Sola en el bosque. Fue abusada de niña y escribió un libro infantil que se usa en los colegios para generar conciencia
Fue a los 12 años y la marcó para siempre; junto con una ilustradora que había pasado por lo mismo, escribió Sola en el bosque, una fábula sobre lo que siente una niña cuando se queda en su casa y se le presenta un lobo feroz
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Las marcas del abuso siguen frescas. Están ahí, aunque pasaron más de 30 años. Magela Demarco, periodista y escritora, no puede sacárselas de encima. Son permanentes.
Su propia experiencia la llevó a escribir. Para sanar, pero también para ayudar. “Yo escribí siempre, toda la vida hice cuentos para adultos. Hasta que nació mi hijo y me empezó a surgir casi naturalmente escribir para niños. Empecé a buscar ilustradores y encontré a Caru Grossi por Internet. Enseguida conectamos, hicimos nuestro primer libro, Mi amigo el mar. De las charlas que teníamos salió el tema del abuso. Ella también había sido abusada de niña -cuenta-. Las dos habíamos vivenciado algo parecido y teníamos amigas que también habían pasado por eso, que aún hoy tenían ataques de pánico o se desmayaban por algo que les había pasado de chicas. Entonces decidimos hacer algo para ayudar a los niños, para que no pasen por los mismo porque algo así te atraviesa toda la vida”, afirma Magela.
Ese algo fue Sola en el bosque, un libro para niños y niñas en los que se pone en palabras -pero sobre todo en imágenes- lo que sufre una chica cuando es víctima de un abuso dentro de su casa. “En general, el abusador es gente muy allegada que nunca imaginás que va a hacerte algo así. En mi caso fue alguien de un entorno muy cercano, yo vivía con miedo, poniendo llave a las puertas, tapando las cerraduras... Empezás a sentir que estás en peligro en tu propia casa -relata-. Después de eso, yo empecé a comer y a engordar mucho porque pensaba que si estaba fea y gorda no me iban a hacer nada. Y cada vez que cumplía años me ponía contenta porque tenía el pensamiento de que iba a ser una mamá adolescente, y se pasaba eso, al menos no iba a ser tan chica. Un abuso te modifica completamente, te destroza la psiquis”.

Las imágenes del libro impactan. “Son tan fuertes porque todo lo que no se podía poner en palabras, está puesto en los dibujos. Hay un lobo animal, que es el abusador, y una nena que está en la casa y cuando todos se van, aparece el lobo. El abuso no está narrado en forma literal. No dice ´me tocó´. Es simbólico. Creo que es importante aclarar que el libro fue chequeado por psicólogos y psicólogas del Servicio de Salud Mental del Hospital Materno Infantil San Roque de Paraná, Entre Ríos. Ellos hicieron algunas modificaciones. Por ejemplo, en el libro original la nena acudía a su mamá por ayuda y eso lo modificaron porque no todos los niños y niñas la tienen y se abrió a que sea una persona adulta”, cuenta Magela.
El libro acaba de ser declarado de interés general por la Comisión de Familias, Niñez y Juventudes de Diputados y está pensado para que sea material utilizado en las jornadas de Educación Sexual Integral (ESI). “Nos llaman un montón de psicopedagogas y psicólogas porque les sirve para hablar con los más chiquititos. Se trata de darles herramientas a los chicos. Es ayudar a tu hijo, por eso digo que los que están en contra de la ESI, están estas en contra de su hijo. Hay datos que dicen que en 2019 el 80% de las denuncias de abuso se presentaron después de una jornada ESI porque ahí muchos niños se dan cuenta de que los que les pasó estuvo mal. El libro también cuenta con una guía de actividades para docentes que estuvo chequeada por especialistas. Son preguntas permiten abrir el diálogo, para que los chicos pregunten, cuenten lo que les pasó”.
A pesar de que hoy más personas se animan a hablar, para Magela todavía son pocas. “En la época en la que me pasó -yo tenía 12 años, hoy tengo 45- en el colegio no se hablaba de eso. Yo se lo pude contar a mis viejos pero lo minimicé. A mi papá le dije ‘me parece que tal me quiso tocar la cola’ en lugar de contarle lo que pasó realmente, que fue que me metieron un dedo en la vagina. Pero mi papá también lo minimizó. Nunca se preguntó por qué tenía las cerraduras tapadas o ponía bolsas en las puertas para que hicieran ruido por si entraba o por qué había engordado tanto de repente. Y mi mamá laburaba mucho y después de la separación de mi papá había entrado en una depresión. No fui muy escuchada, pero no porque eran malos padres. No tenían las herramientas”.

El libro salió en 2020 en plena pandemia y recién ahora están empezando a dar charlas presenciales. “Hay mucha respuesta porque la sociedad está mas preparada -plantea-. Cuanto más hablemos del tema, los abusadores más miedo van a tener. Cuanto más contemos, menos van a atacar. Me parece que como sociedad tenemos que hacernos cargo. Detectar que si hay un nene o nena que habla con un lenguaje sexual explícito o tiene una violencia exacerbada, hay que prestarle atención. Los chicos están indefensos y muchas veces nos hacemos los distraídos. Hay que comprometerse. Si no te pasó, podría pasarle a tu hijo o hija”.


