte apuesta por ingredientes uruguayos y cocineros que reinterpretan clásicos desde una mirada contemporánea. La ruta gastronómica que va de Punta del Este a José Ignacio vuelve a desplegarse como un mapa vivo, donde conviven grandes desarrollos internacionales, lugares de culto y versiones románticas que se transmiten boca en boca.
La Barra
En La Barra, el desembarco del Grupo Cipriani marca un punto de inflexión. Locanda Punta del Este representa la primera expresión operativa de un ambicioso desarrollo que incluye la futura Cipriani Academy y el Cipriani Resort, Residences & Casino que se encuentra en construcción en la zona de San Rafael. Una experiencia donde la serenidad, el confort y la atención al detalle, marcan la diferencia. La gastronomía ocupa un lugar central dentro del proyecto con la llegada de Harry’s Table, el emblemático restaurante de la familia Cipriani, ícono de la tradición italiana y el lujo.

En diálogo directo con este desarrollo, Casablanca se presenta como el nuevo parador que redefine el concepto de beach house en La Barra. Activo de día y de noche, combina gastronomía, música y experiencias curadas a lo largo de toda la temporada. Su carta articula productos regionales, técnicas italianas y tradiciones locales –parrilla, pizzas, sushi y cocina atlántica– acompañadas por atardeceres musicales.

Por otra parte, Fasano Las Piedras se consolida como refugio de lujo. Inserto en el campo uruguayo a minutos del mar, el resort mantiene intacta la esencia de su fundador: elegancia sin estridencias y una gastronomía de excelencia. A los clásicos de la casa –como el carpaccio Fasano o los ñoquis de papa con ragout de cordero– se suma la apertura de su spa al público y una parrilla dedicada a carnes, pescados y mariscos.

Hay más novedades en los alrededores de la ex ruta 10. Estación Salvaje y Yuyo Café transformaron el antiguo parking abandonado en un vivero–café que funciona como pulmón verde y plaza jardín. Plantas, café, libros, diseño y cultura invitan a una pausa.

También en la zona, Estero transita su quinta temporada consolidado como lugar de culto. Abierto todo el año, suma su versión mediodía y mantiene por la noche platos emblemáticos como el milhojas de papa con tartar de pesca y una cava de más de 150 etiquetas.

Muy cerca, Soto Bosque, liderado por Facundo Connio, celebra pescados y mariscos a las brasas en un entorno natural entre el mar y el bosque, a 1000 metros del puente ondulante.

Legua, por su parte, propone sabores del sudeste asiático aplicados al producto local y de estación, en una casa restaurada que invita a un viaje sensorial e íntimo. En el mismo radar, Gouda, de Rodrigo Toso, se mantiene como uno de los restaurantes más refinados: patés, pesca, pastas memorables y él saludando mesa por mesa.
La Barra se está convirtiendo en un territorio fértil para cocineros consagrados que eligen trabajar lejos del ruido. En Portal Bosque, con su restaurante Tierra, Fernando Trocca sostiene una propuesta nocturna de cocina con mínima intervención en un bosque de seis hectáreas, reforzando la idea de comer bien como un acto consciente.
Apenas saliendo rumbo al norte, Reserva Montoya suma uno de los programas más cancheros del verano: las Full Moon Dinner en su Clubhouse. Las cenas de luna llena crecen de la mano de Gastón Figún, combinando gastronomía de excelencia, gran carta de vinos y una atmósfera nocturna inolvidable. El parador Moby Dick completa la propuesta con platos frescos y clásicos de playa.
Manantiales
En Manantiales, Norimōto vuelve a instalar su barra. Primer Handroll Bar de Uruguay (su primer pie fue en Montevideo), se centra en el ritual de la mesa alta compartida y el contraste entre el arroz tibio y el alga crocante. Atún, langostinos, vieiras y pescas blancas se sirven para comer con las manos.

Muy cerca, Fish Market (los mejores sándwiches de pescado, tiraditos, sushi y un espléndido pulpo a la plancha) resulta una elección casi automática, mientras que el Mar de Verdes de Mariana Mariño confirma su lugar como punto de encuentro de surfistas, familias y fieles de años, sumando este verano propuestas como tartar de salmón, ceviches, poke bowls y licuados.

A unos pasos sigue reinando No me olvides. La vereda musical que ya cumplió 25 años –símbolo de pizzas crocantes y buenos tragos– estrena cafecito deli e invita a brunch y meriendas.
El Abrazo completa el recorrido en un contexto romántico de luces bajas, arena y atmósfera de mar. Siempre se va por los mejores arroces con mariscos y la fideuá para compartir, que es un hit.
La Mansa
Sobre la Mansa, I’ Marangatú también marca el pulso de la temporada. “Funcionamos como un organismo vivo que acompaña todo el día: desayunos frente al mar, almuerzos largos, sunsets con DJs, Silent Yoga (práctica de meditación activa y respiración con auriculares que convoca más de 100 personas frente al mar), alta gastronomia a cargo de Matías Sanjurjo y servicio de playa con carta completa. Para esta temporada sumamos la ampliación de la terraza, una segunda cocina y un muelle flotante que permitirá el arribo de embarcaciones medianas para que los visitantes puedan bajar directamente a almorzar”, adelanta su dueña, Anita Suárez.

La cocina japonesa también tiene un peso propio en la escena esteña. Be True se consolida como una de las propuestas más interesantes del balneario bajo la conducción de Danny Sadi, reconocido por su profundo conocimiento de la pesca local y su enfoque aplicado a la cocina japonesa contemporánea. Para esta temporada, el restaurante amplía su carta con una mayor presencia de platos clásicos y el formato de menú degustación y omakase, una experiencia cuidada y atenta al detalle.
A su vez, siempre resulta una excelente idea pasar por Muelle 3, con vista directa a la Isla Gorriti y una carta apoyada en pescas y mariscos sin artificios. Se puede comer a cielo abierto un fabuloso tuna tartare, risottos varios, rabas crocantes, fettuccine con curry, camarones y mejillones. Todo bien hecho, en un clima feliz.
En la escena de playa, OVO Beach vuelve a recibir la propuesta de Kero by Osaka: coctelería de autor y cocina nikkei.
Otra novedad en zona es Hola qué tal!, que pone al vino en el centro de la experiencia, con cocina de alma mediterránea y una cava curada con pasión.
Y no podemos dejar pasar la llegada de Boulevard de las Palmeras, el proyecto de Marcelo Betancourt, que abre en un momento en que la península vuelve a mirar su casco viejo. Ubicado en una casona histórica recuperada con aire náutico y guiños Bauhaus, ofrece una parrilla uruguaya con mirada contemporánea: carnes premium, pescas del Atlántico, vegetales de estación, una gran carta de vinos y barra con cócteles de autor.

Mientras tanto Café Zunino, en Playa Mansa, se consolida como emblema de excelencia artesanal, de mano del pastelero Nicolás Zunino.

En AWA Boutique + Design Hotel, resulta una buena noticia Life Bistro, que sostiene durante todo el año una propuesta de cocina de autor (el chef peruano Zózimo Arteaga) combinando lo mediterráneo, lo regional y la cocina peruana contemporánea.
En AWA Boutique + Design Hotel, resulta una buena noticia Life Bistro, que sostiene durante todo el año una propuesta de cocina de autor (el chef peruano Zózimo Arteaga) combinando lo mediterráneo, lo regional y la cocina peruana.
La Juanita
Ya en La Juanita, Alcanfor de Playa (porque el otro Alcanfor brilla en Villa Crespo), creado por Julián Galende, traslada la experiencia de su proyecto original a una casa abierta al mar. Invitan a conocer sus calamares, coliflor y vainilla, mejillones, pesca con mole verde y la pannacotta frutos rojos.

Gurisa consolida la cocina de fuegos bajo la dirección de Lucas Bustos, el chef mendocino que ya hizo historia en Galicia y ahora se luce con su Gurisa Madrid. Esta es su tercera temporada en Uruguay, donde con fuegos abiertos, ostenta una cocina moderna bajo las estrellas y se transformó en inolvidable gracias a sus corderos en ollas de barro, las carnes asadas, las técnicas tradicionales con productos locales, arroces y una gran carta de vinos.
José Ignacio
Marismo, en José Ignacio, continúa siendo el gran programa a cielo abierto y pies en la arena. Montado en el jardín de la casa de la familia Desseno (Federico y Natasha), suman a la mesa del bosque un nuevo espacio techado. Su cocina se apoya en clásicos como el cordero braseado en horno de barro, la icónica provoleta souflé, empanadas salteñas, pescas locales, paella y una mesa dulce generosa.
En ese mismo territorio, Bliss emerge como una de las aperturas más sofisticadas. Una lectura contemporánea de la gastronomía asiática con influencias japonesas, coreanas y escandinavas, integradas a producto local y a una mirada sensible sobre el fuego y el mar. Todo sucede en un entorno de fuerte impronta artística, posicionando a Bliss como restaurante de destino.

La experiencia gastronómica de alto impacto la protagoniza Mauro Colagreco, que regresa por segundo año consecutivo a José Ignacio de la mano de Vik Retreats. Del 7 al 18 de enero, el restaurante Zodiaco, en Bahía Vik, será escenario de Zodiaco by Mauro Colagreco, que traslada la filosofía de la gastronomía circular del chef –galardonado con tres estrellas Michelin– a las costas del Atlántico Sur. El menú celebra ingredientes de estación, integrando producto local, recuerdos de la Riviera Francesa y una lectura profunda del territorio uruguayo.

La Huella sigue siendo La Huella, ícono de la gastronomía frente al mar, y Osaka reafirma en José Ignacio una identidad basada en la cocina nikkei de alto vuelo.
Y hay más porque la movida no se detiene: Francis Mallmann sigue brillando en Garzón; en Las Garzas hay un restaurante soñado a cargo de Camote Langer; Crepas inaugura chiringuito en el mar, y siguen los bares y los barcitos sobre la 20, donde siempre reinó Las Delicias, emblemático lugar en el que Tato Bores compraba su Chajá y los nostálgicos aún van por el tostado mantecoso y crocante. Tal vez, el mejor de la región.





