Opciones para tomarse un respiro
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Una investigación publicada en la revista Nature confirmó lo que muchos sospechábamos: pasar al menos dos horas semanales en contacto con la naturaleza mejora sustancialmente nuestra salud. A pesar de que sobran las evidencias de que la naturaleza es terapéutica, no acudimos regularmente a ella. De hecho, durante la pandemia aumentaron los casos de “trastornos por déficit de naturaleza”, como acuñó el autor estadounidense Richard Louv el mal de época según el cual la falta de contacto con el mundo natural puede generar cuadros de fatiga mental, depresión, obesidad y enfermedades cardiovasculares, entre otras dificultades.
¿Por qué no acudimos a la naturaleza? Entre las excusas más habituales está la falta de espacios verdes en las grandes ciudades. Según el completo informe de la Fundación Bunge y Born, la capital argentina es una de las ciudades con menos espacios verdes de la región, con un promedio de 5,13 m2 por habitante, lejos de los 10 a 15 que recomienda la OMS para vivir en un entorno saludable. Sin embargo, a pocos minutos del Obelisco –o incluso en plena jungla de cemento– se esconden variadas opciones para conectar con la naturaleza sin alejarse de la ciudad.
1. Parque Nacional Ciervo de los Pantanos
“A una hora del Obelisco”. Así se promueve el Parque Nacional Ciervo de los Pantanos. Creado sobre la base de la Reserva Natural Otamendi, en Campana, es uno de los parques más jóvenes del país y protege 5200 hectáreas de la región pampeana y del delta del Paraná. En sus extensos humedales y pastizales conviven unas 350 especies de mamíferos, aves y peces, aunque su emblema es el majestuoso ciervo de los pantanos que le da nombre al parque. Se trata del cérvido nativo más grande de América del Sur y actualmente está amenazado por la caza furtiva y por la pérdida de su hábitat. Con paciencia y algo de suerte, es posible cruzarse con uno. Además, el parque es ideal para hacer senderismo y cuenta con un área de picnic. Para llegar hay que tomar Panamericana en dirección a Campana, hasta la localidad de Otamendi. Tras recorrer unos 2 km por la calle principal se alcanza la entrada del parque.
2. Paraíso del birdwatching
Millones de personas a nivel mundial encuentran en el birdwatching un antídoto contra la hiperconectividad. Al respecto, la ciudad de Buenos Aires cuenta con uno paraíso del avistaje: la Reserva Ecológica de Costanera Sur. En sus 350 hectáreas se han detectado 343 especies diferentes de pájaros. “Octubre es el mes del año en el que vemos más especies de aves en la Reserva, debido a las migraciones y al alimento disponible en este hábitat”, invita Simón Tagtachian, fotógrafo, birdwatcher y referente del Coarecs, un club de observadores local. Los interesados pueden acercarse al moderno Centro de Interpretación de Aves donde seguramente podrán cruzarse con extranjeros observando carpinteros reales, mistos, piquitos de plata, calandrias, jilgueros y otras especies.
3. Naturaleza en Tecnópolis
Además de asistir a un recital o a una muestra de ciencia en el megaparque de Villa Martelli, los visitantes de Tecnópolis ahora pueden disfrutar de un espejo de agua con más de 200 especies nativas. ¿Cómo apareció un humedal en Tecnópolis? A partir de las obras realizadas en 2010 para su creación, se fue generando naturalmente un área al costado del predio, al punto que este año para su reapertura se decidió ponerlo en valor. El pulmón verde de 6 hectáreas cuenta con un gran mirador, cartelería y mesas para que los visitantes disfruten de la naturaleza.
4. Explorar el Delta
Delta Terra es una reserva privada natural abierta al público que invita a conocer el delta del Tigre de una manera especial. Su misión es la conservación del ambiente con su flora y fauna, la educación ambiental y el desarrollo del turismo responsable en esta ecorregión tan cercana a la ciudad pero de la que sabemos poco y nada. “Queremos contribuir a la formación de una población consciente, que tenga conocimiento y compromiso para trabajar individual y colectivamente en la búsqueda de soluciones para los problemas ambientales”, dicen desde la Fundación Azara, que administra este paisaje protegido donde se pueden realizar salidas en kayak, senderismo, fotosafari y clases de yoga.
5. El lago de Lugano
El tantas veces relegado sur de la ciudad esconde valiosos espacios verdes que se están recuperando para los vecinos. Quizás el secreto mejor guardado es la Reserva Natural Lago Lugano, a pasos del Parque Indoamericano, en el límite del barrio Villa Soldati y el Riachuelo. Se trata de un área de 36 hectáreas que alberga el espejo de agua más grande de la Capital Federal y que tiene la particularidad de estar emplazado sobre un antiguo meandro del Riachuelo y no sobre terrenos ganados al río. El ícono del lugar es la orquídea del talar, que con su flor blanca crece en la ribera del lago. Atención: abre solamente de martes a viernes de 10 a 14.
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