Varias entidades ambientalistas critican la afirmación de que las emisiones de carbono durante el Mundial serán compensadas
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Como si no fuera suficiente con la responsabilidad de ser el salvador de la ilusión argentina, Lionel Messi jugó el angustioso partido de primera ronda contra México con un brazalete de capitán en donde se leía una consigna aún más pesada: “salvemos el planeta”.
El gesto del líder de la selección, y de otros de sus colegas, de visibilizar la causa ambiental a instancias de la FIFA fue celebrado por millones de espectadores alrededor del mundo. Sin embargo, también reavivó las fuertes críticas contra una Copa del Mundo que se jacta de sustentable pero que para muchos especialistas es la quintaesencia del greenwashing. Así se denomina a la práctica engañosa de gobiernos o empresas que apelan a un marketing verde para lavar su imagen y crear una percepción de buenas prácticas ecológicas.
“Estamos comprometidos con asegurar un Mundial totalmente neutro en carbono. Lo conseguiremos midiendo, reduciendo y compensando todas las emisiones de gas de efecto invernadero asociadas al torneo”, prometió Hassan Al-Thawadi, secretario general del Comité de Organización del Mundial, al anunciar las acciones sustentables que también incluyen por ejemplo la separación de residuos y el uso racional del agua.
Claro que el compromiso de Qatar, uno de los principales productores de petróleo y gas del mundo (ambos combustibles fósiles que contribuyen al calentamiento global), no termina de convencer a los científicos y activistas que llamaron a boicotear el evento por su alto costo ambiental y también social, con numerosas denuncias por violaciones a los derechos humanos.
Al respecto, uno de los más explícitos fue el ex futbolista Eric Cantona, figura de la selección francesa, que calificó a esta Copa del Mundo como una “aberración ecológica”.
“Qatar y la FIFA afirman que este es el primer Mundial de la historia neutro en carbono, o sea que tratarán de compensar de alguna manera las emisiones que se produzcan durante el evento. Para eso, han producido una linda página web, que arranca con una foto del hielo despedazado en el Ártico”, sostienen desde la organización Periodistas por el Planeta.
Y agregan: “Sin embargo, organismos especializados en el tema como Carbon Market Watch, han cuestionado seriamente la contabilidad de emisiones que están haciendo del Mundial y la forma que las planean compensar, que no están basadas en ningún mecanismo probado o científico”.
Despilfarro en climatización
La climatización intensiva de los estadios para lograr jugar al fútbol a templados 18 grados en un país donde la temperaturas pueden alcanzar los 50 grados en verano es una de las críticas predilectas, por el despilfarro energético que supone y porque simboliza el dislate ambiental. Sin embargo, el impacto de estos aires acondicionados al aire libre es relativamente bajo comparado con las emisiones totales del transporte aéreo y de la construcción de los estadios.
Cada día de competencia llegan a Doha unos 150 vuelos cargados de hinchas, con su pasión a cuestas pero también con su respectiva huella de carbono. En cuanto a la infraestructura, que demandó una inversión récord de más de 220 mil millones de dólares, Qatar asegura que los ocho flamantes estadios se seguirán utilizando después del Mundial, amortizando así el impacto ambiental que implicó construirlos.
Los cementerios de elefantes blancos –como se conoce a las obras abandonadas tras grandes eventos deportivos como mundiales o Juegos Olímpicos– distribuidos por el mundo invitan a poner en duda esta afirmación. Dejando de lado lo estrictamente futbolístico, cada vez son más las voces que coinciden en que la elección de la sede fue un error, entre otras cuestiones, por el fuerte impacto climático que tendrá. Por eso los especialistas ya proponen que los próximos anfitriones deberían ser países mejor equipados y con la infraestructura necesaria ya construida.
No todo son cuestionamientos y acusaciones de greenwashing en tierras qataríes. Cómo suele suceder en estos grandes eventos internacionales, se viralizó la costumbre de los aficionados japoneses, que al finalizar un partido no solo levantan los residuos propios sino también los de los demás espectadores. Un pequeño hábito sustentable para una Copa del Mundo que parece estar lejos de serlo.
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